Sólo una cosa le entusiasmaba: desarrollar el país que amaba
Jorge Bleck, amigo de Pedro Queiroz Pereira, publicó esta madrugada en su página de Facebook el testimonio que autorizó que reproduciremos:
No puedo dormir. Hoy, extemporáneamente, perdí a un amigo. Y Portugal perdió un gran empresario en una línea de grandes señores de la industria nacional.
Hemos quedado el país y yo más pobres sin él. Para más le debo la gratitud de a su lado haberme permitido coger grandes y duras batallas que sólo él tenía el coraje de coger. Era un luchador nato y un hombre de coraje y arrojo inusual. Perspectiva como pocos y con un especial faro para la buena inversión, no dudaba en avanzar, acuciante, cuando otros, más temerarios, todavía se prendían en mil elucubraciones y teorizaciones. Íntegro, hasta por herencia y hechura, respiraba seriedad y pasión por hacer las cosas bien y por el libro. Coraje a rodos y determinación imparable, abomina los salones de la política, las intrigas de palacio y la subyugación al poder. Era, también por eso, un adversario de respeto. Convicto, era un interlocutor nada fácil, con envidiable lógica argumentativa y denodada pasión en hacer valer su punto de vista. Sí, era difícil discrepar de él.
Simultáneamente objetivo, pero no sin dejar de ser temperamental, lo movía la pasión por invertir y por crear riqueza y empleo. Para sí, la riqueza personal no era, en absoluto, un objetivo suyo y, sobre todo, no lo hacía mover ni un milímetro; era para sí como un sub-producto de quien como él emprendía, algo que sentía como un deber. De ahí también su obsesión en ser discreto y despreciar el show-off de la nueva riqueza arrivista.
Sólo una cosa lo entusiasma profesionalmente: desarrollar el país que amaba. Si hubiera nacido en un país más acogedor a la iniciativa privada y habría ido aún más lejos de lo que aquí fue. Por eso lo trucidaba ver el camino que el país lleva en lo que al ataque a la iniciativa privada respeta. Pero aún así amaba su país y de él sólo le pedía que le dejara crear empleo y desarrollar industria. Invertido y reinvertido tan pocos y multiplicado mucho que heredado de otra gran industrial portugués que era su padre y, antes de esto, su abuelo. Padre embebido y de fuertes lazos de familia, quiso el destino predicarle la (mala) sorpresa de, hace media docena de años y extemporáneamente, perder el ancla que desde sus 17 años le sirvió de amarra, con una descripción tal que ni siquiera se percibía la mayor parte del tiempo.
Hombre de enorme corazón, generoso y solidario, muchas veces con la conciencia plena de que abusaban de sí; poco le importaba ya que le gustaba ayudar a los demás, en la descripción absoluta, como le enseñaron. Definitivamente, era un hombre bueno y un gran empresario. Además de eso era un gran amigo; incluso cuando discrepábamos. El país y yo estamos más pobres. So long, Pedro. Voy a echar de menos.
Sólo espero que el cielo exista y que allí reencuentra a Rita.
Bien hay por todo.
Por cierto los tuyos seguir tu ejemplo, porque ese sería el mayor homenaje que te podrían hacer. Gran abrazo.
abogado
(Jorge Bleck es accionista del Observador)