Novak Djokovic, el hombre que vende los puntos más caros de siempre (y acaba de ganar el US Open)
Hay algo en Juan Martin del Potro, y alguien le pregunte y con él delibere, con tiempo, por favor, que deshace su estado normal de gigante en tamaño, muy buen tenista y gentil en la mirada azulada, para transformarlo en el ejemplo humano literal de lo que, figurativamente, se tiene por costumbre decir que es un gigante dormido.
Porque algo hay en el argentino que despierta, despertándolo, por arrastre, cuando se inflama si el ambiente, el contexto y quien lo está, in loco, a ver jugar, se inflamen a su favor.
Es una relación tempestuosa, sin duda, pues es de tempestades emocionales y fervientes que él necesita para, en una cuestión de un punto ganado por una de sus derechas que contienen la fuerza de la naturaleza, Del Potro voltear un gigante (y acordado) tenista con un excelente y excepcional nivel tenis.
En el segundo set, ganó un punto a Novak Djokovic, y aplastó, extendió ambos brazos hacia el aire, gritó, e inflamó al público para intentar inflamarse a sí mismo.
Las encendidas ya estaban, distribuidas por la tribuna donde reunió a unos amigos argentinos, claro, y otros contenedores dispersos por el Arthur Ashe Stadium, mucho más ruidosos y efusivos que el prototipo de tenis.
El gigante se despertó, y todo cambió.
Matthew Stockman
Djokovic venció el primero septiembre, por 6-3, se sobreponía al argentino con la excelencia de sus izquierdas paralelas y la forma en que respondía a cualquier golpe con mayor dosis de ataque que la contenida en las bolas golpeadas por Del Potro. Sólo que, en aquel momento, el argentino despertó y su estruendosa derecha pasó a hacer el serbio correr, como siempre corre, pero mucho más veces en vano.
El gigantesco golpe de derecha del argentino daba kilómetros a las piernas de Djokovic, mucho más fustigado para devolver bolas, mucho menos estable en la relación con el ambiente. Serbio refilaba para el aire y con él mismo, mandaba calor a las personas en las bancadas en puntos que conquistaba. El despertar de Del Potro era arrebatador. Hasta Meryl Streep, sentada en el estadio, cubría la cara de espanto con las manos.
Este bruto despertar, como quien cae en un caldero de cafeína, en el primer paso que da fuera de la cama, duró medio septiembre. Cosa de una hora, casi. Se llevó el segundo acto de la final del US Open al tie break, no disminuyendo en la brutalidad de sus derechas cruzadas y chapadas.
Pero: Novak Djokovic.
Un nombre y un apodo que forma al tenista que, de vez, está de vuelta a lo que era, antes de que un codo lo sucumbiera a una operación y de su mente se entregar a las dudas y el cansancio de ganar, de trabajar para estar en la cima .
Icon Sportswire
la tie break , que se ha convertido en una de las más antiguas de la historia de la humanidad, y que se ha convertido en una de las más antiguas del mundo. batir.
En defensa, Novak se vuelve atacante y cada bola menos eximia de Del Potro – en el fondo, cada izquierda o golpe en rebanada – era una oportunidad aprovechada por el serbio, conquistador de 13 torneos del Grand Slam, pero perdedor de cinco finales de este año mayor Americano.
La confirmación del regreso a este mojo, como le llama a quien habla inglés, o, descodificando, a un estado de gracia en que Novak Djokovic es la personificación de un muro que devuelve todas las bolas, se vio en el punto del 40-40, con 2-1 en el tercero septiembre – el serbio, literalmente, llegó a todo lo que Del Potro tenía para inventar y quebró el servicio.
Nunca los puntos en un juego de tenis costaron tan caro al argentino.
Amadísimos prosiguen, aun cuando Del Potro devuelva pausa y la emoción, pues él, en su gigante tamaño que tanto de bueno le da al juego, también lo hace pesado y un cuerpo poderoso demasiado para lidiar con los largos cambios de balón que sólo Djokovic sabe como usar, para refrescar su juego.
A pesar de ganar puntos, el argentino acababa de rastros, jadeante, a luchar contra el cansancio en el juego y de un recorrido que le hizo resucitar contra cuatro cirugías al pulso (tres en el izquierdo), hasta estar allí.
Atropellado por el cansancio, como estaba en el momento en que el smash el triunfo de Novak Djokovic arrebató el punto final, del tercer título del US Open para el serbio, de su 14º Grand Slam con el que igualó a Pete Sampras en el tercer lugar de los más titulados tenistas en estos torneos (y que nos vuelve a hacer creer en la teoría de quien compartimos tiempo en este mundo con los tres mejores jugadores de tenis que ya existieron).
De Novak Djokovic, por cierto, o muy cerca estará, será la raqueta cuyas bolas tienen el precio más caro – o incalculable – para quien quiera que quiera ganar puntos en corte. Y eso, sí, tiene un valor que todavía estamos para entender.
Matthew Stockman