Las pandillas centroamericanas usan caravanas para intentar entrar en EEUU
Los miembros de pandillas, de los que muchos migrantes centroamericanos huyen, aprovechan las caravanas para intentar llegar a Estados Unidos como ilegales. Paradójicamente, las mismas pandillas que hoy expulsan miles nacieron en Estados Unidos en los años 80.
En general, desde que la primera caravana de migrantes partió el 13 de octubre de Honduras, el Presidente norteamericano, Donald Trump, se refiere a "criminales" y "terroristas" que intentan entrar en Estados Unidos usando las caravanas.
Puede ser que el republicano sólo haya utilizado la acusación como táctica política para generar miedo entre los votantes y aprovechar los votos para los candidatos del partido en las elecciones intermedia del 6 de noviembre. Sin embargo, entre todos los migrantes oídos por la Lusa, los relatos son coincidentes: hay miembros de las "maras", infiltrados en las caravanas.
"Maras" son las pandillas que aterrorizan a los países del Triángulo Norte de Centroamérica (Honduras, Guatemala y El Salvador).
"Sí, vinieron miembros de las maras con la caravana, pero salieron poco a poco, se quedan las familias", confirma a Lusa Keila Castro (30), a la entrada de su carpa en el campamento El Barretal, principal refugio de los migrantes en Tijuana, frontera con Estados Unidos.
Keila reconoce bien a los miembros de las pandillas: su ex marido era uno de ellos.
"Nosotros sabemos quiénes son", revela.
Keila recuerda el episodio del 25 de noviembre en que unos 500 migrantes aprovecharon una protesta inicialmente pacífica para forzar la entrada. El servicio fronterizo (Border Patrol) reaccionó con bombas lacrimógenas mientras prendía a 42 personas.
"Eran integrantes de las" maras ", hacen tumulto porque no pueden pasar legalmente, a cada nuevo episodio de fuga, más la caravana se purifica, es como un filtro, esas personas están desesperadas por cruzar porque no pueden esperar", cuenta Keila, que se partió de Puerto Cortés, Honduras.
"En la caravana vinieron muchos 'maras', sabemos quiénes son algunos, de otros, desconfiamos, no nos metámos con ellos", afirma la hondureña Gelen Onasis Padilla (28), también de Porto Cortés. Algunas características, como ciertos tatuajes, exponen a los integrantes de una banda.
La hondureña Anabel Pineda (26), de San Pedro Sula, también vio la entrada de pandillas durante la travesía de la primera caravana.
"Cuando estábamos en Guatemala, entraron 'maras' en la caravana, sí, el ambiente se puso pesado", confirma a Lusa Anabel, cuyo hermano entró para esa huelga del crimen organizado.
Neri Martínez (47) es una víctima de las "maras" en varios frentes del crimen. Primero perdió un cuñado, asesinado por resistir, durante un año, a entregar su propiedad a las pandillas. Después, los delincuentes le exigieron el llamado "impuesto de guerra", que consiste en extorsionar, mensualmente, parte de los beneficios de cualquier actividad comercial.
"Cada negocio que haya en Honduras tiene que pagar impuesto a las maras." Si te rebela o si alguna vez fallas, te matan. Yo no quería más pagar el 'impuesto'. Declara la quiebra del negocio y me vine ", explica a la Lusa este hondureño de Santa Bárbara.
Los marginales ocuparon una hacienda de café de la familia, impidiendo la entrada de los dueños. Para no acabar muerto como el cuñado ni perder por completo la propiedad, Neri vendió por 300 mil lempiras (10.830 euros), la hacienda que valía por lo menos cinco veces más.
La gota de agua que le hizo unirse a la primera caravana fue cuando su propio hijo de 14 años pasó a correr riesgo.
"A 'mara' persigue a adolescentes de 14 años para reclutarles, les pagan un salario de 1500 lempiras (54 euros) que los propios jóvenes necesitan cobrar en extorsión a los comercios, luego se convierten en asesinos. "Mi hijo es el último que me queda, incluso lo he retirado del colegio porque venden drogas, las pandillas de niños están organizados en Honduras", desabafa Neri.
Si alguien denuncia la criminalidad a la policía, "corre riesgo de vida porque el Estado está controlado por las maras, está en colusión con el tráfico de drogas".
"No podemos denunciar porque las 'maras' se quedan a saber en diez minutos, hay una asociación policial con el crimen organizado, denuncia.
Los dos principales pandillas son "Los 18" ("Barrio 18") y "Los 13" (Mara Salvatrucha Stoner 13 o MS13). Paradójicamente, ambos nacieron en los Estados Unidos durante los años 80.
La guerra civil en El Salvador (1980-1992), que dejó cerca de 78 mil muertos, expulsó a unas 40.000 personas a Estados Unidos, muchas de las cuales se asentar en la periferia de Los Ángeles. En la época, las pandillas mexicanas, coreanos y afroamericanos dominaban la región.
Jóvenes salvadoreños se integraron en la banda de mexicanos "Barrio 18". Otros fundaron su propio grupo como modo de protección de las demás. Así, nacía la Mara Salvatrucha Stoner o MS13.
Por compartir el origen de sus integrantes, el Barrio 18 y la MS13, eran hermanos, pero, con el tiempo, la disputa por territorios los llevó a tornarse rivales. En las prisiones de California, los miembros perfeccionaban jerarquías, códigos y métodos.
Durante los años 90, cuando también comenzó la construcción del muro con México, Estados Unidos endureció la política de inmigración, elevando las deportaciones. En El Salvador, los deportados encontraron un país devastado por la guerra, la pobreza y un Estado ausente. Fue el terreno fértil para la procreación que avanzó hacia realidades sociales semejantes en Honduras y Guatemala.
Más que pandillas callejeras, se convirtieron en crimen organizado, incorporando extorsiones, tráficos de armas, de drogas, de dinero y de personas, haciendo del Triángulo del Norte una de las regiones más violentas del mundo.