La escuela murió. ¡Viva la Escuela!
La escuela que tenemos – que fue la invención (bellísima!) Con que el hombre democratizó el mundo y lo hizo más amable y más humano -, al cabo de más de 100 años … ¡murió! Como han muerto algunos de los presupuestos con que, hoy, ella todavía funciona. Tales como aquel que la lleva a suponer que todos los niños, apenas entran en la escuela, aprenden "de cero", de la misma forma ya la misma velocidad. ¡Cómo habrá muerto – felizmente! – el equívoco que, no hace mucho, asoló la escuela que hizo que, en determinado momento, pareciera querer transformarse en una especie de "línea de montaje" de "jóvenes tecnócratas de éxito", como si la escuela, en vez de aprovechar las singularidades y de las matizar con pluralidad, sirviera más para excluir que para incluir. ¿Cómo va a morir la idea de que será con las nuevas tecnologías que se reinventa la escuela, aunque tenga, todavía, "Vicios de forma" que vienen del siglo XIX, una idea de profesor que a veces se quedó en el siglo XX, alumnos del siglo XXI y desafíos para el próximo siglo que no siempre caben en las respuestas que ella proporciona. Y habrá muerto – afortunadamente – la idea de que la escuela se construye de arriba hacia abajo y de fuera hacia adentro, o sin los profesores y sin los padres.
La escuela puede ser más bonita, más acogedora y más acogedora! Puede ser seria y exigente, pero amiga del entusiasmo y divertida. Puede ser una escuela comprometida con el intercambio de ideas, más centrada en la sabiduría con que los niños allí llegan y más empeñados con la utilidad y la versatilidad de los conocimientos con que de allí salen. Y puede ser más atenta a su cuerpo, a su imaginación prodigiosa, a la sensibilidad con que interpretan ya la forma en que intuyen antes, aún, de percibir.
La escuela va a tener que reinventar: de los tiempos de escuela a los manuales escolares. De la manera en que evalúa los métodos con que enseña y da a conocer. De la forma en que prepara para la vida y cómo transforma en instrumentos útiles las pequeñas cosas, aparentemente insignificantes, que se aprenden todos los días, casi sin querer.
La escuela puede ser más bonita. Y es por eso que estamos tan decididos a convertirla. Con buenas ideas, con nuevas formas de vivir y con pequeños proyectos que impliquen a los padres y la escuela en una sociedad de personas que se confíen a la construcción de niños sabios, humildes, con garra y con pasión, pero que sean sobre todo personas mejores . Es por eso que ansiamos por una escuela que escuche; más atenta a los intereses de los niños, desde el recreo al aula. Y que las ayude a pensar, a discurrir ya escoger. Y es, por eso, que trabajamos para que los niños se vuelvan más comprometidos, mejor educados y más civilizados. Más implicadas con el mundo a su alrededor y más solidarias. Y más convencidas en la forma en que todos juntos conquistar a la escuela cada día un rostro más humano.
Es por eso que todos creemos que con la Escuela Amiga del Niño se inició una "revolución tranquila" que, con la ayuda de todos, cambiará la escuela y transformará la educación. Con los padres, reclamando para sí el desafío de conectarse a la escuela para que se conecte, más y mejor, a todo aquello que lleve a que sus hijos crezcan mejor. Y con todos los profesores, como personas preciosas que van de extraños o desconocidos a personas insubstituibles y de la familia, en el espacio de algunos meses. Todos juntos, a construir una escuela donde el conocimiento y la humanidad se entrelacen cada vez más, todos los días.
¡Los niños aman la escuela! Pero la escuela no ha amado a los niños. Y les debe eso; ¡con urgencia! La escuela, todas las escuelas, debían ser una "república de los niños". Donde, considerando la escuela, los niños sean el principal y los profesores lo indispensable. Y donde cada profesor no pierda de vista que, cuando un niño conoce, ella hace tres preguntas: "¿qué es esto?"; "Por qué?" Y "para qué es que sirve ???". Y sobre todo aquello que ella aprenda es supuesto que un niño piense, discurre, hable y emprenda. Es por eso que la escuela tiene que incentivar la singularidad, animar la diversidad y acoger la asociación. Y, ahora, tiene que prescindir de los alumnos que se "matan" a estudiar y acariciar a aquellos que pasean los libros y se pasean en los libros. Sin perder nunca de vista que aprender es esperar. Pero, mucho más que esperar es, también, escuchar, preguntar, dudar y exigir.
Los niños tienen gusto de que la escuela tenga gusto de ellos. ¡Y nos gusta que "huyan" a la escuela! Es por eso que los niños agradecen a todos los padres ya todas las escuelas que han aceptado unirse a este proyecto que trabaje para hacer la escuela en un laboratorio de la libertad, un taller de la justicia, un gimnasio de la diversidad, un "comedor" la inclusión y el recreo de la sabiduría.
Y quedarán, sobre todo, muy reconocidas si, en la segunda edición de la Escuela Amiga del Niño, formen parte de aquellos que sueñan y trabajan por una escuela que conecte familia, educación y mundo como un puente, irrequieta, para el futuro.
En el marco del Día Internacional de los Derechos de los Niños y del lanzamiento de la 2ª Edición del Proyecto Escuela Amiga del Niño