Mediatización de la justicia: los peligros del entretenimiento

El caso de la detención de un estudiante de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Lisboa, que presuntamente planeó un atentado contra sus compañeros, demuestra cierta falta de sensatez por parte de las autoridades y la mayoría de los medios de comunicación. Pareciera que la vanidad de exponer la operatividad y el camino del sensacionalismo intrascendente se superpusieron con el rigor y el respeto a la dignidad humana.

La difusión de un cierto populismo criminal en la actualidad va de la mano de diagnósticos a la medida de los ritmos televisivos, en los que se utiliza casi todo para captar audiencias y emociones fuertes, incluido el uso abusivo de conceptos como “terrorismo”. Así, estamos expuestos al rápido desenfreno de la vida privada que prácticamente anula las pausas de reflexión crítica y empatía entre los más distraídos, de hecho, la mayor parte del público.

La tendencia hacia este populismo penal revela el frágil apego popular al principio básico del procedimiento penal de la presunción de inocencia, según el cual toda persona es considerada inocente hasta que se pruebe su culpabilidad. Si, por un lado, la inmediatez de la información conduce a la falta de prudencia en lo que se presenta al público, por otro lado, la furia de la multitud lleva a los individuos a sentirse obligados a formarse una opinión basada en descripciones maniqueas de casos. .reportado

Es imperativo subrayar que los medios de comunicación tienen un deber añadido de proteger la imagen de las personas y no contribuir a avivar la fácil ola de indignación, humillación o juicios precipitados de la opinión pública, tan voluble como inexplicable.

Independientemente de los contornos de este caso específico, debemos reflexionar sobre cuál sería nuestra reacción si, mañana, nuestro rostro, nuestros mensajes privados, nuestra familia, nuestros hábitos y nuestras rutinas domésticas fueran mostrados en todos los medios, sin espacio para contradicciones o para reclamar privacidad.

¿Quién es responsable del riesgo de intimidación o ostracismo perpetuo que puede resultar de la cobertura mediática desenfrenada y los juicios populares apresurados? Tal riesgo está bien representado en la película de 2012 “The Hunt” (Jagten), protagonizada por Mads Mikkelsen en el papel de un maestro de jardín de infantes que, tras una mentira, es repudiado entre la población del pequeño pueblo donde vive. La sutil profundidad de esta película nos sensibiliza sobre el peligro de dejar que la furia de la comunidad supere la racionalidad y la búsqueda de la verdad.

Por otro lado, también cabe señalar que nuestra sociedad revela un extraño conformismo en la forma de ver las posibles invasiones de la privacidad a través de tecnologías cada vez más intrusivas, y por la persuasión de los imperativos de seguridad que se imponen paulatinamente. Además de no salvaguardar el valor de la privacidad, este conformismo muestra una confianza ingenua en relación a los usos y abusos que pueden practicar las autoridades.

Los más conformistas siguen el dicho “los que no deben, no teman”, sin embargo, ignoran que una cultura con una creciente aversión al debate de ideas favorece que, tarde o temprano, pueda llegar la censura, la cancelación y el castigo arbitrario. a su fin llamar a la puerta de cualquiera que se exprese de manera “incómoda”.

Finalmente, en situaciones como la denunciada la semana pasada, el deber de discreción es aún más apremiante, considerando que pueden existir motivaciones psicológicas relacionadas con las intenciones del detenido. El ejercicio de la empatía se puede hacer desde la perspectiva de que todos somos objeto de una vigilancia permanente, pero también desde la conciencia de que existe un gran desprecio social por los problemas mentales, así como una insuficiente oferta de seguimiento especializado en este ámbito.

Es importante recordar que, en Portugal, cientos de incidentes de violencia escolar se descartan como casos puntuales sin relevancia relevante; no se garantiza el apoyo psicológico a los estudiantes, especialmente durante la adolescencia; y, en los últimos dos años, miles de estudiantes fueron obligados a permanecer en un largo recinto sanitario, sin dudarlo mucho, comprometiendo su desarrollo interpersonal.

Como dice Maria Luísa Pedroso en “Nosotros y los otros”, “es necesario no ignorar la soledad, que sería como ignorar el hambre o la sed. (…) Vale la pena recordar que la soledad distorsiona nuestra visión del mundo, nos hace desconfiar de los demás, sentir el mundo social más amenazador de lo que es y solo ver las fallas de las personas que conocemos, cuando ellas también tienen muchas cualidades. (2018, 104).

Una acción pública responsable y de divulgación debe promover el bienestar de la comunidad escolar y buscar combatir los factores de riesgo en su origen, ya sea que estén asociados a las malas conductas de los estudiantes o al desajuste social y emocional que puedan revelar. Esta será la forma más digna y eficaz de evitar sorpresas desagradables en el futuro.

El autor escribe según la ortografía antigua.

Ana Gomez

Ana Gómez. Nació en Asturias pero vive en Madrid desde hace ya varios años. Me gusta de todo lo relacionado con los negocios, la empresa y los especialmente los deportes, estando especializada en deporte femenino y polideportivo. También me considero una Geek, amante de la tecnología los gadgets. Ana es la reportera encargada de cubrir competiciones deportivas de distinta naturaleza puesto que se trata de una editora con gran experiencia tanto en medios deportivos como en diarios generalistas online. Mi Perfil en Facebookhttps://www.facebook.com/ana.gomez.029   Email de contacto: ana.gomez@noticiasrtv.com

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