No hay crisis en la derecha
Las últimas elecciones europeas dejaron las direcciones del PSD y del CDS desnudo en su desorientación estratégica y en la incapacidad de motivar y movilizar al electorado. Luego se llegó a decir que hay una profunda crisis en la derecha, que la izquierda, en contrapartida, está cada vez más fuerte. Nada más liviano y superficial. Hay una crisis seria en los directorios de los dos partidos del centro-derecha y un aprovechamiento de esta oportunidad por diversos agentes a la izquierda. Estos fenómenos no son susceptibles de reducción en la identificación, no son separables del cuadro europeo y mundial, donde la izquierda atraviesa un largo desierto sin brújula delante de una derecha estable que se refuerza todos los días. Portugal y España no son del mundo, están en el momento en que un resultado anormal de la incapacidad de los partidos tradicionales que manda derecho democrático.
La derecha hace falta el equilibrio del sistema democrático, y no será el Presidente de la República a garantizar este equilibrio. El Presidente podrá, en el límite, establecer líneas rojas para preservar el régimen, pero eso no sustituye a la normal y deseable dinámica partidista. La derecha tendrá que encontrar un programa y protagonistas creíbles para reencontrar su papel en el sistema y recuperar la confianza del pueblo. Sólo así se salva la derecha y asegura la democracia.
El pueblo europeo tiene una historia política fuerte, con ideas desarrolladas y consolidadas que marcan su historia. La paz europea después de 1945 inicia un camino de consolidación democrática y progreso social basados en el rechazo de los extremos y en el primado de la moderación. Básicamente, la izquierda democrática estuvo siempre anclada en la social democracia y la derecha en la democracia cristiana. El liberalismo sólo conoció cierto éxito en Europa en el rescate del Reino Unido de la catástrofe socialista por una Thatcher libre para experiencias más radicales. Por lo demás, los grandes estadistas del estable progreso europeo oscilaron siempre entre la socialdemocracia y la democracia-cristiana, habiendo habido hasta coaliciones felices entre protagonistas de los dos lados. El liberalismo europeo se ha agotado en la coyuntura específica de Thatcher y en compendios bien intencionados de intelectuales con poca adherencia a la realidad. El resultado de la votación del pueblo portugués y las iniciativas europeas liberales nos muestra que, aún así, como anormalidades trotskismo siguen reclutando más gente que una sensación de libertad absoluta del Estado.
El estado fue, y sigue siendo, esencial en la vida de los portugueses. La propia dictadura fue muy cuidadosa con la iniciativa privada, teniendo un papel regulador férreo. Los portugueses han fundado las sospechas acerca de la entrega de su futuro, el suministro de las necesidades básicas, a terceros que no prueba la altura de esta confianza. Las sucesivas crisis en la banca, los comportamientos erráticos y criminales de tantos protagonistas, la ausencia de ética en la gestión y la función social de la empresa, plantean serias reservas a quienes tienen que preparar el futuro. En cambio, hay la idea de que el Estado puede atravesar crisis, portarse mal, pero resistirá siempre mejor, en última instancia, porque nosotros mismos lo soportar.
En Europa, con especial énfasis en Portugal, que la inmensa mayoría de la gente quiere que se trata de un estado fuerte y bien administrado. A la derecha se exige un Estado fuerte en las áreas de la justicia, de la seguridad, de la defensa, de todo lo que implique defensa de soberanía. Se admite un reparto en las áreas de la salud, la educación y la seguridad social, pero nadie renuncia a la excelencia del Servicio Nacional de Salud, de la universidad pública oa la idea de seguridad de la reforma del sistema público. Cada vez más, en lugar de confiar en la banca, las personas exigen más y mayor regulación, con absoluta razón. A la par de mayor estímulo a la iniciativa privada, las personas no dispensan legislación laboral atenta y garantista de derechos que son conquistas civilizacionales. Las personas no quieren ser esclavizadas y burladas por un sistema fiscal y tributario que tenga como objetivo mantener un Estado gigantesco, ineficiente y de clientelas, pero anhelan un sistema de transparencia fiscal que pruebe la buena y eficaz aplicación de sus impuestos. Las personas no quieren verse libres del Estado, quieren una reforma del Estado, quieren más transparencia y mejor Estado. De una manera muy sencilla, la izquierda democrática del sueño portuguesa de igualitarismo democrático social de la tradición sueca y el derecho democrático portugués anhelan el nivel de vida alemana, el desarrollo económico y social que la democracia cristiana fundada allí.
Pensar que el pueblo confiará su voto a quien se guíe sólo por micro-cuestiones de oportunidad, el tal pragmatismo, sin una idea mayor de futuro, es un error épico. Vivir en la esperanza de imponer ideas de un micro-grupo sin ninguna tradición social en Europa y Portugal están caminando a toda prisa hacia la irrelevancia.
Como dije, la derecha no está en crisis profunda, sus valores no prescriben. Siempre habrá quien aparezca para dar la cara por ellos y cuerpo político a su realización. La crisis, esa, está en quien no comprendió lo que es la derecha o el pueblo de derecha, acabando por cosechar los frutos de esa ignorancia.