Tiempo para los hijos. El sueño y la lucha de estas madres
Por los hijos cambiaron de trabajo, hicieron cuentas, echaron marcas, arreglaron tiempo. Cuatro madres, en la primera persona, que intentan conciliar la realización profesional y una maternidad menos frenética.
Comencé como periodista. Estagiei en la revista boga y fui contratada por la GQ, tenía 23 años. Sin embargo la dirección cambió y yo misma quise salir. Poco después surgió la hipótesis de trabajar en abastecimiento. Trabajé en esa área durante tres años, era el brazo derecho de la cocinero María Fernandes Thomaz. Ella es hermana del padrino de mi hijo, la adoro, pero cuando nació, empecé a percibir que no iba a dar para continuar, porque tenía una vida completamente loca. Trabajaba noches, fines de semana, cuando era altura de bodas salía sábado a las seis de la mañana y volvía en la madrugada del domingo siguiente. Lunes ya estaba trabajando otra vez, con otros eventos, presupuestos. Esto ya embarazada de Pedrito, trabajé hasta los siete meses.
Cuando nació, empecé a estar angustiada, pensando que no iba a ser capaz de ponerlo en una guardería tan pequeñita, y que no iba a dar para continuar con la vida loca que tenía. Y empecé a ver qué otra cosa es que podía hacer. Como siempre me ha gustado la moda y siempre quise tener mi negocio, percibí que lo que le gustaba era que tenía una oferta para niños, que fuera diferente de lo que había, con calidad, y al mismo tiempo importante para su comodidad y el ambiente. Fue ahí donde empecé a pensar crear una marca de algodón orgánico para bebés, porque aquí no se veía mucho. Lancé la marca cuando Pedro tenía seis meses, no fue fácil porque al principio no hacía siesta, sólo dormía al cuello. También no fue fácil encontrar una fábrica que quisiera trabajar conmigo. Las que encontraba estaban acostumbradas a trabajar hacia fuera, sólo con grandes cantidades, y yo no tenía inversión para eso.
Lancé cuatro piezas a la experiencia y me sorprendió porque empecé a tener inmensos pedidos y la gente empezó a elogiar la calidad. En la segunda colección – yo llamo colección, pero las piezas se quedan para siempre, porque son modelos básicos que en el fondo voy añadiendo – creé el sitio web y empecé a vender en los mercados. En ese momento intenté volcarme también hacia afuera y empecé a mandar cosas para bloggers. Hubo un día en que recibí un mensaje e-mail la boga que me invitaba a entrar en la revista, y eso me abrió inmensas puertas. Después de boga ha venido a Tatler y la marca comenzó a crecer.
Nunca habría lanzado a Petit Chiffon si no hubiera tenido hijos, porque todo lo que creé fue pensando siempre lo que me faltaba. Desde el principio soy yo quien trata de todo: dibujo las piezas, hago la contabilidad, hablo con los proveedores, trato de las sesiones fotográficas. Trabajo solo, hasta porque tengo una marca pequeña.

Rita con los dos hijos, ambos vestidos con ropa de su marca, Le Petit Chiffon. © Gonçalo F. Santos
Pedro sólo entró en la guardería a los tres años. Hasta entonces me quedé con él en casa, así que todo esto fue siempre con él a la pierna. Cuando tenía que ir a Oporto, visitar las fábricas, él iba conmigo. También iba conmigo a los correos a tratar de los pedidos. Si voy a planchar una pieza que está arrugada antes de enviar, él va a buscar su plan para también planchar cualquier cosa.
Antes de tomar esta opción, pensé en dos cosas: quiero ser madre / educadora y quiero tener mi marca, quiero caminar con las dos cosas hacia adelante. Sé que esto es injusto de decir y que hay personas que no tienen la oportunidad que he tenido, pero para tener hijos … no me apetece tener hijos para dar a los demás para educar, al menos en los primeros tres años, de la llamada primera infancia. Por eso, pensé: ya que tengo esta suerte, voy a agarrar en ella y voy a dar a mi hijo lo que muchos inmersos quisieran dar e inmensos hijos quisieran tener y desafortunadamente no pueden.
Al principio fui criticada. Antiguamente íbamos con tres años para la escuela, pero hoy en día no es así y muchas personas no entendían. Dice que a lo que Pedro necesitaba ir a socializar, y yo tenía pronto a mi madre, que es psicóloga de niños, a decir que los bebés hasta los dos años y tal no socializan, están muy orientados hacia sí mismos. Me sentía criticada, pero nunca pensé hacer otra cosa, porque para mí lo importante era aquello, era mi hijo estar en casa. Atención que el estar en casa significa que tenemos que estar disponibles, no es estar en casa y meterlo delante de una televisión todo el día porque no nos apetece o tenemos otras cosas que hacer. Por eso es que digo que tener hijos no es sólo hacer visto, hay que querer, estar emocionalmente disponible para ellos. Creo que un día más tarde, el tipo de personas que van a ser también tiene mucho que ver con la infancia que tuvieron.
Hasta los dos años el Pedrito nunca vio la televisión, nunca le di un regalo tableta. Porque está demostrado que no es bueno que un niño con menos de dos años tenga tanto contacto con las pantallas. Mis amigas quedaron admiradas y siempre me preguntaron qué era lo que hacía con él todo el día. A veces yo misma me sorprende, porque nunca he tenido ninguna forma para las artes y he hecho esto [agarra numa guitarra elétrica em espuma, azul e vermelha].
Desde el principio siempre he jugado con él y traté de estimularlo. Comencé a leer sobre varios métodos pedagógicos de los que me gusta y que creo que son los adecuados para los niños – Montessori, Waldorf y el Movimiento de la Escuela Moderna – y traté de estimularlo en la pintura, la música, los libros … Cuando se empezó sentarme un mini-parque infantil en el balcón y almorzamos allí, hacíamos picnics, pintábamos allá afuera. Hay días en que no apetece jugar, o la paciencia es menor, pero íbamos al jardín o hacíamos un pastel. Cuando él era pequeñito, leí un libro que hasta fue mi madre que me dio, Educar con Mindfulnessde la Mikaela Övén, y empecé a percibir que era importante aprovechar los momentos todos en el presente, y no estar pensando en lo que puede suceder, en el "y se". Espero que siga funcionando bien con mi negocio porque quiero hacer lo mismo con María Clara, que nació el 3 de enero.
Creo que sólo ganó, se ve en el día a día. Hasta diciembre del año pasado nunca había estado enfermo, nunca había tomado un antibiótico. Y es un chico super seguro, súper agradecido. Cariñoso, siempre está alabando, a decir que nos adora. Y aun con la hermana: todos los días de mañana entra en mi cuarto y dice una cosa diferente: hola mis muñecas, hola mis queridas. Él siente la suerte de la vida que tuvo y que sigue teniendo, porque como yo trabajo desde casa y mi marido está en el negocio inmobiliario, ambos podemos gestionar nuestro horario y vamos juntos a ponerlo a la escuela, cenamos todos en casa , tomamos el desayuno en las tranquilas. Como no tenemos horario de entrada no lo abdicamos.
Nunca pensé en dejar de trabajar. Creo que para sentirnos hechos también necesitamos algo. Fuera de eso, un día los hijos crecen, se van y no tenemos nada. Me da mucho gozo tener mi marca. En Portugal, a veces es difícil y por eso siempre trato de hacer cosas nuevas y me tire por ahí, pero era la pena más grande de mi vida si un día esto tenía que terminar.
Financieramente tenía algún dinero para invertir y mi madre, como siempre me animó, acabó por entrar en este proyecto conmigo. Pero hay que hacer opciones: olvidar las empleadas, olvidar las compras, olvidar los lujos. Saber que si quiero esto, voy a tener que abdicar de las otras cosas, y para mí las otras cosas no eran importantes. Pido a las madres para hacer cuentas, si quisieran hacer lo mismo. Son una guardería, otra empleada, más una prolongación o alguien que tienen que tener en casa porque no consiguen ir a buscar a sus hijos a tiempo. Lo suman todo y ve si de hecho tiene sentido, se compensa.
Otro consejo: si consiguen cambiar un poco la vida – no estoy diciendo para ir todos a crear marcas, sino vamos todos al fondo y nadie tiene dinero para comprar [risos] – pero si consiguen adaptar algo … Quizá hay formas, quizá hay días en que no hay que salir tan tarde, incluso puede darse para buscar otra cosa, o tener un trabajo en tiempo Parcial, uno de los padres. No es vivir en función de los hijos, sino pensar que ellos necesitan un poco de eso.
Antes de hacer muñecas trabajaba en biología molecular, en un laboratorio. He obtenido química aplicada en el área de biotecnología y al mismo tiempo siempre he estado ligada a una empresa de mercadeo. Cuando la Madalena nació, tuve una propuesta para ir a esa empresa como gestora de recursos humanos y de clientes. Y fue ahí donde empecé a pensar que ese tipo de horario muy rígido, de las nueve a las seis, que acababa de ser de las nueve a las siete, era imposible de mantener. Llegábamos siempre tarde a casa, ella estaba siempre enferma y hasta creo que tenía que ver con eso estrés. No teníamos tiempo. La Magdalena era de las primeras en entrar y de las últimas a salir. Y, aun así, en la escuela de ella había muchos niños a salir aún más tarde, fue una cosa que me empezó a preocupar mucho.
Cuando me embarcé de Inés, decidimos que esto tenía que llevar una vuelta y empecé a reducir el horario. Negocié y hacía sólo medio tiempo. Fue el comienzo del cambio.
Al cabo de seis meses después de que nació la naciente, surgió la oportunidad de volver al laboratorio y trabajar con alcornoques en biología molecular, que es mi pasión. Pero rápidamente volví al horario completo, sin margen de maniobra, y estuve así hasta nacer a Luisa, cuando decidí hacer una pausa en la bolsa. En ese momento, ya estaba haciendo muñecas.
Comencé a hacerlas cuando me quedé embarazada de la Madalena, hace 13 años. Lo que quería era una cosa sólo a base de materiales naturales, lana y algodón, y manual. Me fui a buscar, pero no encontré nada. O encontré, pero industrial. Y por eso empecé a hacer para ella. No tenía ninguna formación, pero mi madre me ofreció una máquina de coser y comencé a hacer moldes y ropas. Normalmente, quien hace este tipo de muñecas Waldorf tiene formación en artes plásticas, sabe esculpir, pero en mi caso fue todo autodidacta. Después fue un proceso muy simple: empecé a ofrecer las muñecas a mis sobrinas ya poner algunas en la tienda PR21, en el Príncipe Real. Las muñecas fueron muy bien aceptadas, abrí la tienda online en Etsy y las tantas ya no tenía manos para los pedidos. Es decir, cuando fui a terminar el trabajo de la bolsa, ya fue con la idea de no volver ni al laboratorio ni a la empresa de mercadeopero dedicarme completamente a las muñecas ya mis hijas, que estaban desesperadamente a precisar. Por cierto, estábamos todos.

Marta, las tres hijas y algunas muñecas. © Gonçalo F. Santos
Cuando paré -la Luisa tenía un año- no paré con la perspicacia de nunca volver al laboratorio, o nunca más volver a trabajar fuera. Era lo que necesitábamos en ese momento. Pasado unos años fui contactada para volver al laboratorio y fue ahí donde me di cuenta de que ya no quería. En ese momento, las muñecas ya estaban corriendo muy bien, era una cosa que estaba creciendo y que me daba mucho placer. Además, a nivel familiar dejamos de tener la problemática que la mayoría de las familias tienen: ir a la escuela, necesitar tener apoyo o incluso contratar a alguien. Pero no siempre fue fácil: el año pasado, cada una en su escuela, cada una con su horario, y yo parecía el autobús. Este año felizmente está más tranquilo y la Madalena ya va sola.
Cuando empecé a trabajar en casa, uno de los mayores problemas que tuve fue el de la organización. Porque es difícil, hay siempre cosas que hacer. Tuve que aprender a crear rutinas y ahora hago casi un horario de nueve a cinco sin haber pedido, porque salen a las 17h30 [risos].
En un día normal voy a dejarlas a la escuela y, cuando vengo a casa, esto funciona como mi. taller. Cuando salen, tenemos nuestro tiempo, ya veces después de acostarse todavía vuelvo a las muñecas más un poco. En la casa, y hasta para no volver al pasado, tenemos la regla de no trabajar el fin de semana. Y es un trabajo en equipo: cuando mi marido, que es profesor de enseñanza secundaria, estaba haciendo el doctorado, era yo quien asegura casi todo. Cuando hay picos de pedidos, en alturas como la Navidad y la Pascua, en que aún por encima de ellas están de vacaciones, cambiamos y es el padre que sostiene el barco.
Dejamos de correr y eso cambió todo. Antiguamente éramos acelerados, ahora somos mucho más tranquilos. No tienen ni idea de ello, pero lo que ganamos fue tiempo y con el tiempo viene la calidad de vida. A veces son esas pequeñas cosas: poder cocinar con ellas al final del día, poder ir a buscarlas más temprano e ir a dar un paseo, o acostarse en la cama a conversar. Esta disponibilidad y esta facilidad para gestionar los horarios son muy importantes. Creo que también hemos mejorado en la alimentación, porque empezamos a hacer una serie de cosas que antes eran imposibles. La Madalena era un niño que sólo lloraba, no comía, tenía inmensas alergias, y con Luisa fue todo mucho más tranquilo.
Claro que hubo implicaciones financieras. Por un lado dejé de recibir un ordenado fijo y tuvimos que reajustar nuestro presupuesto. Al principio, cuando aún no estaba todo rotinado y aún no podía predecir lo que iba a conseguir poner a la venta, financieramente fue un gran golpe. Pasamos de una situación en la que no teníamos que hacer cuentas para una situación mucho más restringida. Estuvimos para salir de la casa donde vivíamos porque la renta no era comportable a largo plazo. Hubo muchos reajustes: las cenas fuera, los cafés, las compras … Todavía hoy. Ellas son tres, hay muchos gastos, es todo más controlado. Es una cuestión de prioridades, de pensar en lo que es importante. No comprar todo y apostar en la calidad en lugar de la cantidad, lo que con niños pequeños puede ser complicado porque son bombardeados con publicidad por todas partes – es siempre más, más, más, quieren porque es nuevo. Para mí es al revés: es importante que ellas valoren las cosas, el trabajo de quien hizo, el tiempo que tarda.
Cada vez más intento huir para el manual, para lo que se hace artesanalmente, y trato de evitar cajas enormes que traen juguetes minúsculos. Y la verdad es que, por más cosas que tengan, ellas acaban por volver siempre a lo básico: a los dibujos, a los legos, a los libros, a la cocina de jugar. Por supuesto que le gustan tableta y la televisión – la Madalena tiene 13 años y le gusta estar en el WhatsApp -, pero ellas mismas vuelven a estos juegos más imaginativos, más que propiamente a aquellos juegos en los que ya está todo predeterminado y es sólo cargar un botón. Y las muñecas siguen siendo un éxito.
Las pruebas que hago van a quedarse para ellas. Porque no quiero vivir solo de pedidos ni quiero volver al trabajo rutinario, también me gusta ir probando novedades. El noventa y cinco por ciento de mis ventas son hacia fuera. Ahora que la logística de la escuela es más tranquila, estoy tratando de juntar alguna producción para poder hacer al menos un mercado donde las personas puedan ver y tocar las muñecas, para percibir esta cuestión del manual y de los materiales. Sólo no trabajo con plazos apretados porque no quiero volver al sistema de no tener tiempo para mí ni para ellas.
Tendré una licenciatura en imagiología, antigua radiografía, no tiene nada que ver con lo que hago ahora. Bueno, era fotografía del cuerpo humano. Aún trabajé dos años en un hospital de Lisboa y luego me invitaron a dar una formación en el equipo. Me gustó más de esa parte – fue a través de eso que conocí a mi marido, Juan – pero llegaba a pasar tres semanas en Alemania. Él también estaba a menudo fuera y casi no nos veía, por eso cuando hubo una reestructuración en la empresa y dispensaron a las personas contratadas hace menos tiempo, confieso que sentí un alivio.
Sin embargo, hice dos talleres de fotografía con Catarina Macedo Ferreira. Fue ahí donde se dio doblemente el clic. Ya me gustaba escribir, pero percibí que tenía una vena creativa y no quería volver a estar cerrada en una habitación, sin ventanas, a hacer TAC y resonancias, a veces un día entero sin ver el sol. Fue un error de recorrido haber sacado ese curso y fue lamentado haberme percibido tantos años después, pero al menos me apercibí.
Nunca me gustó estar sentada en un sitio de las nueve a las seis, así que cuando empecé a buscar trabajo intenté encontrar algo que me diera flexibilidad de horario. Vi una propuesta en el campo de los cosméticos cuidado de la piel para el representante de ventas en el distrito de Lisboa, y fui elegido. En los primeros días me ha gustado estar allí, pero rápidamente el área de Lisboa pasó a incluir también la región del Alentejo. Y luego también el Algarve. Y ahí tenía que estar una semana fuera porque no compensaba ir y venir el mismo día. Sin embargo, me casé con Juan y la primera conversación de mi director fue: "Pero no vas a tener ya hijos, ¿no? "Tienes que aprovechar el matrimonio." Un lavado psicológico muy infeliz.

Joana Diogo en el cuarto de Sebastião. © Gonçalo F. Santos
Cuando me quedé embarazada, surgieron otros problemas: a pesar de estar combinado un horario flexible, si tenía una ecografía a las tres de la tarde me pedía que comprobara que había estado en la consulta, empezaron a marcarme reuniones a las cinco y las seis, y aquello estaba a desgastarme mucho. Comencé a estar tan ansiosa que poco después de la ecografía morfológica, a mitad del embarazo, mi médico vio que el Sebastião estaba con un percentil muy bajito y me mandó a casa más temprano.
Él nació sano, corrió todo bien, y gozaba la licencia de maternidad. Tomé ocho meses, para posponer al máximo la ida de Sebastián a la guardería, y mi idea era volver al trabajo. No soy de desistir de las cosas fácilmente. Pero al regresar comenzó mi fase infeliz. Dejaba de mañana, a la prisa, me marcaban reuniones por la tarde, quería ir a recogerlo a las cuatro y acababa por no conseguirlo. Muchas veces hacía el camino a llorar, porque sentía que estaba fallando, tanto en el trabajo como con él.
Pasados tres meses me despedí.
Fox y June empezó a ganar forma durante la licencia. Al principio, las house tours hasta que fueron al fin de semana y extrañamente, a pesar de estar abandona de dos o tres horas en familia, ya no me sentía culpable. Lancé el camino sitio web con Francisca, nos conocimos a través de los blogs que ambos teníamos. Ella había sido compañera de Juan en la escuela y fue empatía inmediata: también estaba infeliz en el trabajo, también quería tener nuevas experiencias. Nos dimos cuenta de que teníamos el mismo sentido estético y queríamos lo mismo: uno sitio web inspirador para hablar de slow living, maternidad, viajes, decoración, sitios a visitar.
la sitio web fue lanzado en abril de 2018 y ha crecido gradualmente, pero la inversión sigue siendo todo personal. En el primer año, nuestro objetivo era conquistar un espacio y una audiencia, ahora lanzamos un servicio de home staging para casas de alquiler de larga duración, en las que la idea es hacerlas más atractivas y tener fotografías con calidad. Tenemos muchas otras ideas.
A través del Fox & June fui contactada por una empresa de dos diseñadores que hacen remodelaciones de casas. Ellos quieren que empiece a fotografiar sus proyectos. Es una cosa palpable. Además de estar mucho más feliz desde que tomé esta decisión, parece que el Universo conspira y las cosas están corriendo mejor.
No sé a dónde me llevará. Espero que a algún sitio. No quiero es que el Sebastián mire hacia atrás, cuando ya tenga edad para tomar decisiones, y piense que tiene que ir para una sola cosa porque todo el mundo dice que sí. Todavía hay mucha presión, incluso de la familia cercana. Yo tuve que trabajar a mis padres y mis suegros para tomar esta decisión. Yo, una mujer adulta.
Juan siempre fue la primera persona en decirme: si no estás feliz, te vas. Tú tienes talento, líbrate. Nos sentamos, hicimos cuentas, abdicamos de mucho. Tengo mucho apoyo familiar, pero hay días en que estoy de acuerdo y pienso "¿qué estoy haciendo?". No siempre es fácil sentirme ligera con la decisión que tomé. Antes se veía avergonzada cuando me preguntaban lo que hacía. Ahora respondo que empecé un proyecto, que estoy construyendo un camino. Ya no tengo ninguna vergüenza.
Hoy en día voy a dejar el Sebastián a las 9:30 y voy a recogerlo alrededor de las 16h. Hay padres que los van a buscar a las 19h. Algunos están allí desde las 8h. Bebés pequeños. Desde que lo voy a buscar hasta que lo deito, no hago nada más, me impuse a mí mismo: pongo el teléfono en el silencio, boca abajo, y no abro el ordenador delante de él. No quiero que él mire a nosotros y nos vea siempre a mirar a las pantallas. Muchas veces atrapado en nuestra perra y vamos a pasear. O vamos a la arena o al parque infantil. En casa me siento en el suelo con él jugando, lo pongo en un banco al pie de mí a hacer la sopa, vemos media hora de dibujos animados, elegimos la ropa del día siguiente juntos. Estoy disponible para él, y eso es de las cosas que más paz me da.
Hubo una frase que me dijeron hace un tiempo y que me hizo mucho sentido: "Siéntate frente a tu jefe. Y piensa: dentro de diez años, quieres ser como él? Si quieres, estás en el lugar correcto. Si no, empieza a trabajar en tu camino.
Tardé enfermería en Oporto, pero como no conseguí pronto empleo, cinco meses después de terminar el curso fui a Londres. Tenía una amiga y cuando llegué hubo un problema con los papeles de la Orden de los enfermeros de allí, así que todavía trabajé en una tienda de galletas. También sirvió para familiarizarse con la lengua y la moneda. A pesar de que mi madre era profesora de inglés, siempre fui una mancha.
Estuve allí seis años, pero siempre vine mucho aquí, porque el Zé, mi marido, se quedó en Oporto. De una de las veces en que vine quedé embarazada, no fue planeado y descubrí ya en el hospital, en uno de los turnos de la noche. Recuerdo que fue el 28 de abril, a las cuatro de la mañana, después de haber comido el mismo pan con tomate de siempre y de haber encontrado que estaba bien. A nivel profesional estaba muy bien, en un hospital privado en el área de la cardiología, pero fue el pretexto que faltaba para volver. No hay dinero que pague llegar a casa después del trabajo y términos a nuestra familia.

Rita Matos, Benedicto y el bulto francés Nabo. © Luís Ferraz
Benedicto nació a medianoche del 1 de enero de 2017, fue la niña del año, apareció en todas partes. Yo estaba arreglándome para una fiesta de paso de año en casa de amigos cuando me reventaron las aguas. Todavía me bañé, puse unas pestañas postizas, me maquillaba … Mi madre siempre me había dicho: "tú te ponga bonita para después no te quedes con aquel aire enfermo". Cuando llegué fue sólo el tiempo de llevar la epidural y ella nació a medianoche y diez segundos. En el día siguiente aparecieron las televisiones, los periódicos … Y el consejo de mi madre resultó: yo estaba con la cara cuadrada pero se notaban las pestañas.
Ella ya tenía un año y medio cuando volvía a trabajar. Por opción surgió esta oportunidad de estar en un laboratorio de análisis clínicos y de exámenes, sólo por la mañana. Me levanto todos los días a las seis pero sólo trabajo hasta las 11.30. Se trata de los recibos verdes pero como no había cobrado aquí en Portugal, en el primer año todavía estoy libre de todo, por lo que paga mínimamente. Hay ciertos lujos que he dejado de tener, pero prefiero este tiempo extra para ella, para mí, incluso para la página de Instagram [@13.thirteen.treze] y para las alianzas que voy haciendo y que también me dan algún rendimiento.
Alrededor de las cuatro y media, a veces más temprano, voy a recogerla a la guardería y si está bien tiempo vamos a dar un paseo, vamos a pie hasta Foz, ver el mar, a veces da para poner los pies en la arena. Es raro ver a otros padres a hacer lo mismo, la gente sale cada vez más tarde. Si está mal tiempo vimos a casa, le gusta jugar con los legos y juega mucho con Nabo, nuestro perro.
Mi marido trabaja en una empresa de eventos, está a menudo fuera y llega siempre tarde a casa. Eso era lo que me asustaba más en la perseverante de continuar en un hospital: perder la cena, los fines de semana, la Navidad. Después del verano voy a tener que empezar a buscar otra cosa, pero me gustaba que se diera para seguir conciliando todo. Cuando digo que no quiero volver a hacer turnos, me preguntan cuál es el problema de dejar la Benedicta con mi madre. Pero yo pienso que no voy a estar allí para oír decir las primeras cosas.
Artículo originalmente publicado en la revista Observador Lifestyle nº 3 (marzo de 2019).