Nayib Bukele utiliza la reducción de homicidios como activo diplomático en El Salvador
Después de tres años de popularidad récord, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, está listo para conquistar nuevas audiencias.
El líder que autocratiza a la pequeña nación centroamericana de 6,3 millones de habitantes tiene en sus manos una importante baza: la caída de la tasa de homicidios en el país, otrora uno de los más violentos del mundo.
La hazaña hizo que El Salvador, conocido por la brutalidad de las pandillas —las maras o pandillas—, sea visto como un modelo en la lucha contra la violencia, a pesar de las denuncias de detenciones de personas inocentes, violaciones a los derechos humanos y costos a la democracia, en colapsar.
El más reciente informe del instituto sueco V-Dem, referente en el análisis de regímenes políticos, muestra que El Salvador fue uno de los países que más retrocesos democráticos sufrió en 2022, cuando cayó 13 posiciones y se ubicó en el puesto 132 de un ranking que evalúa la calidad de la democracia en 179 países. Brasil es 58. Hoy, la organización considera a la nación de Bukele una autocracia electoral: hay elecciones multipartidistas, pero faltan otros pilares democráticos.
Bukele, quien una vez se llamó a sí mismo el «dictador más genial» del mundo, ha estado defendiendo firmemente a su gobierno, incluso cuando las críticas provienen de sus pares, como el presidente colombiano Gustavo Petro.
En un hecho reciente, el colombiano llamó a las cárceles salvadoreñas campos de concentración. “El presidente de El Salvador ha reducido la tasa de homicidios a partir, dice, de la represión a las pandillas que ahora están en esos penales, en mi opinión, espantosa”.
En Twitter, el salvadoreño compartió el discurso de Petro y respondió: “Los resultados pesan más que la retórica”.
Le bastó la discusión al huérfano colombiano diestro para abrazar a Bukele. Días después, apareció en la portada de la revista colombiana Semana: “El milagro de Nayib Bukele: los impresionantes resultados del presidente de El Salvador que se convirtió en el mayor opositor de Gustavo Petro”.
“La fórmula de Bukele puede no ser sostenible en sociedades donde hay más democracia y análisis de políticas públicas, pero, en algunos lugares, la desesperación por la criminalidad empuja a la propia población a pedir a los gobernantes que tomen este tipo de medidas”, dice Abraham. Abrego, director de la ONG salvadoreña Cristosal.
La admiración por el líder es notable en países como los descritos por el abogado, como los vecinos Guatemala y Honduras, pero también comienza a extenderse a naciones de la región caracterizadas por la estabilidad y la seguridad, como Costa Rica —donde los familiares de Bukele intentaron fundar un partido en el último año, según la prensa local.
“Es una política de mano dura más grave que las anteriores, porque es muy arbitraria y poco enfocada a eliminar el crimen organizado o las estructuras pandilleras. Son detenciones masivas que afectan a gran parte de la población”, dice Abrego.
En 2018, el año anterior a la elección de Bukele, El Salvador tenía una tasa de 52 homicidios por cada 100.000 habitantes, cifra que colocaba al país en lo más alto del ranking de Centroamérica, región conocida por ser una de las más violentas del mundo. . El año pasado, el índice fue de ocho en 100 mil, una disminución del 85%.
Pero la disminución sigue a un aumento vertiginoso de la población carcelaria, que hizo que el país alcanzara la tasa de encarcelamiento más alta del mundo el año pasado: 605 por cada 100.000 habitantes, según World Prison Brief, o el 2,2% de la población salvadoreña más grande. de edad, según el diario La Prensa Gráfica.
La situación empeoró hace un año, cuando El Salvador adoptó un régimen de excepción que aún hoy está vigente. En ese momento, Bukele presumía de días consecutivos sin registros de decesos, hasta que la calma se vio interrumpida por el fin de semana más mortífero del país desde 2001. Hubo 87 muertos en 72 horas, 62 en un solo día.
El repentino cambio sugería la existencia de un pacto con grupos criminales, teoría negada por el gobierno y corroborada meses después por audios revelados por el sitio web El Faro, en los que se evidencian negociaciones entre una autoridad y delincuentes de la pandilla MS-13. .
El estado de excepción, según los expertos, permitió al gobierno radicalizar la represión contra las pandillas de una manera que no sería posible en un sistema con pesos y contrapesos robustos, además de impedir que el balance de medidas se diera a conocer de manera transparente.
Anunciante con experiencia en campañas políticas incluso antes de convertirse en candidato, Bukele concede entrevistas a youtubers de otros países, es activo en las redes sociales y apuesta por videos cinematográficos para mostrar sus logros.
Desde que abrió la prisión más grande de América Latina, a principios de febrero, ha suministrado a sus redes escenas de prisioneros que son transportados, en fila, con las manos y los pies esposados. La apertura del penal fue publicitada en radio y televisión nacional y más que duplicó el número de plazas penitenciarias en el país, que hasta entonces contaba con 20 establecimientos penitenciarios y capacidad para recibir a 30.000 personas.
“Bukele apareció como un antídoto para todo lo que no les gustaba a los salvadoreños”, dice Manuel Meléndez-Sánchez, politólogo y candidato a doctorado en Harvard. “Pero las condiciones no han cambiado. Aunque asumamos que las organizaciones criminales han sido derrotadas, las oportunidades para que aparezca un nuevo grupo siguen ahí. Estamos en el segundo o tercer capítulo de una historia muy grande”.
Bukele ganó las elecciones de 2019 con el 53,1% de los votos, desplazando a los dos partidos que habían polarizado la política desde el Acuerdo de Paz de 1992, que puso fin a una guerra civil de 12 años: Arena, a la derecha, y FMLN, a la izquierda. Las negociaciones para poner fin al conflicto ya han sido calificadas por el líder de «farsa» y «acuerdo entre corruptos».
“La clase política tradicional, envejecida en su mentalidad, no supo hacer una lectura oportuna y estratégica de los cambios tecnológicos y demográficos que se están dando en nuestro país”, dice Danilo Miranda, politólogo y docente de la UCA (Universidad Centroamericana). José Simeón Cañas).
Bukele parece haberlo logrado. En su carrera por la proyección, ha revivido en discursos la expectativa de acercar a los países de Centroamérica, idea que gira en torno a la memoria del líder Francisco Morazán, político y héroe militar del siglo XIX.
Canales de Youtube incluso, en broma, proyectaron cómo sería el nuevo país, que uniría a las naciones centroamericanas bajo la tutela, por supuesto, de Bukele. Incluso se discutió el nivel del hipotético equipo de fútbol en el proyecto de reunificación centroamericana.
“Él quiere impulsar su proyecto político a nivel centroamericano, pero no bajo el esquema de integración formal que conocemos, porque eso implicaría llegar a acuerdos entre jefes de Estado”, dice Carlos Monterrosa, docente de la UCA. “Su idea es llegar al imaginario ciudadano, pero no por los cauces institucionales”.