Los efectos previsibles de la revocación del mandato presidencial
La revocatoria de mandato se introdujo en los sistemas presidenciales como un mecanismo de democracia directa, junto con el referéndum, el plebiscito, el presupuesto participativo y la consulta ciudadana. Pero, en la práctica, funciona más como un mecanismo de medición de fuerzas entre el gobierno y la oposición y como un termómetro de la popularidad de los titulares.
Su incorporación, contemplada en unos pocos países latinoamericanos, surgió bajo gobiernos de izquierda con un fuerte componente populista: en Venezuela en 1999, en Ecuador en 2008, en Bolivia en 2009 y en México en 2021. y legislaturas a nivel subnacional, la revocatoria del período presidencial es lo que llama la atención del público.
El objeto de la derogatoria es someter al voto de los ciudadanos la permanencia de un ejecutivo en el poder. Se presenta como un mecanismo de control para revertir una decisión mayoritaria previamente establecida. Pero, ¿cuáles son las razones que justifican votar para decidir mantener o remover a una persona de su cargo?
Teóricamente, se basa en una evaluación de las acciones gubernamentales desde el momento en que asume el poder hasta que es sometido a dicho control. Una evaluación positiva implica continuidad, y una negativa implica dejar el cargo. Empíricamente, los ciudadanos difícilmente pueden contar con todos los elementos para hacer una valoración, la información sobre lo que hacen los gobiernos es asimétrica y está prácticamente monopolizada por las élites políticas.
Por lo tanto, los ciudadanos se guiarán más por sus afinidades político-ideológicas y menos por una evaluación de desempeño. En cambio, en los sistemas parlamentarios o semipresidenciales, la continuidad o no de un gobierno depende de la confianza de los parlamentarios, quienes pueden revocar o confirmar la permanencia del gobierno durante su período.
Los procesos de revocación en América Latina
A febrero de 2022 solo se habían realizado dos procesos de revocación de mandatos presidenciales. El primero en Venezuela, el 15 de agosto de 2004, fue iniciado por varios sectores de la oposición de manera coordinada, pero también impulsado por Hugo Chávez y sus aliados. Guiado por organismos electorales poco independientes, terminó siendo un proceso que puso en entredicho su viabilidad y terminó generando una crisis política.
Chávez se mantuvo en el poder, ganando con el 59,1% de los votos, y desde entonces hasta su muerte en 2013, la polarización aumentó. Hoy, Venezuela, bajo el mando de Nicolás Maduro, es considerada un régimen autoritario, sumida en una grave crisis política y económica, y el mecanismo revocatorio, que precisamente debía ayudar a promover la salida del gobernante, no funcionó. En 2016 y 2002, el Consejo Nacional Electoral rechazó la aplicación de este mecanismo al imponer reglas inalcanzables.
El segundo proceso se realizó en Bolivia el 10 de agosto de 2008, para el presidente, vicepresidente y ocho de los nueve alcaldes. Evo Morales fue ratificado con el 67,43% de los votos, al igual que seis alcaldes, todos del mismo partido. Dos de los alcaldes destituidos, de La Paz y Cochabamba, eran miembros de la oposición.
Bolivia también entró en una crisis política, ya que el referéndum revocatorio profundizó los conflictos existentes entre los líderes regionales y el gobierno central.
Nueve días después de la celebración comenzaron los paros y cortes de caminos, el conflicto escaló al punto que en septiembre explotó un oleoducto que había sido cerrado por la oposición y días después fueron asesinados campesinos simpatizantes del oficialismo.
En ese contexto, Morales expulsó al embajador estadounidense acusándolo de apoyar a la oposición e impuso el estado de sitio en Pando, donde se concentraron los enfrentamientos.
El conflicto disminuyó cuando intervino Unasur y se crearon comisiones para investigar los hechos. Posteriormente, y en menos de un año, se realizaron nuevos procesos para llamar a las urnas a los ciudadanos bolivianos.
En enero de 2009 se realizó el referéndum constitucional para la nueva Constitución y en diciembre se realizaron elecciones generales para la reelección del presidente y otros cargos. En ambos casos, como en el caso de la derogatoria, ganó ampliamente el movimiento de Evo Morales.
Estas experiencias demuestran que la revocación del mandato es un mecanismo ciudadano de control del poder, pero que se basa en información asimétrica, por lo tanto, es un mecanismo manipulable por las élites. Además, estos procesos tienden a favorecer al presidente de turno y su partido y, en última instancia, pueden conducir a crisis políticas.
¿Cuál es el propósito del proceso de derogación de López Obrador?
En México, la revocatoria del mandato presidencial se incorporó a la constitución el 20 de diciembre de 2019, en septiembre de 2021 se expidió la ley reglamentaria y el próximo 10 de abril se votará.
La revocación procede si el resultado es por mayoría absoluta y si la participación supera el 40% de los inscritos en la lista nominal. Bajo esta premisa, el Poder Ejecutivo asumiría la presidencia del Congreso y dentro de los próximos 30 días deberá designar un presidente suplente para completar el período constitucional.
No es de extrañar que López Obrador y su partido Morena hayan impulsado la aplicación de la derogatoria, ya que, en la práctica, la presentan como una “ratificación”. Al mismo tiempo, han utilizado su activación para atacar a las autoridades electorales, en particular al Instituto Nacional Electoral, negándole los recursos para hacerlo.
Al contrario de lo ocurrido en Venezuela y Bolivia, en el caso de México la oposición, partidista y apartidista, no se movilizó para promover la derogatoria. Esto podría ser un “fracaso” para López Obrador, quien ha intentado generar amplias movilizaciones a través de otras consultas, pero sin lograrlas.
En la encuesta popular de 2021 para «demandar a los expresidentes», solo participó el 7,11% de la lista nominal, previsiblemente ganando el ‘sí’ con el 97,72%. En octubre de 2018, tres meses después de ganar las elecciones, López Obrador realizó una consulta (al margen de la ley) para cancelar la construcción del aeropuerto de Texcoco y construir uno nuevo en Santa Lucía, y en esa oportunidad ganó la opción del presidente, con la participación de sólo el 1,22% de los votantes.
En este contexto, todo indica que es altamente previsible que la participación ciudadana en la derogatoria sea baja y que el resultado favorezca en gran medida a López Obrador. Quizás luego de esta tercera experiencia en la región, sea útil evaluar si la revocación del mandato presidencial es realmente un mecanismo de democracia directa o simplemente un instrumento de manipulación de las élites políticas.