Honduras, un desafío para la región
Tendremos elecciones importantes en la región en el resto del año. En Chile, la carrera por la presidencia, con una nueva generación de políticos como principales candidatos. En Venezuela, la elección de gobernadores y alcaldes en la primera elección en la que participará la oposición desde 2017. En Argentina, el peronista Alberto Fernández tendrá su administración juzgada por votantes que elegirán la nueva formación del Congreso. En Nicaragua, Daniel Ortega consolidará su dictadura. Y en Haití… desafortunadamente, no se sabe qué podría pasar.
Más lejos de Brasil, pero no menos importante para la región, estarán las elecciones en Honduras. La razón principal es una: el país es estratégico para el éxito o no de las políticas migratorias de la administración de Joe Biden. Muchos analistas coinciden en que el tema de la frontera sur, con la inmigración centroamericana, es el tema latinoamericano que más preocupa a Estados Unidos. Mientras busca diferenciarse de Donald Trump y su visión draconiana de que la frontera debe cubrirse con un muro, Biden no puede abrir las puertas del país a los inmigrantes, algo que tendría un alto costo político.
Desde una perspectiva local, hay varios otros temas que preocupan a los hondureños. El país enfrenta una grave crisis económica, el aumento de los índices de violencia, la tensión social por las manifestaciones anticorrupción y el recuerdo aún marcado del golpe de 2009, que derrocó al entonces presidente Manuel Zelaya e, y desestabilizó las instituciones.
La actual administración del controvertido derechista Juan Orlando Hernández, así como la hegemonía del corrupto Partido Nacional, son fruto de este trauma histórico, que ha traído más inestabilidad a Centroamérica. JOH (Como se conoce al presidente, participó en la polémica destitución de Zelaya del poder.
Las elecciones, previstas para el 28 de noviembre, marcarán el final del mandato de ocho años del presidente de derecha, que está siendo investigado por tráfico de drogas en Estados Unidos. Al final de su segundo mandato, la Constitución le prohíbe postularse para un tercero. En realidad, sin embargo, ya se le prohibió postularse para la primera reelección, pero convenció a los jueces electorales comprometidos con el Ejecutivo de que su candidatura era legítima.
Esta vez, JOH no competirá y su vida es bastante complicada. Una vez fuera del cargo, tendrá que responder en Estados Unidos al caso de tráfico de drogas que lo involucra a él y a su hermano, Tony Hernández, este último ya condenado a cadena perpetua en marzo.
Si la salida del actual presidente parece ser un alivio o el final de una era, las perspectivas electorales del país no son las mejores. No hay candidatos fuertes que se muestren, en este inicio de campaña, con el poder de ganarse la simpatía del electorado y menos aún de hacer propuestas que puedan sacar al país de la crisis actual.
El mejor ubicado es Nasry Asfura, alcalde de Tegucigalpa, quien es del partido de JOH y promete continuidad. Responde a una demanda, acusado de haber desfalcado 78.000 dólares del cajero de la ciudad para enviarlos a sus hijas en Estados Unidos.
Otros candidatos, como Xiomara Castro, esposa de Zelaya, que alguna vez fueron cercanos al chavismo, también están en problemas con los tribunales, pero que se ha posicionado más al centro. Está acusada de aceptar sobornos de narcotraficantes. En tercer lugar en la disputa se encuentra el empresario Yani Rosenthal, quien acaba de salir de la cárcel, donde cumplió una condena de tres años por lavado de dinero para el narcotráfico.
Como no hay segunda vuelta, incluso con una votación inferior al 50%, cualquiera de ellos puede ganar. No es de extrañar que, en este escenario, el número de votantes indecisos supere el 50%.
Este es un escenario lejos de ser alentador para un país que había estado creciendo rápidamente: en la región, solo fue superado por Panamá. El aumento del PIB en la última década, sin embargo, no ha impedido que un tercio de los hondureños se encuentre en una situación de vulnerabilidad alimentaria, según Naciones Unidas. Y que más del 50% de la población vive con menos de $ 5 al día.
Los huracanes recientes como Eta e Iota han causado pérdidas de $ 1.880 millones en infraestructura, comercio e industria, impactando el desempleo tanto como la pandemia de coronavirus.
Por si fuera poco, hay violencia. La tasa de homicidios de Honduras es la más alta de América, con un promedio de 10,24 asesinatos por día. Con una política de partido tan ligada al narcotráfico, es difícil imaginar que este tema sea tomado en serio por el próximo funcionario de gobierno. Como en México, los cárteles financian campañas en todo el país, aumentando el compromiso de las autoridades con el lucrativo negocio ilegal.
Es de esta economía y esta violencia de la que huyen los hondureños. En términos de población, es el país que más migra en la región. Más del 10% de la población hondureña se ha ido en los últimos años, y más del 80% se fue a los Estados Unidos.
Si no quieren pagar el costo de recibir a estos inmigrantes, Estados Unidos debería ayudar a estos países a prosperar, y así evitar este largo y terrible viaje en el que muchos abandonan su país de origen y tantos mueren en el intento.