La victoria silenciosa de Theresa May
Cuando se llega a una encrucijada, las opciones son claras, aunque escasas e insatisfactorias. La negociación de Brexit, entre el Reino Unido y la UE, llegó a una encrucijada y ahora los británicos tienen que decidir: o aceptan el acuerdo alcanzado, o rechazan y salen sin acuerdo, o dan un paso atrás y ponderan un nuevo referéndum – para que, con información más realista sobre las implicaciones de la salida de la UE, los británicos puedan tomar una decisión final. Ninguna de las opciones es particularmente apelativa. Aceptar el acuerdo significa perder el voto en las materias europeas, pero mantener el Reino Unido insertado en las normas europeas -o sea, quedar sujeto a la UE pero sin tener fuerza dentro de la UE. Rechazar el acuerdo implica un corte en la relación del Reino Unido con las instituciones europeas, lo que sería un choque económico brutal. El lanzamiento de un nuevo referéndum sería una opción controvertida, además de reiniciar un proceso doloroso y de resultado imprevisible, nadie puede predecir para qué lado se convertiría la aguja. Es decir, el Reino Unido tendrá que elegir el camino menos malo.
Es inequívoco que, desde el punto de vista negociador, esto representa una gran victoria para la UE, que vació el poder del Reino Unido y aseguró que los riesgos se encontraban en el lado británico y no en el de los Estados miembros. Pero vislumbrar victorias en este proceso será siempre erróneo: con un Brexit, todos van a perder. Si hay algo bueno en este proceso, es que esto se ha aclarado, y eso se debe a Theresa May.
El Brexit fue un gran fracaso, y de otro modo no podría suceder porque el Brexit fue, desde el primer día, una gran mentira. Las figuras como Boris Johnson, David Davies o Michael Gove, en el Partido Conservador, o como Nigel Farage, en el UKIP, hicieron una entusiasta campaña prometiendo lo que sabían nunca poder cumplir – una salida de la Unión Europea en la que el Reino Unido mantendría todos los beneficios pero se liberaría de todas las amarras. Festejaron la victoria como una especie de jugada de genio para devolver soberanía y riqueza al Reino Unido. El resultado está a la vista y desenmascara las falsedades: un acuerdo negociado por defensores del Brexit (que se despidieron cuando percibieron el previsible desenlace) y que hace tabla rasa de sus promesas y pretensiones. Más: Boris Johnson, que ya se posiciona para el liderazgo de los conservadores en la expectativa de la caída de Theresa May, ha convertido su currículum político en un registro de irresponsabilidades e intrigas. Su credibilidad política, como la de otros defensores de Brexit, es cada vez menor.
Los periódicos británicos se entretienen a narrar la historia de una derrota política y ya han escrito el obituario político de Theresa May, sólo están a la espera de que ceda a la presión y caiga del lugar de primera ministra. La verdad es que nunca nadie dio nada por ella – vacilante, débil oratoria y contestada por sus propios compañeros de partido. Pero aunque se despide en los próximos días o semanas, May, que nunca quiso el Brexit pero aceptó llevarlo adelante, se reveló la estratega que nadie anticipaba y obtuvo una victoria silenciosa, pero estruendosa, cuyos efectos pueden cambiar el rumbo de los acontecimientos : al negociar un acuerdo que mantiene al Reino Unido vinculado a la UE, aunque de forma inaceptable para quien apoya el Brexit, May metió a los promotores del Brexit a defender un segundo referéndum-esta vez sobre un Brexit de implicaciones concretas y no la fantasía que Boris Johnson y otros vendieron a los británicos. Este es un momento clave, aunque no lo defienda oficialmente. Porque un nuevo referéndum es la única hipótesis de revertir el Brexit. Y porque la única forma de desencadenarlo es si son solicitados por los propios defensores del Brexit, vencedores del primer referéndum – y nunca por ella, pues si fuera reclamado por los derrotados sonaría siempre el ajuste de cuentas antidemocrático. Theresa May se sacrificó y hasta puede caer, pero cae de pie porque abrió una ventana de esperanza: el Brexit dejó de ser irreversible. Es imposible saber si algo bueno saldrá de esa ventana. Pero es forzoso constatar que es de esta fibra que se hacen los grandes políticos.