La guerra de Ucrania expone el cambio de rumbo que trazó el acuerdo Rusia-OTAN hace 25 años
“Estos son nuevos tiempos”, declaró Bill Clinton, entonces presidente de los Estados Unidos, el día de la firma del primer acuerdo de cooperación económica y militar tras la Guerra Fría entre Rusia y la OTAN, ahora en bandos opuestos de la Guerra de Ucrania. .
El pacto, entonces inesperado, se denominó Acta Fundacional OTAN-Rusia y se firmó el 27 de mayo de 1997, hace 25 años, eliminando formalmente los últimos vestigios de la Guerra Fría ocho años después de la caída del Muro de Berlín.
Boris Yeltsin, en la Presidencia rusa, celebró el acercamiento a Occidente declarando que los misiles nucleares de su país -hoy sacados a la luz por figuras del régimen de Vladimir Putin- ya no estarían dirigidos a los miembros de la OTAN. La alianza militar liderada por Estados Unidos, por otro lado, se comprometió a consultar a Moscú en la toma de decisiones y no desplegar un gran contingente militar y armas nucleares en las fronteras rusas.
“La OTAN trabajará junto con Rusia, no contra ella”, dijo Clinton sobre el acuerdo, en términos que hoy, a la luz de las declaraciones de Putin, suenan fuera de lugar. Años antes, la alianza militar también se habría comprometido a no interferir con la energía nuclear rusa ni expandirse a Europa del Este, donde se encuentran las antiguas repúblicas soviéticas.
Más que promesas de no agresión, el pacto abrió espacio para cierto nivel de diálogo e intercambio de información sobre temas sensibles de seguridad -entre los principales en ese momento, en otra ironía con los tiempos actuales, estaban la desestabilización política de Afganistán y el fortalecimiento de los talibanes tras la retirada de las tropas soviéticas del país en 1989. También se planificaron maniobras militares conjuntas, aunque no hay constancia de su realización.
«El texto generó una serie de avances, pero aun así, siempre hubo una gran resistencia contra un enfoque militar razonado», dice Leonardo Trevisan, profesor de relaciones internacionales de la PUC-SP.
Dice que aunque la Unión Soviética se disolvió en 1991, la invasión rusa de Chechenia con el objetivo de derrotar un movimiento independentista tres años después dejó la desconfianza hacia los países de la OTAN. “Se concluyó que el Kremlin estaba interesado en una negociación económica, pero militarmente los rusos seguían igual. [da Guerra Fria].»
Aunque con cautela, Rusia y la OTAN se acercaron a fines de la década de 1990 en un contexto en el que estaba surgiendo un nuevo orden mundial. Según Trevisan, al formalizar el pacto con el Kremlin, la Casa Blanca y la OTAN intentaban construir en Moscú una especie de tercera vía entre el capitalismo y el comunismo.
«La idea era que para resolver el problema de la animosidad con Rusia era necesario integrarla. Moscú, en cambio, quería recomponer sus estructuras económicas dentro de la lógica de la globalización».
Como antecedente, Trevisan dice que los países de Europa occidental estaban interesados en negociar el petróleo ruso para gastar menos. La fundación de la Organización Mundial del Comercio en 1995 fue otro factor que influyó en la firma del acuerdo.
Gunther Rudzit, experto en seguridad internacional y profesor de relaciones internacionales de la ESPM, recuerda que el colapso de la Unión Soviética dejó a Rusia debilitada política, económica y militarmente. En ese contexto, la firma del Acta Fundacional fue una forma que encontró Yeltsin de darle a la población algo así como una especie de premio de consolación, que mostraría que el país estaba integrado y buscaba caminos para salir de la crisis.
En la década de 1990, Rusia enfrentó altas tasas de deuda, inflación y desempleo, así como bajas tasas de crecimiento económico, como resultado de una transición acelerada hacia una economía de mercado. En 1998, la llamada crisis del rublo provocó el colapso del valor de la moneda y provocó que el país declarara una moratoria.
La crisis económica también abrió espacio para el avance del ultranacionalismo ruso, sentimiento que marca, en el año 2000, la llegada al poder de Vladimir Putin. Desde entonces, las relaciones diplomáticas entre Rusia y Occidente se han vuelto a enfriar.
“Yeltsin, cuando estaba en la presidencia, tenía una visión del mundo diferente, que no incluía la mentalidad de restablecer a Rusia como una gran potencia. Putin, por su parte, siempre desconfió de Occidente”, dice Rudzit.
La ofensiva rusa contra Georgia en 2008 provocó reacciones en Occidente y provocó la congelación del acuerdo. Años después, la anexión rusa de Crimea en 2014, considerada un ensayo del actual conflicto en Ucrania, fue el factor decisivo para, según el experto, “enterrar el ataúd” del Acta Fundacional OTAN-Rusia.