La circunscripción y todo lo demás

La apelación de primera circunscripción del globo al viaje de Fernão de Magallanes surgió en primera instancia en España, en el regreso del navi sobreviviente de su flota a Sevilla en 1522. El término se justificaba para quien asistió, deslumbrado, a la llegada del que se quedaba de una flota que salía de Sevilla y que, navegando siempre hacia el Oeste, volvió de nuevo al punto de partida. El término captó la imaginación de los medios marinos contemporáneos en Europa. El propio rey Carlos I de España, inscribió la expresión en latín Primus Circumdedisti Me (El primero a circundarme) sobre un globo terrestre en las armas que concedió a Sebastian del Cano, el valiente capitán de la nave sobreviviente. También en Portugal, la figura constante Ferdinand Magellan del monumento a los descubrimientos, seguro en la mano, un instrumento para la circunnavegación alusiva.

Sin embargo, la adopción de esta expresión en las celebraciones del viaje de Magallanes ahora se llevan a cabo en Portugal y España trae problemas, y puede contribuir a las controversias que han surgido. Esto porque ni Fernão de Magallanes y, mucho menos Sebastián del Cano, alguna vez planearon un viaje de circunscripción, siendo la realización de tal hecho sólo una consecuencia inesperada de un viaje que no corrió como se esperaba. Tal no retira el mérito a quien, como el Cano, trajo de vuelta a los sobrevivientes de la flota de cinco barcos que de Sevilla habían salido bajo el mando de Fernão de Magallanes. Para más, de entre estos sobrevivientes, se contaban los cinco tripulantes que habían escrito diarios durante el viaje, de los cuales el más conocido fue el italiano António Pigafetta. Tales diarios acabaría por fundamentar la enorme fama de que Magallanes vendría a disfrutar en el mundo.

Sin embargo, un análisis más detallado sobre los méritos del viaje, tal como había sido planeado por Magallanes, revela una realidad mucho más interesante y, en su límite, mucho más provechosa para España, que la circunscripción. De hecho, pasado el primer entusiasmo, la circadación, como tal, no traía ventajas desde el punto de vista de la verdadera misión comercial de la expedición. El contrato estableció en 1518 siendo el rey Carlos I y Fernando de Magallanes especificó que el objetivo era llegar a las islas de las especias, respetando al mismo tiempo los intereses de Portugal establecidas en el Tratado de Tordesillas. Se concluye, sin duda, que la intención era la de buscar las islas navegando hacia el Oeste y, una vez realizado, regresar por el mismo camino. Ninguna circunla navegación había sido contemplada.

La elección de un navegante portugués para dirigir una expedición había nada sorprendente. Ya en 1513, seis años antes de Magallanes, el portugués Joao Dias de Solis había estado a cargo de capitán de una misión española fracasado en encontrar un pasaje que une el Atlántico con el mar cercano. Había, en esos momentos, falta de navegadores y pilotos experimentados en Sevilla. Incluso el rey Fernando de Aragón escribe la casa contracción en Sevilla (equivalente a la Compañía de Guinea / India en Portugal) en 1513, que dice: "ya saben cuanta necesitará heno en los pilotos de esa casa que Sean expertos en Las Cosas de navegación (…), donde yo te envío que algunos adj pilotos portugueses vinieram la ESA Ciudad ellos recojáis y tratable busque y muy SUS les hagais Asientos lo mejor que pudiéres"[i]. Había un buen número de portugueses que fueron a Sevilla por varias razones. Entre ellos se contaron piloto Esteban Gomes, Dias de Solis y cartógrafo Jorge Reinel, este último que huyen de la justicia portuguesa. El acercamiento de una persona del calibre de Fernão de Magallanes a Sevilla fue una gran suerte para los medios náuticos de aquella ciudad. Y, como tal, fue rápidamente entendida al más alto nivel de la gobernación española. En una muestra de gran inteligencia y perspicacia, todos se trasladaron en España para aprovechar este talento portuguesa que les ofreció sus servicios. ¿Por qué?

En primer lugar, la experiencia, el conocimiento y la experiencia de los Nautas generales portuguesas en viajes oceánicos longíssimas a destinos desconocidos, que la vocación marítima portuguesa les había traído desde el principio del siglo XV. De hecho, la opción de D. Juan II apuntaba a una navegación a lo largo de la costa africana entonces desconocida en Europa y, después, por una avanzada para la India por mares que tan poco se conocían. Eran rutas muy largas que a menudo implicaban verdaderos saltos a lo desconocido. El modelo español, desarrollado muchos años después, era diferente. Contemplaba viajes más cortos y sustancialmente menos espraiados por lo desconocido. Cuando Colón sale del Atlántico en 1492, el portugués ya había llegado al cabo de Buena Esperanza. El primer viaje de ida y regreso de Colón a las Américas duró cerca de siete meses, mientras que un simple viaje de ida desde Lisboa a la India, tuvo al menos seis meses. Era por lo tanto natural que había desarrollado en Portugal una técnica de preparación humana, la logística y el material para su viaje diferente del modelo muy español. Tal técnica sería de gran ayuda en España si ese país considere un viaje que, por su naturaleza y alcance, más se acercaba el modelo portugués. Era el caso del viaje de Magallanes.

En segundo lugar, las autoridades marítimas españolas fueron atraídas por las características y experiencia propias de Fernão de Magallanes. Vivera en los mares de la India ocho años, en los grandes tiempos del Virrey D. Francisco de Almeida y del gobernador Alfonso de Albuquerque. Magallanes participó en la mayoría de los episodios salientes de esa era: patrulló las costas del África oriental, participó en la gran batalla de Diu en 1509, en la toma de Goa en 1510 y, finalmente, en la conquista de Malaca en 1511. En suma, había intervenido activamente en aquellos episodios que permitió a los portugueses para establecer un dominio indiscutible y exclusivo en el Océano Índico durante más de 30 años. Desde una posición inicialmente oscura, Magellan sería mencionado, tanto el virrey Almeida como el gobernador Afonso de Albuquerque, en correspondencia de la India al rey Manuel de Portugal. Esta acumulación de talento y experiencia en las larguísimas y aventuras viajes del oriente no estaba, naturalmente, disponible en Sevilla en aquellos años.

Las motivaciones del rey Carlos I en aceptar las propuestas de Magallanes era, en primera instancia, de naturaleza financiera: ambicionaba recoger en España los fondos necesarios para financiar su candidatura al trono del Imperio Romano-Germánico. A su llegada a España, viniendo de Flandes donde vivía, requirió abundantes fondos a las cortes de Valladolid y Zaragoza. También la perspectiva de compartir con el rey de Portugal el fabuloso ingreso Comercio del Este, que por lo enriqueció el monarca portugués, era fascinante para el nuevo rey español. Ya las motivaciones de Fernão de Magallanes eran otras. Por encima de todo, la necesidad de vengar el agravio sufrido a manos del rey de Portugal, que estaba en el origen de su viaje a España. La mejor manera de hacerlo sería comandar, con éxito, la mayor y última de los grandes viajes de la era de los descubrimientos. Esta espejería lo hizo de Vasco da Gama, al rodear un continente al oeste, simultáneamente completando el viaje en que Colón había fallado, por no haber llegado al oriente. Esta ambición, la cara profunda del ego Magallanes, fuera quizá inspirado por lo que había visto de cerca, página tan joven en la corte del rey Juan II: la llegada a Lisboa de Colón a las Américas en 1493, la negociación del tratado de Tordesillas en 1493 Y el triunfante regreso de Vasco da Gama de la India en 1499. Para alcanzar su objetivo, Magallanes tenía que satisfacer los criterios del rey de España, lo que hizo, seduciendo con la alegación de que las islas de las especias estarían localizadas en el lado español del contra-meridiano de Tordesillas y, por lo tanto, accesibles al comercio de España.

Una vez su proyecto aceptó, Magalhães inició los preparativos para el viaje. La noticia de estos acontecimientos llevó a la corte portuguesa. D. Manuel y sus consejeros intentaron de todas maneras impedir que el viaje se hiciera a través de sus diplomáticos en España y también de intrigas y amenazas físicas contra Magallanes y su equipo. Tales acciones no alcanzaron sus objetivos, pero inquinaron la confianza que Magallanes ganó en los círculos marítimos españoles. El rey se ve así inclinado a colocar en la flota de Magallanes personas de su confianza personal, con el fin de vigilar de cerca el comportamiento de Magallanes. El efecto desestabilizador de estos elementos, sumado a la falta de inclinación de muchos de los tripulantes españoles a las salidas de diferentíssimo modelo portugués, que dio lugar a dos revueltas, uno frente a la costa de Argentina (que Sebastián del Cano se unió) y otros ya en el estrecho de Magellan. Los cabecillas españoles del primer motín fueron juzgados de forma cruel e inmediata, siguiendo el ritual que Magalhães había visto a D. Francisco de Almeida aplicar a sus enemigos en la India. Los segundos amotinados simplemente abandonaron la flota y regresaron a España con su nau.

De ahí en adelante es sólo Magallanes el verdadero y tranquilo hilo conductor de todo el emprendimiento. Al salir del estrecho y navegando a lo largo de la costa de Chile, Magallanes estaba alcanzando el estatuto que había ambicionado. Había repetido la proeza de Vasco da Gama y estaba en camino de cumplir el objetivo que había escapado a Colón. En Filipinas, Magellan continuó aplicando las estrategias aprendidas de los portugueses en la India. Una de ellas consistía en reunir a los aliados que necesitaba para apoyar su viaje, ofreciendo el poder de sus armas para defenderlos de sus enemigos. Los portugueses fueron en la costa este de África, apoyando el sultán de Malindi en contra de su enemigo desde Mombasa y en la India socorriam la reina de Kollam en contra de su enemigo, el Samuri de Calicut. Ganaban así apoyos logísticos costeros, preciosos para el avance de sus flotas. Desafortunadamente Magallanes murió en 1521 cuando ponía en práctica un proceso similar en las Filipinas, al proporcionar su apoyo al gobernador local de Cebú contra su enemigo y vecino, de Mactan.

En los años que siguieron, los españoles intentaron varias veces reproducir el emprendimiento. No estaba en cuestión repetir la circonación, pues ésta, como circuito comercial, no era viable, ni práctica, ni siquiera legal. Se trataba de encontrar la ruta de regreso de Filipinas al estrecho de Magallanes o, preferentemente, a la costa oeste de México, tal como Carlos I y Magalhães habrían encarado. Varias flotas fallaron en este propósito, con gran pérdida de vidas y material hasta que, más de 40 años después de Magallanes, aparece Andrés de Urdaneta, un gran, perspicaz y extremadamente persistente, geógrafo, explorador y militar español. Este logra, por primera vez, encontrar la ruta correcta de regreso, que tanto había eludido a los españoles. Esta ruta contemplaba la navegación de Filipinas hacia el norte, hasta las latitudes de Japón, siguiendo luego hacia el este, aprovechando el circuito de los vientos del Pacífico norte. Estos acabarían por llevar las flotas españolas al puerto de Acapulco, en la costa oeste de México.

Este descubrimiento vino a abrir el Pacífico para una importantísima corriente comercial española que traía productos orientales de Filipinas a Acapulco, desde aquí, por tierra, hacia el puerto de Vera Cruz, en el Golfo de México, desde donde seguían por mar a Cuba y, finalmente, a España y Europa. Era la carrera del famoso Galeón de Manila, que funcionó más de dos siglos, trayendo grandes beneficios a los armadores, comerciantes y navegadores españoles ya la propia corona de España. Curiosamente, una de las últimas grandes embarcaciones a realizar este viaje, ya en el siglo XIX, se llamaba Magallanes.

Parece tan importante que las celebraciones que se van a llevar a cabo después de un arco a la circunnavegación, se realiza principalmente a la justicia genio personal del portugués Fernando de Magallanes, el conocimiento portugués fabulosa de carga que había llevado con él y el más notable hecho de español Urdaneta. Juntos domaron el Pacífico para provecho de España, al transformar ese enorme océano en un verdadero y exclusivo lago comercial español. Carlos I nunca habría esperado tanto.

[i] R Real Cédula a los Oficiales de la Casa de Contratación, Madrid 28 de Diciembre de 1513. Publicado por Serrano y Sanz, Preliminares p. CCXXXIV

Nacho Vega

Nacho Vega. Nací en Cuba pero resido en España desde muy pequeñito. Tras cursar estudios de Historia en la Universidad Complutense de Madrid, muy pronto me interesé por el periodismo y la información digital, campos a los que me he dedicado íntegramente durante los últimos 7 años. Encargado de información política y de sociedad. Colaborador habitual en cobertura de noticias internacionales y de sucesos de actualidad. Soy un apasionado incansable de la naturaleza y la cultura. Perfil en Facebookhttps://www.facebook.com/nacho.vega.nacho Email de contacto: nacho.vega@noticiasrtv.com

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