La evolución de los wearables como herramientas de inclusión y accesibilidad
¿Cuántas veces hemos sentido curiosidad por saber la distancia que recorremos durante un día, o cuántas escaleras subimos en el trabajo y cuánto tiempo dedicamos a la actividad o al descanso?
Esta información, además de satisfacer nuestra curiosidad, es muy importante para vigilar nuestra salud.
La preocupación por monitorear estos hábitos existe desde hace mucho tiempo y ha aumentado durante el período de pandemia. Las proyecciones actuales estiman un crecimiento anual de aproximadamente 8,26% hasta 2027.
Los relojes inteligentes se han convertido en protagonistas de este tipo de seguimiento por sus características no invasivas y porque cuentan con funcionalidades que identifican automáticamente las actividades físicas que realizan los usuarios a lo largo del día.
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Esto es posible a partir de la información recopilada por los diversos sensores presentes en estos dispositivos, como los sensores de movimiento y cardíacos, que proporcionan datos para los modelos de aprendizaje automático. Así, pueden identificar y clasificar las actividades cotidianas.
Un ejemplo práctico es el reconocimiento del tiempo de inactividad y también de actividades como correr y caminar, incluyendo métricas como velocidad, cadencia, distancia y tiempo transcurrido.
Todos estos datos pueden ser muy útiles para monitorear la salud y el rendimiento del usuario, ayudando a un médico o entrenador a tomar una decisión, por ejemplo.
La sencillez y eficiencia de los relojes inteligentes a la hora de realizar diversas tareas de monitorización ha impulsado las ventas de este tipo de dispositivos con una previsión de tasa de crecimiento anual compuesta (CAGR) del 9,5% entre 2023 y 2030, en un mercado que podría rondar los 70 millones de dólares .
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Con el éxito rotundo de este mercado, cada vez más empresas y desarrolladores vuelven la vista hacia nuevas aplicaciones. Por ejemplo: uso de gestos específicos para controlar otros dispositivos y activar funciones del propio reloj.
Actualmente, esta forma de interacción aún está en sus inicios, utilizando en su mayoría gestos fijos y más simples, como balancear la mano o el brazo del usuario para realizar una tarea específica.
Sin embargo, en un futuro no muy lejano, los modelos de inteligencia artificial podrían usarse para detectar automáticamente gestos más precisos, como el movimiento de un dedo específico o una secuencia de movimientos que involucren diferentes posiciones de manos y dedos.
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Esto representa un paso muy importante hacia la inclusión social y la accesibilidad.
En el caso de la lengua de signos, los relojes inteligentes facilitarían la comunicación a través de la detección y transcripción automática de gestos, eliminando la necesidad de que las personas conozcan la lengua de signos.
Otra posibilidad sería el control total de una casa inteligente a través de gestos, solo usando el reloj.
Estas dos aplicaciones ya nos muestran que existe un enorme potencial en el uso de este tipo de tecnologías para mejorar la calidad de vida y el bienestar de las personas.
Es la tecnología que facilita la vida de las personas y aporta grandes avances en nuestra sociedad.
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*Marcos Negreiros Rylo tiene una maestría en ingeniería eléctrica con enfoque en aprendizaje automático y reconocimiento de patrones de la Universidad Federal de Amazonas (UFAM) y trabaja como investigador de inteligencia artificial en el Instituto Sidia de Ciencia y Tecnología.