Justicia investiga relación de grupo extremista con atacantes de Cristina Kirchner
Jonathan Morel y Leonardo Sosa, ambos de 23 años, son socios y trabajan en un taller de carpintería en el barrio de Boulogne, Gran Buenos Aires, con otro pequeño grupo de empleados. Hasta principios de este año, apenas se habían involucrado en política; debatieron en tono repugnante la situación del país con amigos de bares de la región.
En mayo fundaron la Revolución Federal, un llamado grupo apolítico de protesta social cuyo principal blanco de críticas y ataques es el actual gobierno del presidente Alberto Fernández y su vicepresidenta, Cristina Kirchner. La organización se ha convertido ahora en objeto de una solicitud de investigación por parte de la jueza María Eugenia Capuchetti, quien lleva el caso del ataque a Cristina, perpetrado a principios de este mes.
Morel y Sosa, cuando aún eran adolescentes, participaron brevemente en la campaña presidencial de Mauricio Macri en 2015, ayudando a distribuir propaganda callejera, pero no estaban encantados con la victoria de la derecha. Algunos de sus amigos incluso se sintieron alentados por las propuestas de Javier Milei, un diputado libertario populista electo en las últimas elecciones legislativas, pero no lo fueron. Siempre quisieron, en sus palabras, hacer algo más atrevido.
«Me importa un carajo ni apoyo a ningún político, creo que lo más importante que hacemos es brindar formas para que la gente exprese su inconformismo en las calles», dice Morel a Sábana. ¿Cuál es, entonces, su disconformidad particular? “Es que no sé qué hacer, cuál será mi futuro. De hecho, no le veo futuro a la Argentina, veo familias teniendo que compartir un paquete de pasta entre ocho personas, jubilados pidiendo limosna. mucha ira».
Su Revolución Federal comenzó a producir carteles en contra de las autoridades gubernamentales y a realizar los llamados “escraches” en sus casas —como en la década de 1980, cuando estos actos de bochorno público se realizaban impunemente en las residencias de los represores de la dictadura—.
La gran protesta que marcó el inicio de las actividades del grupo fue la llamada Marcha de las Antorchas, en la que sus integrantes caminaron por el centro de la capital con carteles que instaban a «perseguir a los políticos y periodistas que fueron cómplices del regreso del kirchnerismo». — y acabar con ellos.» «.
Además de las propias antorchas, la manifestación contó con guillotinas (fabricadas en la carpintería de los dos muchachos) y carteles con la frase «Todos detenidos, muertos o exiliados», con la palabra «todos» escrita como en el logo del kirchnerismo, con un sol en lugar de la letra «o».
Según Morel, el grupo no solo cuenta con jóvenes entre sus seguidores. Hay parados, jubilados, “gente que el sistema está expulsando y dejando sin nada”.
Una joven vendedora de algodón de azúcar, entonces desconocida para los fundadores de la Revolución Federal, se unió a una protesta el 18 de agosto. Su nombre era Brenda Uliarte, detenida hoy acusada de haber planeado el intento de asesinato de Cristina, perpetrado por su novio, el brasileño Fernando Sabag Montiel, el pasado 1, frente a la residencia de la Vicepresidenta, en la colonia Recoleta.
“No tenemos ningún vínculo con la pandilla del algodón de azúcar”, dice Morel, en referencia al nombre con el que se dio a conocer al grupo de Sabag, Uliarte y otros dos acusados de involucrarse en el caso, Agustina Díaz y Gabriel Carrizo. El joven también afirma repudiar el ataque, negando haber sido un incitador, aunque sin querer, del mismo.
“Lo que pasa es que a veces las cosas se salen de control. Cuando fuimos a protestar contra [o ministro da economia] Sergio Massa, la idea era solo gritar, insultar. Pero la gente se dejó llevar por la emoción y pateó su auto”.
El juez Capuchetti, en todo caso, pidió que también se investiguen los movimientos de los integrantes de Revolución Federal, con la apertura de una investigación paralela para investigar otros posibles vínculos del grupo con el intento de asesinato de Cristina.
Una de las pistas que sigue la Justicia para establecer estas conexiones es un conjunto de vidas y audios en los que el grupo habla de cómo infiltrarse en una columna de La Cámpora -una organización de jóvenes kirchneristas- con la intención de «montar algo». como recopilar datos de inteligencia o hacer alguna agresión.
Otro hilo suelto es el hecho de que Uliarte había dicho en mensajes a un amigo, tras el fallido atentado a Cristina, que, de ser necesario, tenía «contactos y amigos». En su testimonio ante la Justicia habría aludido a contactos con miembros de la Revolución Federal.
Morel es reacio a ser llamado extremista y, en ese sentido, dice que no se opone a varias agendas de izquierda. “Soy bisexual, a favor del derecho al aborto. No tengo nada que ver con la forma en que la gente quiere vivir. Mi regaño es con los políticos que nos roban el futuro”.
Por eso, dice, no ve la política como una forma de conquistar derechos. “Queremos salir a la calle, estimular la revuelta de aquellos que no conocen sus derechos, que han tenido sus trabajos precarios: conductores de aplicaciones, repartidores, trabajadores de centros de atención telefónica, personas que no tienen un futuro por delante”.
Tras el ataque a Cristina, el grupo prefirió salir un rato a las calles. De vez en cuando, se puede ver a sus integrantes en el portón de la Casa Rosada gritando insultos a los empleados que van y vienen. Sus carteles todavía están pegados a la red. En la carpintería, sin embargo, las reuniones siempre suceden. “No nos detendremos, pero tampoco dejaremos que nos vinculen con actos de violencia”.
Acusación de corrupción tiene nueva audiencia este viernes
Los abogados de la vicepresidenta concluyen este viernes su defensa en el caso en el que tuvo una solicitud de aprehensión realizada por el Ministerio Público.
La acción, que aún debe ser juzgada, con posibilidad de apelación, está encabezada por el fiscal Diego Luciani, quien también pidió que se inhabilite definitivamente a Cristina para postularse a cargos públicos y se condene a otros ocho acusados de corrupción.
La demanda en la que Luciani pidió la pena de prisión para Cristina está vinculada a un cargo de asociación delictuosa, improbidad administrativa y estafa. La vicepresidenta está acusada de dirigir un ardid y, a través de él, favorecer al empresario Lázaro Báez -quien ganó decenas de concesiones de obras públicas desde la llegada al poder del expresidente y exgobernador de la provincia de Santa Cruz Néstor Kirchner, fallecido en 2010-.