Más sentido común y menos política de “club”
Sea cual sea el resultado de las elecciones del próximo domingo, una cosa parece segura: el próximo gobierno no lo tendrá fácil en el frente económico. La era del dinero fácil y los tipos de interés negativos está llegando a su fin y el aumento de la inflación ha cambiado profundamente los supuestos macroeconómicos que teníamos hasta hace poco.
Como ejemplo, baste recordar que la propuesta de Presupuestos del Estado para 2022, que fue rechazada en el Parlamento, preveía una inflación del 0,9% este año, junto con el barril de petróleo en la región de los 60 dólares. Y aún en el capítulo de pronósticos fallidos, el mismo documento no consideró la posibilidad de una nueva ola de la pandemia, entre los posibles riesgos para 2022.
Por otro lado, la recuperación de la economía mundial enfrenta varios otros factores de incertidumbre, comenzando por la posible desaceleración del crecimiento en China, que tendrá repercusiones en todo el mundo.
El panorama geopolítico tampoco ayuda, con las tensiones en Ucrania y el Mar de China Meridional que nos recuerdan cuán delgada es la línea entre nosotros y un conflicto que tendría consecuencias inimaginables para la civilización.
El nuevo gobierno, ya sea encabezado por António Costa o Rui Rio, deberá conducir a Portugal a través de estas aguas inciertas. Esto debería obligar a un entendimiento entre los dos partidos mayoritarios en aquellos expedientes en los que están en juego los mejores intereses de Portugal, saltándose la lógica “clubista” que ha prevalecido en la política de partidos.
Esta eventual colaboración entre PS y PSD no necesariamente tendrá que ser un “bloque central” (esto debería existir solo como último recurso). Basta con que los dos grandes partidos estén disponibles para hacer posible un Ejecutivo minoritario, acabando con la polarización y la lógica de bloques que se ha convertido en norma en los últimos años.
Negociar acuerdos y soluciones de consenso, que permitan asegurar la estabilidad gubernamental, sin que ello signifique que no exista oposición. Por ejemplo, en temas como la reforma de la justicia, el cumplimiento de las normas presupuestarias europeas y la reducción de la deuda pública. ¿Habrá sentido común y madurez para esto?