La "guerra civil" del Bloque de Izquierda
El Bloque de Izquierda (BE) ya gesticuló y ya gritó más en la plaza pública, pero eso es pura táctica.
Realmente, el BE y sus fautores y dirigentes (con el ex-seminarista Louçã a la cabeza) nunca ocultaron a lo que vienen.
Proyectan un país dividido, hecho de la lucha entre grupos más o menos organizados dentro.
De ahí, por ejemplo, recientemente, su adhesión tan pronta y tan fuerte al criminal divisionismo catalán.
Dividir para reinar puede ser la divisa del BE.
Con el objetivo de asumir a dado paso el control del aparato del Estado, primero, y después del país, para cambiarlo definitivamente y por la fuerza en su idiosincrasia, en su estructura moral y espiritual, en sus creencias y en sus tradiciones, si es posible en su antropología.
El dicho, redito y viejo mito leninista y estalinista, por no decir nazi, del hombre nuevo, bueno y porque sí.
El conflicto movilizado por el BE (todavía) no es de alta intensidad, a pesar de que ya está siendo sostenido y organizado a una escala relativamente grande, con el fuerte apoyo estratégico de una comunicación social transversalmente dominada y fascinada (con la honrosa excepción del Observador, de paso) y el silencio y la omisión de intervención de inmensos apaniguados.
De esta "guerra civil" (todavía) no armada que ha sido activamente agilizada por el BE desde que existe, ya resultaron no pocas víctimas – los enemigos a abatir – que son todos los guetizados y marginados del sistema dominante de dependientes del aparato del Estado totalmente ocupado y servido a la izquierda.
En este modelo de estrategia del BE, por ejemplo, ¿qué interesan o qué pesan los muertos de los incendios del interior rural del país del año pasado?
Nada, como se vio.
De hecho, sucede que ese interior rural olvidado y pobre no es por naturaleza bloquista y se opone al BE.
¿Qué habría ocurrido si estas mismas muertes habían ocurrido en el centro de la ciudad de Lisboa, por ejemplo, en el Bairro Alto?
Por supuesto, hay un precio a pagar por la maquiavélica visión torcida, divisionista y estatista del BE (un precio que, esperanzadamente, y desde un punto de vista financiero, el BE supone que pueda ser relativamente atenuado y más o menos recortado por remesas federativas de los diversos fondos europeos, por cualquier securitización europea de nuestra deuda soberana, o por la estatización de la banca y de los seguros y de la energía), y que es el total marasmo económico y el inevitable compromiso de nuestro futuro colectivo histórico, que podía ser prometedor.
El futuro presente de un pueblo libre, occidental y creyente que cuenta con una historia gloriosa (evidentemente y no por casualidad, el BE combate, deturpa y rechaza nuestra historia colectiva).
Por otro lado, está en los libros que uno de los lados de una guerra civil es el Estado, de ahí que la intensidad con que el BE promueve la perturbación social-cultural y política ande a la par de su anhelo gubernativo.
De ahí, también, como es obvio, la patria táctica y política de la geronación (bajo los auspicios de un PS ama sequía decadente y aturdido).
De ello se desprende que las convenciones internacionales no definen específicamente "guerra civil", pero una de las condiciones enumeradas por muchos cuatro requisitos que parecen encontrarse en Portugal con respecto a la SER:
a. El partido rebelde debe poseer una parte del territorio nacional (las grandes ciudades y centros urbanos desmoralizados y dependientes del Estado donde el BE concentra sus votos).
b. La autoridad civil insurgente debe ejercer la autoridad de facto sobre la población dentro de una porción determinada del territorio nacional (la participación del BE en un acuerdo de incidencia parlamentaria o de gobierno es en esa medida crucial).
c. Los insurgentes deben tener un cierto nivel de reconocimiento como beligerantes (el BE lleva la palma en ese campeonato).
d. En el origen del conflicto se plantean cuestiones definidas en términos de grupo social, religión, orientación o de otra filiación social, pero, de hecho, los conflictos empiezan por pura codicia, por razones del puro interés económico de individuos y grupos.
El caso Robles, por ejemplo, así como el origen estatal, para-estatal o del sector público de la mayor parte de los ingresos percibidos a la izquierda hablan de ello y de una dependencia que está directa y cínicamente correlacionada con la cerrada presión política bloquista.
Sólo que las mañana del BE no cantan.
Lloran.
Miguel Alvim es abogado