Trastorno dismórfico corporal: el desajuste entre lo que se ve y lo que se siente





En el libro Recuerdos subterráneos (Editorial 34), el ruso Fyodor Dostoievski narra de manera brillante cuestiones existenciales universales a través de un protagonista de unos 40 años que tenía, entre sus sufrimientos, una autoimagen de fealdad y una incompatibilidad con la sociedad que lo rodea. Además de la lupa de redes sociales y de toda suerte de instantaneidad que marca nuestro tiempo, lo cierto es que este tipo de sufrimiento ya estaba descrito en la literatura del siglo XIX.





Por lo tanto, no podemos simplemente atribuir a la era moderna esta percepción de presión de la imagen. Personas que experimentan un punto de tu cuerpo como defectuoso, o de extrema fealdad, no son víctimas de la imagen propagada. En primer lugar, mantienen esta certeza del «defecto» como algo arraigado en sus mentes.

Entonces, no hay espejo para convencerlos de lo contrario. No es una insatisfacción relacionada con el cuerpo o la imagen por sobrepeso o acentuada por alguna alteración en la relación con la comida, como en la trastornos de la alimentación. La certeza del defecto es específica de algún punto del cuerpo y consume el pensamiento de forma obsesiva e implacable.

Tales comportamientos pueden clasificarse como desórden dismórfico del cuerpo, que afecta aproximadamente al 2% de la población mundial. En Brasil, se estima que más de 4 millones de personas, entre 15 y 30 años, son diagnosticadas con la condición.

Datos de estudios en centros de atención a personas con diagnóstico psiquiátrico, dentro del espectro del trastorno obsesivo compulsivo, muestran que el 12% de los brasileños de este grupo padecen algún punto específico del cuerpo, que consideran defectuoso. En las personas que la padecen, existe el pensamiento persistente de que existe un defecto en una parte específica del cuerpo. Las partes más comunes son cara, nariz, cejas, cabello, mejillas, dientes y piel.

Para disfrazar u ocultar este lugar, la persona realiza rituales compulsivos, como mirarse varias veces, usar gorras y pañuelos, o alguna ropa que camufla la zona. Además de los pensamientos que invaden la mente y los actos repetitivos, en algunas condiciones más graves el individuo puede utilizar tijeras, estiletes o incluso realizar procedimientos quirúrgicos u otras intervenciones.

En el mundo real de las personas que sufren de trastorno dismórfico corporal, su espejo interior está vivo, habla y supervisa. Tu subsuelo interior está marcado por la certeza de que ese defecto debe ocultarse o incluso eliminarse de tu vida.





Este comportamiento suele aparecer en el adolescencia. Es en esta etapa que se abre un camino secreto dentro de la persona, que cree que debe solucionar el problema con intervenciones quirúrgicas o procedimientos estéticos. La proporción dentro de las clínicas de cirugía plástica puede llegar al 12,3%; 20,1% en centros de rinoplastia; 5,2% en odontología cosmética; y 9,2% en cirugía dermatológica.

La mayoría de las personas que padecen el trastorno están seguras de que el problema que tienen es físico, no emocional, lo que les hace resistirse a un tratamiento psiquiatrico. En este grupo también se encuentran, en mayor proporción, otros trastornos psicológicos, especialmente depresión, fobia social, trastornos alimentarios y mayor riesgo de suicidio. Estos individuos no pueden pasarse por alto.

Los estudios muestran que, a pesar de los procedimientos realizados para superar el supuesto «defecto», el panorama tiende a permanecer sin cambios. El tratamiento, por tanto, no se apoya en lo físico: consiste en evaluación y seguimiento psiquiátrico, con receta de medicamentos capaz de aliviar la angustia emocional. Además de la psicoterapia, que ayuda al paciente a minimizar su autocrítica y trabaja para que ya no vea ese único punto como el elemento central de su vida.

* Maria Francisca Mauro es psiquiatra, investigadora colaboradora del Programa de Obesidad y Cirugía Bariátrica del Hospital Universitario Clementino Fraga Filho, en Río de Janeiro, y miembro del Grupo de Obesidad y Trastornos de la Alimentación del Instituto de Psiquiatría de la Universidad Federal de Río de Janeiro. Janeiro (UFRJ).)

Ana Gomez

Ana Gómez. Nació en Asturias pero vive en Madrid desde hace ya varios años. Me gusta de todo lo relacionado con los negocios, la empresa y los especialmente los deportes, estando especializada en deporte femenino y polideportivo. También me considero una Geek, amante de la tecnología los gadgets. Ana es la reportera encargada de cubrir competiciones deportivas de distinta naturaleza puesto que se trata de una editora con gran experiencia tanto en medios deportivos como en diarios generalistas online. Mi Perfil en Facebookhttps://www.facebook.com/ana.gomez.029   Email de contacto: ana.gomez@noticiasrtv.com

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