Ladrón de libros organizó un plan para obtener manuscritos de escritores famosos
Durante años, un italiano se hizo pasar por editor y agente para acceder a más de mil manuscritos de escritores, algunos de ellos de renombre, aunque nunca vendió ni publicitó las obras y acabó evitando la cárcel.
Algunas respuestas a la extrañeza del caso surgieron en el juicio de Filippo Bernardini, de 30 años, que terminó el jueves en un tribunal federal de Manhattan, EE. UU., donde el sospechoso se declaró culpable de fraude informático, cumplió condena y evitó un cargo que podría acarrear hasta 20 años de prisión.
Bernardini se hizo pasar por cientos de personas en su esquema, que duró desde agosto de 2016 hasta enero de 2022, cuando fue arrestado, logrando obtener manuscritos de autores como Margaret Atwood y Ethan Hawke.
En una carta enviada a la jueza Colleen McMahon, Bernardini se disculpó por sus acciones «vergonzosas, estúpidas e incorrectas» y describió un profundo amor por los libros desde la infancia.
El autor del esquema explicó que había hecho una pasantía en Londres en una agencia literaria, que no había podido quedarse a tiempo completo en el sector y que había visto manuscritos compartidos entre escritores y agentes.
Bernardini falsificó una dirección de correo electrónico de un conocido e imitó el tono de sus antiguos colegas para pedir un manuscrito que aún no había sido publicado. El éxito de este fraude convirtió su búsqueda de libros así obtenidos en una «obsesión, una conducta compulsiva».
“Cada vez que un autor me enviaba su manuscrito, sentía que todavía era parte de la industria. En ese momento, no pensaba en el daño que estaba haciendo”, agregó. “Nunca quise hacerlo y nunca di a conocer estos manuscritos. Quería tenerlos cerca de mi pecho y ser de los pocos en atesorarlos antes que nadie, antes de que terminen en las librerías”, justificó.
Para tratar de evitar la cárcel, los abogados de Bernardini entregaron al juez cartas de familiares, amigos y una de una víctima, el escritor Jesse Ball, quien pidió clemencia al considerar a la industria como algo «cada vez más corporativo» y argumentó que «debemos estar agradecidos cuando algo humano entra en escena: cuando la industria editorial se convierte por una vez en algo sobre lo que vale la pena escribir».
Al sopesar los argumentos de la acusación y la defensa, el juez desechó la idea de que el crimen no tuvo víctimas, pero consideró que una pena de prisión no ayudaría a las víctimas.
Bernardini, ciudadano italiano, pidió ser deportado al Reino Unido, donde vive con su pareja.
Tras su declaración de culpabilidad, Bernardini accedió a pagar una indemnización de unos 82.000 euros, que, según muestran los documentos judiciales, se destinará a Penguin Random House.
«La cruel ironía es que cada vez que abro un libro», escribió Bernardini sobre su pasión, «me recuerda mis errores y adónde me llevaron».