Los dramas colombianos se convierten en ensayo y literatura.
“Hay Futuro si Hay Verdad”, así se llama el informe final del trabajo de la Comisión de Paz de Colombia, concluido en 2022, que describe los más de 50 años de lucha de la guerrilla de izquierda FARC (Revolucionaria Fuerzas Armadas de Colombia), desde su creación, en 1964, hasta 2016, cuando se firmó el acuerdo por ambas partes.
Si esta primera entrega incluye muertes, masacres, secuestros, reclutamiento de niños, además de los sistemáticos abusos a los derechos humanos cometidos por el Ejército, incluidas las muertes de los llamados «falsos positivos», ahora el tema llega a la vía literaria.
Acaba de publicarse «Verdades Compartidas» (ed. Seix Barral, importado), edición que reúne impresiones, ensayos, interpretaciones privadas de diez de estos casos, todo ello bajo la lupa de reconocidos autores latinoamericanos, como el colombiano Juan Gabriel Vázquez, la uruguaya Fernanda Trías, la chilena Nona Fernandes, el mexicano Antonio Ortuño, entre otros.
Vázquez, conocido por “El ruido de las cosas al caer” (ed. Alfaguara, 2011), se pregunta, en su capítulo de “Verdades compartidas”: “Cómo afrontar las imperfecciones de la memoria, especialmente cuando es la del dolor, que lo trastorna todo y siempre distorsiona los recuerdos del pasado?»
En su ensayo «Un Universo en Destrucción», la argentina Leila Guerriero recuerda la respuesta que dio el dictador Jorge Rafael Videla (1925-2013) a un periodista que le preguntó sobre una pregunta que le había hecho el Papa. en 1979, sobre los desaparecidos durante el régimen militar (1976-1983), y hasta entonces no hubo respuesta. El general respondió así:
«Si un hombre desapareciera, recibiría tratamiento vivo». La respuesta sería infantil si no fuera trágica. Y podría aplicarse de manera macabra a tantos países latinoamericanos, como México, Colombia, migrantes dejados muertos sin ser enterrados en el Estrecho de Darién.
Al momento de su conclusión, las cifras de la Comisión de la Verdad eran terribles: desde el inicio del conflicto, al menos 450.666 personas habían muerto en el contexto del conflicto armado; 121.768 fueron víctimas de desaparición forzada; 50.770 fueron secuestrados; 16.238 niños y adolescentes fueron reclutados para incorporarse a las filas guerrilleras; 32.446 personas fueron víctimas de actos contra su libertad e integridad sexual, 6.500 fueron víctimas de la política de falsos positivos —cuando el Ejército hizo pasar a campesinos como guerrilleros para que fueran registrados como “muertos en combate”—; además de los 8 millones que fueron desplazados internos.
Hoy Colombia lidera entre los países donde hay más desplazados internos a causa de la guerra, generalmente gente pobre, según Naciones Unidas.
Pero no todo son números y comparaciones. Los lectores apresurados o pro guerra dirán que la ley era para la paz, pero no hay paz. Claro, porque el acuerdo no era para pacificar el país, sino para aniquilar el poder de las FARC para realizar atentados, levantamientos, bombas en centros comerciales, secuestros, cosas que prácticamente ya no ocurren.
La violencia ha aumentado, sí, pero por el contexto de escalada en Centroamérica y el norte de Sudamérica, que es el narcotráfico, no por guerrillas con agendas políticas, como lo eran en los años 60.
Algo que los colombianos estamos haciendo diferente.
Parte de esto es lanzar una obra como “Verdades Compartidas” y ampliar la reflexión en toda la región.
No es poca cosa.
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