O creamos una cultura de integridad o seremos engullidos por la burocracia





Considere la existencia hipotética de dos países: Brasil A y Brasil B. Ambos tienen la misma población, el mismo PIB, las mismas capacidades. La diferencia es que Brasil A tiene un cultura de integridad y con eso, las personas tienen un alto grado de confianza entre sí. En Brasil B, esto no sucede.





En Brasil A, el 90% del presupuesto de salud se asigna efectivamente a la investigación, la prevención y la promoción de la salud. En Brasil B, solo el 50% de los recursos se destinan a estos fines. La otra mitad se gasta en estructuras administrativas, niveles y más niveles de supervisión, inspección, auditorías, controles y similares.

Naturalmente, Brasil A estaría en condiciones de ofrecer un mejor servicio a la población, desarrollar tecnologías más innovadoras y remunerar a los profesionales que trabajan en la industria de una manera más equitativa. Por tanto, desarrollar una cultura de integridad no es una cuestión de idealismo, sino de inteligencia y supervivencia.

Partiendo de esta premisa, la pregunta que surge es: ¿estamos más cerca de cuál de estos dos países? Lamentablemente, las encuestas señalan que no solo somos Brasil B, sino que nuestra tendencia ha sido profundizar aún más los mecanismos burocráticos. Y hemos cruzado, quizás sin darnos cuenta, la frontera de la razonabilidad.

Un estudio publicado recientemente por la Contraloría General de la Unión (CGU) señala que, entre 2018 y 2019, el Gobierno Federal habría gastado 483 millones de reales en comprar servicios y equipos que costaron 155 millones de reales. En otras palabras, el proceso de compra superó el costo de los bienes y servicios adquiridos en un 183%. ¡Una ineficacia absurda!

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Ha llegado el momento de que aceptemos que somos adictos a la burocracia. No me refiero solo al gobierno en todos sus ámbitos, sino a nuestra sociedad. Esta adicción proviene de características de nuestra cultura: este es el punto que debemos abordar. Existe una necesidad urgente de desarrollar una cultura de integridad. De lo contrario, gastaremos cada vez más en controles, aunque controlemos cada vez menos de manera efectiva todo el proceso.





El primer paso en esto es dejar de lado el fatalismo. No podemos admitir que, con tanta gente capacitada, no seremos capaces de formar una sociedad mejor. Debemos entender que hay aspectos en la cultura de las sociedades que son dinámicos y pueden ser influenciados deliberadamente. Algunos países incluso aplican conceptos de las ciencias del comportamiento en las políticas públicas. Es el caso del Reino Unido, que desde 2010 cuenta con un equipo de científicos liderado por el premio Nobel de Economía, Richard Thaler.

Este grupo trajo consigo un desafío histórico para reducir la evasión fiscal. En lugar de centrarse en cargar, trató de comprender cómo podían influir en la actitud de quienes habían estado evadiendo. Solución: enviar cartas, sin cobrar impuestos, pero informando que 9 de cada 10 personas en esa región estaban al día con sus obligaciones tributarias. Al adoptar tal estrategia, logró provocar un sentimiento de desconexión de estos morosos con su grupo social, además de promover la percepción de que se estarían aprovechando de la disciplina fiscal de sus vecinos. La acción promovió un aumento del 15% en la recaudación de impuestos.

Y, para quienes creen que los cambios culturales llevan siglos, basta con fijarse en la transformación que impulsan las redes sociales o incluso la pandemia del coronavirus.

Estoy convencido de que la salud es el lugar más propicio para que iniciemos esta revolución, en la que la integridad dejará de ser un atributo deseable y se convertirá en parte inherente de la cultura brasileña. Ésta es una causa por la que vale la pena luchar.

* Eduardo Winston Silva es economista y presidente del Consejo de Administración del Instituto Ética Saúde.

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Ana Gomez

Ana Gómez. Nació en Asturias pero vive en Madrid desde hace ya varios años. Me gusta de todo lo relacionado con los negocios, la empresa y los especialmente los deportes, estando especializada en deporte femenino y polideportivo. También me considero una Geek, amante de la tecnología los gadgets. Ana es la reportera encargada de cubrir competiciones deportivas de distinta naturaleza puesto que se trata de una editora con gran experiencia tanto en medios deportivos como en diarios generalistas online. Mi Perfil en Facebookhttps://www.facebook.com/ana.gomez.029   Email de contacto: ana.gomez@noticiasrtv.com

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