Ucrania, víctima de un círculo vicioso
En esta etapa del conflicto hay que distinguir dos momentos: antes y después de la agresión de Rusia contra Ucrania.
El primero está marcado por la responsabilidad de diferentes actores para evitar un enfrentamiento militar. La actual se basa en la condena directa a la violación del derecho internacional que implica la agresión de Moscú.
La responsabilidad de promover la agresión militar en Ucrania recae en el gobierno de Putin. Pero hay muchos otros países responsables de no establecer las condiciones para evitar la guerra.
La Unión Europea (UE) es la encargada de disolver la clara distinción que existía en la década de los 90 entre los intereses de la propia UE y los de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) en materia de seguridad en el continente.
Reunión tras reunión, esta distinción se fue desdibujando, hasta que en la reunión del 19 de febrero de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) en Munich, quedó claro que la identificación de la UE con la OTAN es casi total.
Esto determina un segundo factor: el resurgimiento del atlantismo ideológico en Europa y Estados Unidos.
Los discursos de los representantes occidentales reflejan una excesiva confianza en la disuasión que ha representado la expansión de la Alianza Atlántica en las últimas dos décadas.
Esto explica la arrogancia mostrada por sus líderes al rechazar las objeciones rusas de que esta expansión afectaba su seguridad y que el caso de Ucrania era un punto de no retorno.
De hecho, parece que la OTAN y la UE habrían actuado deliberadamente para aumentar la inquietud de Rusia y fortalecer así los argumentos del autócrata ruso.
El analista mexicano Carlos Taibo ha escrito que Putin es en gran medida un producto de la OTAN. Cabe añadir que la revitalización de la OTAN es en gran parte producto de la arrogancia de Putin y que ese infernal círculo vicioso es el que habría que romper para evitar una escalada del conflicto.
Esto condujo a la intervención rusa del 24 de febrero, que abrió una nueva fase del conflicto.
La decisión de Putin estuvo acompañada del respaldo institucional de la Duma (el Parlamento ruso) y de la mayoría de la opinión pública de su país.
Esta relativa fuerza doméstica ha llevado a Putin a ignorar una máxima repetida a menudo: al defender las propias causas en una confrontación geopolítica, hay líneas rojas que no se pueden cruzar.
Al perpetrar una agresión armada, el argumento de Moscú sobre la amenaza occidental a su propia seguridad se desvanece ante la condena de la comunidad internacional.
Con la agresión militar, Putin proporcionó el escenario político deseado anunciado por los halcones europeos y la Alianza Atlántica.
Logró que la OTAN y Estados Unidos se proclamaran los verdaderos oráculos de las intenciones finales de Putin, que los países de la UE redujeran significativamente sus diferencias (al menos en público) y que la ONU (Naciones Unidas) -cuyo secretario general, Antonio Guterres, declaró, no hace mucho tiempo, que confiaba en que nunca sucedería una guerra abierta, condenando inequívocamente al gobierno de Moscú.
En definitiva, con su agresión, Putin pierde gran parte de su legitimidad dentro y fuera de las fronteras.
¿Cuáles fueron los motivos de la elección de Putin de llevar la disputa geopolítica a la confrontación armada?
Hay razones militares, que ciertamente incorporaron algunos errores de cálculo.
De hecho, se ha creado el mito, en gran parte gracias a los medios occidentales, de que todo lo que está pasando es exactamente según los planes ideados por un siniestro estratega: Putin.
Esta suposición está lejos de la realidad.
Como exjefe de la KGB, Putin es consciente de la importancia de tener un plan, pero también de la necesidad de readaptarse, según el contexto.
No es seguro que haya utilizado astutamente la opción diplomática del presidente francés Emmanuel Macron para camuflar su verdadera intención de invadir Ucrania.
Putin estaba dispuesto a hacer todo lo posible para evitar que Ucrania se uniera a la OTAN y obligarla a mantener relaciones estrechas con Rusia.
Pero la respuesta de Occidente a estas demandas fue un rechazo de alto perfil.
Por otro lado, la opción militar no está resultando tan sencilla como podría haberse previsto. El cálculo del Kremlin de afirmarse rápidamente en todo el territorio de las dos provincias, Donetsk y Lugansk, fracasó.
El gobierno ucraniano ha sido capaz de acumular una considerable concentración de fuerzas en esa región, lo que ha obligado a Rusia a tratar de detenerlo, impulsando ataques disuasorios en otras partes del territorio ucraniano. Esto sucedió la noche del 24 de febrero.
Cabe señalar que Rusia no tiene capacidad para enfrentar una invasión territorial generalizada, pues se estima que una ocupación de un territorio del tamaño de Ucrania requeriría una mano de obra de 1,5 millones.
Por lo tanto, con algunas excepciones, los ataques se concentran en algunas ciudades fronterizas y en Kiev, que está a solo 60 kilómetros de la frontera con Bielorrusia.
Demostrando que no había obstáculos en el camino a Kiev, Moscú cometió otro error de cálculo: pensar que la ciudad caería inmediatamente y que podría convertir al gobierno de Volodymyr Zelensky en un objetivo militar directo.
Pero la toma de Kiev y su distrito de gobierno, que debía tener lugar la noche del sábado 26 de febrero, no se produjo porque la movilización de las Fuerzas Armadas y las milicias garantizaron la autodefensa de la ciudad.
Kiev puede caer en los próximos días, pero cada día que pasa es un paso más hacia el desencadenamiento de una guerra de guerrillas en el resto del país, algo que Rusia quiere evitar.
Un escenario inmerso en una guerra irregular prolongada es lo que Moscú no quiere. Entre otras razones, aunque actualmente Putin cuenta con el apoyo mayoritario de los actores políticos y de la población rusa, esta situación podría cambiar rápidamente.
La continuación de una guerra abierta durante demasiado tiempo y sin el más mínimo apoyo político a través de las fronteras, sumada a las sanciones económicas occidentales, puede recordar a la población rusa el espectro del fracaso de la guerra en Afganistán.
Putin también puede estar equivocado sobre las consecuencias de esta prueba militar para la política interna de su país. Por eso acaba de abrir la puerta a posibles negociaciones de alto el fuego con las autoridades de Kiev.
Y si bien inicialmente alentó a los comandantes militares ucranianos a tomar el poder para negociar con ellos, esto parece no estar claro, entre otras razones porque mucho depende de qué tan rápido logre capturar a Zelensky y su gobierno.
Es posible que el conflicto armado en Ucrania, lejos de haber terminado, recién comience.
Esto es algo que Ucrania, que en última instancia es la verdadera víctima de esta guerra y del círculo vicioso no deseado que la precedió, sufrirá de todos modos.
Traducción de giulia gaspar