¿Para qué sirven el BE y el PCP?
El Partido Comunista portugués y comunista que defiende una ideología atroz. No soy yo quien lo digo, pero la historia de millones que murieron, sufrieron, fueron perseguidos, pasaron hambre, estuvieron presos, sufrieron torturas y mil y otros horrores, que lo cuentan y lo comprueban.
Pero, a pesar de todo esto, el PCP es visto por la mayoría de la gente en Portugal como una fiesta inofensiva. Para algunos, incluso simpático. Supongo que la gran mayoría de los militantes del PCP no son verdaderamente comunistas. Son del PCP porque, en ciertas zonas del país, vale la pena o es indispensable ser 'comunista', ni que sea de cartera. En realidad, y como bien ha señalado Rui Ramos, el PCP ha sido un partido donde es posible arreglar colocación en el Estado. Ahora bien, al convertirse en un centro de empleo, el PCP se ha domesticado. Pasado el tiempo del PREC, durante el cual una parte de la naturaleza del PCP se reveló, el partido comunista sirvió para aplacar las exigencias de parte del país a través de empleos públicos en los municipios. Para apagar la mancha en que se convirtió en la esencia del PCP, se extendió la idea, peregrina, de que un comunista es honrado sólo por ser comunista. Entre los comunistas no habría corrupción, ni compadrios. Sólo empleos y honor. Era oro sobre azul. La misma ficción, ahora se dice narrativa, fue contada con el BE. Un partido de causas fracturantes, que sólo desea el bien, la igualdad, el respeto de las minorías y el fin de la especulación (esa cosa horrible) sea esta financiera o inmobiliaria.
Vivimos, sin embargo, otro tiempo moldeado no sólo por la crisis financiera iniciada en 2008 o por los sacrificios impuestos por la troika. Para este nuevo tiempo que vivimos fue indispensable descubrimiento de la red liderada por José Sócrates que, como primer ministro desfalcó el país en provecho propio y de algunos comparsas, como también el sentimiento real de que la impunidad de algunos terminó con una Justicia a funcionar de forma cada vez más eficaz. En realidad, con estos acontecimientos los ciudadanos llegaron incluso a desapegarse de los partidos y de ciertas instituciones (el caso del fútbol es ejemplificativo, con muchos adeptos a distanciarse de comportamientos ilegales de ciertos dirigentes deportivos) y están más intolerantes para nuevas desilusiones .
Es en este punto que viene a baila el caso del yerno de Jerónimo de Sousa y del Ayuntamiento de Loures. En virtud del desapego referido arriba, el grado de intolerancia demostrado para con los otros partidos e instituciones se aplica también al PCP. Hasta pueden quedar los empleos, pero el honor desaparece y con ella la idea de brio y de valor. Lo mismo puede decirse de la BE, que eligieron como concejal en Lisboa alguien que prometió hacer frente a la intimidación, mientras que la vivienda se entregó al capitalismo salvaje. También de esta forma el Bloque fue domesticado por el régimen.
Sin embargo, tanto el PCP como el BE han servido para mucho más que dar empleo y gritar mentiras. Han servido para dirigir el sentimiento de frustración social que, con cierta ironía, es explotado por ambos. Es que al sacar provecho de este sentimiento, PCP y BE también lo controlan, canalizándolo para las luchas sindicales y para las protestas partidistas. Un juego de cintura que ya no será posible con un PCP debilitado o con un BE descripto. Y al no ser posible, hay el riesgo del electorado de izquierda buscar otros agentes políticos donde desahogar sus frustraciones. Otras fuerzas políticas no domesticadas y, porque aparentemente más libres que el PCP y que el Bloque para alterar el 'status quo' que los atrofia, más violentas también. ¿Qué ha pasado esta semana en la avenida da Liberdade de Lisboa, y en Lisboa y Setúbal, para protestar contra la violencia policial en el barrio de Jamaica, en Seixal, puede ser un signo de esto. Una primera señal de la incapacidad de estos dos partidos representa convenientemente a quienes hasta el presente en ellos se revierte. El país camina en busca de dónde surgirán los 'chalecos amarillos' a la francesa, con la izquierda deseosa de algo que justifique un voto de protesta contra la violencia, pero la revuelta puede surgir donde menos se espera: entre el propio electorado de la izquierda.
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