Tres retos para el 5.7
– No me arrepiento de nada. […] Hubo cosas buenas.
– ¿Tales como? – preguntó Alejandro.
– Como la amistad. Creo que fue lo que quedó, que es lo que queda. En la izquierda, en la extrema izquierda, no es tanto así, es decir, son como nosotros pero me parece más políticos, más fanáticos. Entre el amigo y la ortodoxia escogen la ortodoxia. Nosotros conservamos un cierto espíritu crítico, una cierta libertad. Es eso.
Jaime Nogueira Pinto. noviembre. Lisboa: Esfera de los Libros, 2012, p. 438
En la tarde del pasado sábado fue a Lisboa, el espejo de agua, ver el lanzamiento del movimiento 5.7. Hace algún tiempo que no participaba en este tipo de reuniones, pero el entusiasmo de mi amigo Miguel Morgado es contagioso. Junto con el Sérgio Sousa Pinto, Miguel es el diputado más brillante de nuestra generación. Piensa por la propia cabeza y alía inteligencia y cultura al espíritu pragmático con que a veces me dice, con bonomía y jovialidad, que en estas cosas políticas no podemos quedarnos por abstracciones filosóficas. Se ha convertido ahora en el rostro de un Movimiento que tiene la virtud de proponer participar de estas cualidades: un movimiento que quiere asociar combatividad a la capacidad de reflexionar y hacer repercutir en la acción política un sentido histórico que sobrepase el simple cotidiano. El bautismo del Movimiento como 5,7, que evoca la fundación de la Alianza Democrática y todo lo que significaba en el Portugal post-revolucionaria, es una demostración impresionante de este propósito.
En la sala llena, durante el discurso de Miguel, un momento hubo que suscitó algunas risas. Fue, además, su conclusión que propició a los periodistas presentes el titular con que informaron el evento. En el contexto, hablaba de la diversidad de las derechas que pretendía congregar "en un espacio político no socialista". Dice que los liberales eran necesarios por su creatividad y vigor reformista, y que los conservadores lo eran por el vínculo a las instituciones transgeneracionales que garantizan un hilo tenue entre civilización y barbarie. Dice que necesitamos a los democristianos por partiendo de la conjugación esencial entre ética y política y de la opción católica por los más vulnerables. Decidíamos precisar aún más familias políticas y de su contribución, y he aquí que alguien grita en la audiencia: "de los monárquicos!". Por un instante sorprendido, surgió la respuesta que hizo los titulares de los periódicos: "Bueno, yo iba a decir de los socialdemócratas, necesitamos a los socialdemócratas que no son socialistas". Se trató de un breve momento rápidamente disuelto entre risas francas o embarazadas. Sin embargo, en él emergen los tres desafíos que se enfrentan al movimiento que, en las adversidades conocidas de la actual situación política, intentará despertar la derecha acomodada y boceadora contra la hegemonía cultural de una izquierda que, indiscutida en el espacio público, condiciona, dociliza y anestesia hace décadas la sociedad portuguesa.
El primer desafío de que hablo es el desafío de la herencia. Tome la herencia de la derecha portuguesa en su conjunto, lo toman como un espacio político en el que se ajustan las diferencias e incluso contradicciones, es una propuesta interesante, pero no es una tarea fácil. La distancia histórica permite hoy tratar con Salazar o el Estado Nuevo con sobriedad y discernimiento, sin furiosas demonizantes ni nostalgias inconsecuentes. Pero hay hoy en día, si recordamos el fundamento de la democracia en Portugal, el patrimonio tanto de los derechos que han estado con la revolución o la revolución terminado por generación, como las que el proceso revolucionario perseguido y, en sus días más agitados, tomó al exilio, a la clandestinidad ya la prisión. No es el legado de la Alianza Democrática y los partidos que se formaron definitivamente la consolidación de la democracia portuguesa, sino también el movimiento y los partidos fuera de la ley, cuya memoria se ignora o se refiere al silencio dedicado a los perdedores de la historia. La derecha es todo y no sólo un segmento, en la riqueza de sus referencias intelectuales y en la amplitud de sus debates y tensiones. El Movimiento 5.7 tiene que estar a la altura de esta amplitud y contrariar la tendencia, natural e inevitable, para construir una "narrativa" (perdóname el socratismo postmoderno del término) demasiado corpulento, estrecha y doctrinal de lo que es y. de lo que fue – la derecha política.
El segundo gran desafío que se enfrenta al 5.7 deriva del anterior. Es el desafío de la imprevisibilidad. El debate genuino es intrínsecamente abierto, generando a veces conclusiones y resultados inesperados. Un ejemplo de ello es alguien preparado para hablar en socialdemocracia de derecha – alguien desarrollando el esfuerzo conceptual para hablar en socialdemocracia no socialista – oír como restablecida: "necesitamos a los monárquicos!". Hablar aquí de monárquicos significa decir que, independientemente de la disposición para actuar en común, todo debe ser debatido: desde las referencias doctrinales a las propuestas, desde el sistema político-partidista al régimen. Decir que hay cuestiones que no se plantean es no honrar el desafío intelectual que consiste en contrarrestar la actual hegemonía cultural de la izquierda. Para esta, con sus melindres y pudores, hay hoy cada vez más preguntas prohibidas, hipótesis que no se pueden explorar y caminos que no se pueden sugerir ni recorrer. Es por esta razón que, por ejemplo, ante problemas como los flujos migratorios masivos o las nuevas guerras, las técnicas de manipulación mediática, los problemas climáticos o las nuevas tecnologías, decir algo más que platitudes parece hoy una osadía ofensiva. En los más variados contextos, se vuelve hoy cada vez más presente el trato que Marx, en los manuscritos de 1844, recomendaba para la incómoda pregunta acerca de quién creó al hombre y la naturaleza: "No pienses, no preguntes …". Es frente a esta inhibición de hacer preguntas, ante los impasses a los que llegamos, que la derecha tiene que ser hoy intelectualmente curiosa, creativa, incluso desconcertante. No puede seguir repitiendo las formulaciones estériles y previsibles que estado actual vigente permite fácilmente anticipar.
Finalmente, el tercer desafío, el más difícil, es el de mantener, en una pluralidad irreductible y sin miedo de polémicas y discusiones, una amistad política subyacente. La amistad presupone, en política, receptividad y disposición para considerar no sólo posiciones diferentes frente a los mismos problemas, pero hasta y sobre todo la diferente valorización de problemas distintos. También no es fácil conseguir esa actitud. Para un fervoroso adepto liberal del mercado global, por ejemplo, la evocación de un espacio lusíado de lengua, cultura e historia compartida puede surgir como un atavismo incómodo. En cambio, para los que se centran en la evocación de nacionalidad portuguesa como un legado histórico y cultural único, esparcido por los diferentes continentes, Portugal y Europa serán consideradas de una manera particular. Y por ahí adelante. Sin embargo, a pesar del enfrentamiento intelectual de posiciones muy distintas o incluso antagónicas, es posible articular diferencias abisales en un espacio plural y creativo de discusión, convivencia y amistad. Se trata de una proximidad basada en la contraposición a una cultura cuya hegemonía se impone por el horror a la heterodoxia y por la tendencia a convertir la vida social, el Estado y los medios de comunicación, las escuelas y las universidades, en un instrumento de uniformidad mental. Este es el reto esencial que nos depara. Y no es poco.
Filósofo, profesor de la Universidad de Coimbra