Tres ideas para lidiar con la cultura de la cancelación

Es fácil señalar ejemplos extraños de “cancelación” y adaptaciones al servicio de una cultura de “diversidad” e “inclusión”. Cuando se relatan los ejemplos, la desaprobación es algo consensuada entre la gente sensata, como no es adecuado que los adjetivos «gordo» y «feo» dejen de aparecer en «Charlie y la fábrica de chocolate», o que los libros de James Bond pierdan las referencias raciales.

Pero, ¿cuál será la reacción al terrorismo literario cuando el polvo se asiente? ¿Cuando la versión “limpia” está en el estante después de varios años y cuando es enseñada por profesores moralmente alineados? ¿Qué quedará si nadie ha memorizado las ediciones originales, como en la novela distópica “Fahrenheit 451”?

El conformismo frente a la “corrección política” es notorio en las actitudes y la moral social. Sin embargo, sugiero tres ideas para aprender a lidiar con la fuerza sutil de la uniformidad del pensamiento.

Primero, ser selectivo en el campo cultural, evitando el consumo indiscriminado de producciones que pretenden conformar nuevos marcos mentales y desmantelar las normas e instituciones tradicionales. Puede parecer tentador ceder a las “fiestas” de ficción de masas que invaden la comodidad de nuestros hogares, pero las revoluciones culturales se desarrollan paulatina y silenciosamente.

Corresponde a cada uno saber posicionarse frente a estas intrusiones, apartándose de contenidos que no sobresalen en originalidad, cargados de ambigüedades morales y culto a lo grotesco. Se dedican sobre todo al elogio del antihéroe, la romantización infantil de las relaciones sin compromiso y el poliamor y la inclusión de elencos multiétnicos, incluso en los contextos más inverosímiles, para hacer penitencia y recibir la aprobación de los compañeros.

Ser selectivo implica también volver a los clásicos, valorar los originales y repudiar las nuevas ediciones que tergiversan las palabras de los autores. Somos muy conscientes de cómo, incluso recurriendo a fuentes primarias, no siempre estamos seguros de haber entendido las intenciones de los autores y el significado de las palabras en el momento en que fueron escritas. Como si estas limitaciones no nos bastaran, ¿vamos a aceptar que las obras se borren a la medida de los espíritus débiles? Cuando las personas dejan de comunicarse de forma cruda y honesta, nuestra última esperanza de contacto con la realidad son los libros inmaculados.

En su ensayo “Sobre los libros y la lectura”, Schopenhauer escribió: “No hay nada tan refrescante para la mente como las obras de los antiguos escritores clásicos. Inmediatamente nos sentimos refrescados, aliviados, purificados, elevados y fortalecidos como si hubiéramos sido refrescados en la ladera de una montaña. ¿Se debe esto a las perfecciones de las lenguas antiguas o a la grandeza de las mentes cuyas obras han permanecido ilesas e intactas durante siglos? Tal vez ambos.»

En segundo lugar, rechazar el lenguaje impuesto por los llamados agentes progresistas. El filósofo español Higinio Marín, a propósito de la “corrección política”, articula de manera sencilla la importancia de las palabras: “quien cambia de lengua, cambia de pensamiento; quien altera lo que se puede decir, altera y modifica lo que se puede pensar; quien altera lo que se puede decir y lo que se puede pensar, altera lo que se puede sentir”.

El lenguaje refleja nuestra percepción de la realidad e influye en nuestra forma de pensar. En este sentido, la neolengua revolucionaria busca cambiar las representaciones sociales, impone su subjetividad a todo y diluye incluso nuestras nociones del bien y del mal. Todo ello para declarar la guerra a la realidad, aunque sus utopías no prosperen ante la fuerza de los hechos.

Al distribuir connotaciones positivas y negativas, el nuevo vocabulario obliga a los opositores a identificarse como “anti” todo lo que es “bueno” y “progresista” y como locos fóbicos. Como locos porque reconocen dos géneros, porque designan “padre” y “madre” o porque categorizan patologías y conductas desviadas con el término exacto.

De la misma manera que debemos mantener la integridad de nuestra lengua, también es importante buscar la independencia en relación con los objetivos institucionales globales que se atreven a dictar metas sociales y culturales homogéneas a largo plazo. Esto significa saber discernir qué objetivos merecen apoyo, en lugar de embarcarse en la obediencia ciega a agendas que permean el debate público con sus dogmas.

En tercer lugar, se necesita coraje para romper el silencio y contrarrestar la presión de los compañeros. Argumentar con lógica y coherencia ante posibles intimidaciones en el espacio público y privado es fundamental para vivificar las ideas y servir de referencia a los demás, para que no duden de sí mismos.

Resistirse a la cultura de la cancelación puede ser un acto particularmente valiente cuando se presenta la ocasión de defender a un amigo oa una figura pública sancionada por el llamado “progresismo”. Dígaselo a Scott Adams, creador del personaje Dilbert, quien fue criticado después de compartir su opinión sobre el conflicto racial. ¿Cuántos se levantaron para defender al dibujante que vio su trabajo excluido de varios diarios estadounidenses?

La cultura de la cancelación aplasta a la sociedad cuando no hay una resistencia unida, es decir, cuando la intimidación social y las sanciones institucionales avanzan y se enfrentan a una sociedad de individuos que rehúyen mostrarse solidarios entre sí.

No nos dejemos adormecer por la apología del consenso, pues eso significa sobrevivir inhibidos, bajo la amenaza de la traición y la coacción de un adversario fuerte y experimentado. No le daremos la espalda al enfrentamiento, pues estamos viviendo una oportunidad única para mejorar una resistencia moral e intelectual que tiene a su favor la experiencia ancestral.

El autor escribe según la ortografía antigua.

Ana Gomez

Ana Gómez. Nació en Asturias pero vive en Madrid desde hace ya varios años. Me gusta de todo lo relacionado con los negocios, la empresa y los especialmente los deportes, estando especializada en deporte femenino y polideportivo. También me considero una Geek, amante de la tecnología los gadgets. Ana es la reportera encargada de cubrir competiciones deportivas de distinta naturaleza puesto que se trata de una editora con gran experiencia tanto en medios deportivos como en diarios generalistas online. Mi Perfil en Facebookhttps://www.facebook.com/ana.gomez.029   Email de contacto: ana.gomez@noticiasrtv.com

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