Migrantes libaneses arriesgan el Mediterráneo para escapar de una crisis devastadora
En medio de la crisis económica que los empobrece día tras día, los libaneses han huido en cifras récord. Intentan cruzar el mar implacable hacia Europa, aceptando el riesgo de hundirse en el Mediterráneo a cambio de la posibilidad de escapar del naufragio del país.
Según ACNUR, la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados, al menos 1.826 personas intentaron escapar del país de enero a agosto de este año. Esta cifra representa un aumento del 73% en comparación con el mismo período de 2021, cuando se registraron 1.058 pasajeros.
Los números incluyen no solo a ciudadanos libaneses, sino también a sirios y palestinos que viven en el país y enfrentan las mismas dificultades económicas.
«Estos son viajes desesperados realizados por personas que no ven forma de sobrevivir en el Líbano mientras la situación socioeconómica sigue empeorando», dice Dalal Harb, portavoz de ACNUR. Las principales razones citadas por los migrantes entrevistados por la agencia incluyen la falta de acceso a los servicios básicos y la falta de empleo. También buscan reunirse con familiares o conocidos que ya viven en los países de destino – hoy en día, la mayoría intenta llegar a Chipre.
El 30 de agosto, las autoridades libanesas anunciaron que habían interceptado dos embarcaciones que salían del país. Es una noticia recurrente en Líbano desde el inicio de la crisis. Según el gobierno, los traficantes de personas cobran el equivalente a R$ 20.000 por cruzar el Mediterráneo.
En una encuesta con datos extraídos desde mediados del siglo XIX, el Banco Mundial afirma que Líbano vive una de las peores crisis económicas del mundo. La situación es más grave que durante la guerra civil de 1975-1990. El PIB real per cápita cayó un 37 % entre 2018 y 2021. La moneda ha perdido más del 90 % de su valor, lo que ha devastado los ahorros. Más de las tres cuartas partes de los habitantes viven en la pobreza.
La culpa es de una clase política corrupta que ha endeudado al país durante décadas, dicen los analistas. El Líbano había estado pidiendo prestado para pagar los préstamos, en resumen, un esquema piramidal, y la situación llegó a un punto crítico en 2019, lo que provocó convulsas protestas callejeras.
La crisis del Covid-19 ha agravado aún más la situación. No podía empeorar, hasta que una explosión en el puerto de Beirut devastó franjas enteras de la ciudad en agosto de 2020, matando a 218 personas y dejando miles de millones de dólares en daños. Causado por negligencia, el accidente destruyó los almacenes de granos, lo que agravó la hambruna.
Los libaneses actualmente tienen acceso esporádico a electricidad, combustible y agua. También hay escasez de medicamentos en el país, que grita en la oscuridad pidiendo ayuda.
Tal es la desesperación que, en agosto, un pistolero entró en el Banco Federal del Líbano y tomó rehenes. Exigió el derecho a retirar el dinero de su propia cuenta, congelada por el gobierno, que sólo permite retirar el equivalente a R$ 2.000 por mes, para detener la hemorragia. Fue recibido como un héroe por la población y luego el banco retiró la denuncia en su contra.
Este es el escenario que hace creer a los libaneses que merece la pena cruzar el Mediterráneo. Pero el viaje por mar improvisado tiene un costo perverso. En abril, un barco que transportaba a 84 migrantes se hundió en el Mediterráneo. Alrededor de 40 de ellos no han sido encontrados oficialmente hasta el día de hoy. En junio, un barco con 60 refugiados con destino a Italia estaba a punto de hundirse cuando fue rescatado.
Funcionarios libaneses dicen que el país, cuyo gobierno se está desmoronando, ya no puede impedir que los refugiados se vayan. El mensaje preocupa a Europa, un continente que durante una década ha recibido oleadas de inmigrantes de Medio Oriente y donde ha crecido la xenofobia.
Líbano es el hogar de una gran población de refugiados. Hay al menos 1,5 millones de sirios que huyen de la guerra civil que asola su país desde 2011. En comparación, la población total del Líbano es de unos 6 millones de personas. El país es también el hogar de una comunidad histórica de refugiados palestinos, que llegaron expulsados por Israel.
La situación recuerda, en cierto modo, a finales del siglo XIX, cuando decenas de miles de libaneses abandonaron sus hogares y se trasladaron a Brasil, formando una de las mayores diásporas árabes del mundo. En aquellos días, sin embargo, los libaneses viajaban en barcos de vapor, no en barcos destartalados. Y buscaban una vida mejor, no solo la mera posibilidad de sobrevivir.