La falsa dicotomía entre salud y economía
La historia nos permite sacar algunas conclusiones sobre las pandemias que a veces tendemos a olvidar. El primero es que ninguno dura para siempre. Aparecen, causan víctimas, hacen estragos y, tarde o temprano, acaban desapareciendo. Y, como todas las otras pandemias que la precedieron durante milenios, la pandemia de Covid-19 también llegará a su fin. La enfermedad seguirá existiendo, pero llegará el día en que ya no podrá propagarse sin control.
La segunda conclusión es que ninguna sociedad puede vivir una pandemia de esta dimensión sin sufrirla, tanto desde el punto de vista humano como económico. No existen recetas milagrosas que permitan pasar por un evento así sin perder innumerables vidas humanas o sin dañar la economía. Todo lo que los gobiernos pueden hacer es tratar de minimizar estos impactos.
La tercera conclusión es que, en la mayoría de los casos, no es posible elegir entre luchar contra la pandemia o mantener la economía en funcionamiento. Si, como defienden algunos, pudiéramos pretender que el Covid-19 es una especie de gripe, el impacto en la economía sería negativo. Incluso podría profundizar, como sucedió en Suecia. El país nórdico, que no adoptó la estrategia de confinamiento generalizado durante la primera ola de la pandemia, ha sido presentado por muchos como un modelo a seguir. Pero los resultados de la estrategia sueca son cuestionables, sobre todo si hacemos una comparación con lo ocurrido en países vecinos que optaron por medidas más duras.
Las estadísticas muestran que Suecia tuvo un peor desempeño no solo en el frente de la salud, con casi seis veces más muertes por millón de habitantes que la vecina Dinamarca, sino también en la economía. En el segundo trimestre de 2020, el PIB sueco cayó un 8,6%, frente a una caída del 7,4% en Dinamarca. El desempeño sueco también estuvo por detrás del de otros países de la región, como Finlandia y Noruega, tanto en salud como en economía. Por supuesto, esto no significa que Suecia haya hecho todo mal. Por ejemplo, mantuvo las escuelas en funcionamiento, sin provocar un aumento significativo de los brotes. Pero estas cifras deberían al menos hacer reflexionar a quien nos presenta el caso sueco como modelo a seguir.
Portugal no puede volver a un encierro general como el de marzo, porque el Estado no tiene capacidad para apoyar a familias y empresas durante el tiempo que dura esta segunda ola de la pandemia. El comercio debe estar abierto, al igual que los restaurantes, peluquerías y cafés. Pero no debemos caer en la trampa de la falsa dicotomía entre salud y economía, ya que, como indican varios estudios internacionales, lo que es mejor para la primera acaba siendo también para la segunda. Se deben tomar las medidas necesarias de manera oportuna para combatir la propagación de la enfermedad, de lo contrario se perderán más vidas y la economía tardará más en recuperarse. Es mejor actuar ahora que después para perseguir la pérdida.