La mula de la cooperativa
«Donde muere la vergüenza, nacen dispositivos deshonrosos» – Camilo Castelo Branco
A lo largo de los 900 años de historia de Portugal, se produjeron numerosos acontecimientos que lo marcaron con mayor o menor intensidad. Tuvimos hechos positivos – la epopeya de los descubrimientos marítimos, el Tratado de Tordesillas y nuestra dimensión en el mundo entonces, la batalla de Aljubarrota, los hechos del 1 de diciembre de 1640, la revolución del 25 de abril de 1974 y toda la situación democrática que desde entonces esa vez empezamos a vivir y entrar en la CEE, más tarde en la Unión Europea.
Pero también tuvimos hechos negativos que terminaron marcándonos: una burguesía que no supo ser, particularmente visible en el Entreposto de S. Jorge da Mina; la entrega a flamencos y holandeses del oro de Brasil y las especias de la India; el período 1580-1640 (presencia castellana en Portugal); Miguel de Vasconcelos; el terremoto de 1755, las invasiones francesas, la dictadura y el golpe del 28 de mayo de 1928 y la guerra colonial.
En todo momento de nuestra historia hubo portugueses que, alimentados de la falta de un marco legal o porque se creen más listos que los demás, intentaron «pasar la pierna» a aquellos en la misma situación que se regían por principios y valores de ciudadanía, urbanidad, respeto cívico y ética, y como tales esperaban su turno para acceder a cualquier cosa, pero siempre guiados por altos estándares, especialmente respetando a los demás.
Estos «inteligente« no son ni hoy ni los últimos 200 o 300 años. LA «ingenio sabio« se remonta a la Edad Media, y la postura de estos portugueses llegó tan lejos que incluso hoy en Italia cuando alguien quiere referirse a otra persona, por su comportamiento y actitudes objetables y en línea con lo mencionado anteriormente, llama “Portogheses”.
Todo esto sirve como marco para aquellos «Portogheses» que, evocando las razones más patéticas, papalvas y bacocas, aprovechó para «pasar la pierna« especialmente los ancianos, y fueron inoculados con la vacuna Covid, cuando su turno de tomar la misma vacuna sería más hacia mediados o finales de año.
Es tan incondicional que el acto se compila y configura, solo veo una salida. Todos sean acusados y castigados civil y penalmente, sin la más mínima contemplación.
Civilmente, pagando una gran multa que revertiría al Estado o al Seguro Social. En términos penales, ser condenados a prisión efectiva, aunque no sea por un mes o dos, para que además de la vergüenza que ciertamente sentirían, pudieran de alguna manera «pagar« por la conducta totalmente despreciable que tuvieron, sobre todo con los que nos han dado mucho y a los que Portugal les debe mucho, los más viejos y debilitados.
Pero la vergüenza todavía no forma parte (lamentablemente) del léxico (especialmente moral) de algunos portugueses.
Es, de hecho, irritante ver cómo algunos intentan justificar el abuso, casi siempre recurriendo a justificaciones patéticas, absurdas y abominables, pareciendo estar hablando con una horda tribal como ellos.
Es muy posible (como sucede mucho en Portugal) que la culpa muera soltero. Pero tal vez no, porque el mula cooperativa que todo lleva, a pesar de los sobornos de la revuelta, acabará cargándose con la culpa de todos, despejando los excesos de quienes no tenían el menor respeto por nuestros ancianos y otros y otros, portugueses y portugueses, que por su débil situación, debería haber sido vacunado antes de estos «Inteligente».
Algunos dirán que fueron pocos, eso no hizo mucha diferencia. Yo digo: incluso uno bastaría para manchar un proceso que quiere estar inmaculado.
El autor escribe según la ortografía antigua.