Las protestas en Colombia son un síntoma del cambio generacional, dice Alejandro Gaviria
Alejandro Gaviria, de 54 años, exministro de Salud de Juan Manuel Santos y actual decano de la Universidad de los Andes, una de las más prestigiosas de Colombia, ve las manifestaciones actuales —descendidas por un proyecto de reforma tributaria— como un síntoma de un cambio cultural y generacional está comenzando a nacer en el país.
Para él, al presidente Iván Duque le cuesta leer la complejidad de las protestas y responder a los hechos. Por otro lado, sostiene que ha habido infiltraciones del crimen organizado en ocasiones más violentas.
Nacido en Chile de padres colombianos, Gaviria ha sido señalado como posible precandidato a las elecciones de 2022, aunque oficialmente niega esa hipótesis.
Licenciado en ingeniería por la Universidad de Antioquia (Medellín) y magíster en economía por la Universidad de California, es un liberal acérrimo, ateo y defensor de los derechos de las minorías.
Antes de regresar a Colombia desde Estados Unidos, trabajó en el Banco Interamericano de Desarrollo.
Autor de libros sobre salud («Hoy Siempre Es Sin embargo») y cambios sociales en Colombia («Alguien Tiene que Llevar la Contraria»), Gaviria habló con hoja por correo electrónico y luego por teléfono.
¿Cuál es la principal diferencia entre la crisis actual y las manifestaciones de 2019? Hay un hilo conductor entre ellos, un fuerte sentimiento de exclusión por parte de los jóvenes que son de una generación que quiere un futuro diferente. La diferencia fundamental es la pandemia y sus consecuencias: el aumento de la pobreza urbana, el aumento del desempleo juvenil y el propio encierro. Las medidas de cuarentena y control de pandemias se centraron en restringir la movilidad de los jóvenes, que ahora no pueden soportarlo más.
¿En qué medida el aumento significativo de la pobreza [de 35,7% em 2019 para 42,5% em 2020] agravó la situación? La devastación social fue enorme. El 20% más pobre perdió en promedio el 50% de sus ingresos y la respuesta del Estado al problema fue insuficiente. Las medidas de confinamiento, particularmente en las grandes ciudades, han erosionado los medios de vida de millones de personas. Por razones obvias, todo esto alimentó el descontento de la sociedad.
¿Ve similitudes entre el proceso colombiano actual y lo que comenzó en Chile en 2019? El sentimiento de exclusión y el rechazo a una desigualdad social tan grande son similares. Otro elemento común es la tecnología. Los teléfonos móviles permiten una coordinación que antes era imposible. Facilitan el surgimiento de movilizaciones espontáneas, sin una organización central. Las redes sociales, a su vez, unifican el mensaje, crean una narrativa compartida y visibilizan los abusos policiales.
En general, ¿cómo ve la gestión gubernamental de la pandemia? ¿Se ha politizado la pandemia, como es el caso, por ejemplo, de Brasil y Argentina? La lucha contra el coronavirus estuvo menos politizada que en Brasil y Argentina. Pero aquí vale la pena señalar una paradoja: a pesar de las diferentes respuestas y enfoques, los resultados, en términos de tasas de letalidad, fueron similares en Argentina, Brasil, México y Colombia. Más que las respuestas del gobierno, las condiciones en estos países, incluida la alta densidad de población, la alta tasa de informalidad, el deterioro de los estados de bienestar y las restricciones fiscales, fueron factores determinantes. En Colombia, luego de meses de estancamiento, la vacunación avanza rápidamente. Son buenas noticias en medio de todo esto.
¿Por qué Cali es el epicentro de las tensiones? Cali reúne toda la problemática del suroeste de Colombia: tensiones raciales, narcotráfico, desplazamiento forzado y grandes diferencias sociales. No tuvo el mismo dinamismo económico que Barranquilla o las innovaciones urbanísticas de Bogotá y Medellín. Además, el encierro fue especialmente fuerte en Cali.
Hay dos narrativas sobre las protestas, una del gobierno, que refuerza la idea de que hay grandes grupos extranjeros provocando violencia en las manifestaciones, y otra de los manifestantes, que apunta a abusos policiales. ¿Qué está pasando? La narrativa del gobierno es simplista y paranoica. Desconoce el carácter descentralizado de las protestas, los motivos subyacentes y la indignación que comparten millones de personas. La policía cometió graves abusos, eso es innegable. Pero también es cierto que hay vandalismo con la presencia del crimen organizado. En este punto, en lo que respecta al crimen organizado, Colombia es muy diferente a Chile. En Colombia, el narcotráfico y los grupos criminales se aprovecharon del caos y probablemente financiaron a algunos grupos. Es un fenómeno complejo, con muchas causas y diferencias relacionadas con regiones que no encajan en narrativas simplificadoras como las que se están utilizando.
Hoy existe una polarización en Colombia. ¿En qué sentido es igual al referéndum para el acuerdo de paz de 2016? Es una gran polarización, con una incapacidad política para encontrar consensos. Pero hay una diferencia con 2016. Rechazo a la agenda a largo plazo del Centro Democrático [partido de Duque e do ex-presidente Álvaro Uribe] ahora es mucho más grande. En cinco años, la opinión pública ha cambiado. Uno de los problemas del actual gobierno es no haberse dado cuenta y no haber aceptado este cambio.
Colombia ha avanzado en los últimos años en cuanto a conquistas civiles. ¿Esto provocó una reacción del sector más conservador? Cuando era ministro de salud [entre 2012 e 2018, na gestão de Juan Manuel Santos], promovió una serie de reformas progresivas, como un mayor acceso al aborto, la posibilidad de la eutanasia, el uso de cannabis con fines médicos. Me opuse, por supuesto. Pero también mucho apoyo. La sociedad colombiana está cambiando rápidamente. Los cambios culturales, sin embargo, no son definitivos. Los sectores conservadores siguen siendo importantes. Las movilizaciones son, en parte, un síntoma de estas tensiones, revelando un cambio cultural y generacional que comienza a producirse.
Rayo X
Alejandro Gaviria, 54 años
Licenciado en ingeniería en la Universidad de Antioquia (Medellín), obtuvo una maestría en economía en la Universidad de California. Trabajó en el Banco Interamericano de Desarrollo y fue Ministro de Salud con Juan Manuel Santos. En 2017, le diagnosticaron cáncer linfático, cuyo tratamiento informó en su libro «Hoy es siempre sin embargo». Es el actual decano de la Universidad de los Andes.