Ver para creer
Con más o menos polémica, la idea de que la calidad de la gestión ha de tener algo que ver con la productividad ha venido a hacer su camino, en la academia, en el mundo empresarial, en la política, internacionalmente e incluso entre nosotros .
El Banco de Portugal y, en particular, su gobernador, Carlos Costa, han mantenido vivo el tema en sus conferencias anuales. El Instituto Nacional de Estadística (INE), atento, ya hizo una encuesta a las empresas, centrada en los métodos y prácticas de gestión. El propio Consejo Económico y Social ha inscrito en su programa para este año un seminario sobre el tema.
Todas estas iniciativas son relevantes, para que se sepa más sobre la importancia de la calidad de la gestión, para que las mejores prácticas puedan ser compartidas y, para que, como es habitual entre nosotros, no se personaliza el asunto, rechazando la discusión, con argumentos en que se tiran los galones de las habilitaciones, de la capacidad de superar la competencia o, simplemente, por considerar, la simple hipótesis de que nuestra gestión no es buena, un insulto.
Vamos por partes. El tema ha sido tratado con extremo cuidado. No se trata de conjeturas, ni de supuestos estudios sensacionalistas. En los diversos países analizados se encuentran, por supuesto, empresas con muy buenas y malas prácticas de gestión o, para simplificar, empresas buenas y malas. En los países con una productividad más alta, estas últimas tienen bastante menos peso.
Tanto en el estudio fundador («World Management Survey») o, por ejemplo, en los de la OCDE, la calificación de los que gestiona es un factor relevante, a veces incluso diferenciador. La competencia, y la presencia en mercados internacionales, están asociadas a mejores prácticas de gestión. Los mercados protegidos, por el contrario, alientan la inercia. Y, también se ha evidenciado, que la presunción no es gran consejera: países con peores prácticas tienden a ser los que más sobrestiman sus capacidades y menos creen que necesitan mejorar …
Como se mencionó, el INE llevó, en 2016, un estudio de las prácticas de gestión en las empresas portuguesas. En las 4 mil respuestas, se constata que, en las grandes empresas, el 83% de los gestores de primer nivel tienen al menos la licenciatura. En las microempresas este porcentaje desciende al 44%. El promedio general es del 61%. La profesionalización, a nivel de la cima, es regla (70%).
En cuanto a las prácticas de gestión propiamente dichas, la abrumadora mayoría mencionó establecer objetivos, moderadamente ambiciosos. Sin embargo, sólo el 43% declaró tener, y controlar, indicadores de desempeño con regularidad (mensual o trimestral). En cuanto a las prácticas de gestión de las personas, las primas de rendimiento ya son, o sólo, según la perspectiva, práctica común en el 45% de las empresas. En cerca del 56% de las empresas se produjeron promociones de personal sin funciones de gestión.
A cerrar, el INE añade que, la combinación de esta información con la obtenida en otras operaciones estadísticas, indica una relación significativa entre la calidad de las prácticas de gestión y el rendimiento económico de las empresas.
Es decir, aun no ignorando la influencia perversa de algunos elementos del contexto en que las empresas actúan, la parte de león de su desempeño económico depende de ellas mismas.
Volviendo casi al principio: hay buenas y malas empresas. En la lógica del «ver para creer», la promoción de acciones de demostración, protagonizadas por las empresas con las mejores prácticas, podría ser un factor importante en la mejora de las prácticas de gestión, de las que beneficiaría a las empresas y al país. derecho!
El autor escribe de acuerdo con la antigua ortografía.