Evitar la “proletarización” de los trabajadores bancarios

Se supone que en una economía de mercado, como en la que se inserta Portugal, el sistema bancario constituye una especie de columna vertebral. En efecto, se presenta como un instrumento clave que capta los ahorros de los agentes económicos y los canaliza hacia las necesidades de financiamiento de muchos otros, a través del otorgamiento de crédito, enfatizando así su importancia en el proceso de desarrollo de las economías.

Basando su funcionamiento en la existencia de bonos de fideicomiso -es decir, la capacidad de reintegro de depósitos- se requiere, por tanto, que exista una normativa estricta que, de forma permanente, garantice a las instituciones bancarias la indispensable solvencia (relación entre patrimonio y activos ponderados por riesgo) y liquidez (disponibilidad inmediata de fondos para hacer frente a cualquier retiro excesivo de depósitos).

Tampoco hay que olvidar el efecto multiplicador sucesivo de los depósitos-crédito-depósitos (la ratio Crédito/Depósitos debe estar en niveles seguros), señal evidente del papel creador de dinero de los bancos, otro ámbito que, en sí mismo, requiere una mayor vigilancia por los bancos centrales como autoridades monetarias.

La experiencia, de mal recuerdo, vivida en la gran crisis financiera de 2008 supuso fuertes mejoras en los requisitos de regulación y supervisión -como ocurrió en el ámbito del Banco Central Europeo (BCE) en la zona euro para los denominados sistémicos- bancos – hecho que permitió que las instituciones bancarias y el sistema en general sean ahora más robustos y protegidos de las turbulencias del mercado.

Pero, aun así, la reciente “caída” en dos bancos regionales norteamericanos y en el banco global que es Credit Suisse, si bien tratándose de situaciones de entrada con causas específicas y no relacionadas, resonaron las “trompetas” de cierto miedo o desconfianza. Un hecho que, de confirmarse a tiempo, equivaldría a “echar gasolina al fuego”.

Convencidos de la mayor solidez de los bancos en general, no podemos, sin embargo, olvidar que vivimos un contexto de inflación inédita (en los últimos 30 años), un fenómeno con alto potencial de contagio, situación que ya ha llevado a intervenciones de las autoridades monetarias (vg en nuestro caso el BCE) en el sentido de un aumento repentino y sostenido de las tasas de interés de referencia.

En los últimos tiempos, estas intervenciones han provocado, por su alcance y periodicidad, la desvalorización de los activos (en particular, los títulos de deuda pública en cartera) y el aumento del coste de financiación de los clientes, que conducen a la morosidad en el pago del crédito concedido. , eventualmente creando vergüenza para las instituciones menos cautelosas, a pesar del aumento en los márgenes financieros (solo mire los resultados bancarios en 2022).

Así, en un contexto de «conflicto» entre la subida de los tipos de interés como instrumento para contener la inflación frente a los efectos sobre la estabilidad del sistema financiero, la decisión del BCE fue inequívoca al apoyar la primera opción, si bien expresó la necesidad de observar con detenimiento los detalles – y tomar medidas para proporcionar liquidez mientras tanto – la evolución de la actividad de las instituciones bancarias, los percances inesperados no sucederán.

En definitiva, se exige a los bancos niveles robustos de solvencia y liquidez que estén soportados además en un menor riesgo de impago de los préstamos concedidos, un adecuado equilibrio entre los vencimientos de los fondos captados y las inversiones, una exposición no excesiva a la deuda pública y un estricto control virtuoso de los costos de operación.

Por lo tanto, se puede concluir, y como es de conocimiento general, que la gestión bancaria conlleva diversos riesgos y complejidades técnicas, que naturalmente requieren la participación de recursos humanos calificados para el desempeño exitoso de la misión.

Y no será por la rápida difusión de la evolución tecnológica o los movimientos de consolidación bancaria (buscando sinergias en términos de costes, por regla general reduciendo el volumen de trabajadores, incluso cualificados) que la materia gris asociada a las personas pueda descartarse fácilmente. .

Ahora bien, es precisamente en este punto cuando vengo viendo indicios que revelan alguna “disfunción” en la gestión de algunos bancos, en la medida en que me parece que casi están viendo a la mano de obra más joven (y no sólo) que emplean como una “mercancía”, gestionando sus carreras profesionales en una lógica poco (o nada) motivadora.

De ser cierto, esto me parece indigno y un camino lineal hacia la llamada “proletarización” del personal bancario. Lo cierto es que las instituciones bancarias que, en un contexto de imparable evolución tecnológica, no saben generar condiciones de motivación para sus trabajadores, terminan “automutilándose”. ¡Hay una especie de preocupación aquí…!

El autor escribe según la ortografía antigua.

Ana Gomez

Ana Gómez. Nació en Asturias pero vive en Madrid desde hace ya varios años. Me gusta de todo lo relacionado con los negocios, la empresa y los especialmente los deportes, estando especializada en deporte femenino y polideportivo. También me considero una Geek, amante de la tecnología los gadgets. Ana es la reportera encargada de cubrir competiciones deportivas de distinta naturaleza puesto que se trata de una editora con gran experiencia tanto en medios deportivos como en diarios generalistas online. Mi Perfil en Facebookhttps://www.facebook.com/ana.gomez.029   Email de contacto: ana.gomez@noticiasrtv.com

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