¡Gloria a Ucrania!
La invasión militar de Ucrania constituye el mayor terremoto histórico en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Es la prueba más conmovedora para la seguridad y la estabilidad europeas, el mayor intento de destruir sus valores.
También es un golpe para nuestras conciencias, ya que ningún hombre ni mujer puede permanecer indiferente ante la crueldad y la devastación que nos llega desde Kiev, Kharkiv, Dnipro, Donetsk, Mykolaiv, Mariupol y tantas otras ciudades de Ucrania.
El día que las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa comenzaron a atacar Ucrania en múltiples frentes, ¡nuestros corazones también fueron golpeados! Miles de personas ya han muerto y millones han dejado de soñar, lo han perdido todo, huyendo del fuego y del sufrimiento.
Madres jóvenes que sostienen proyectiles de metralla cuando deberían estar besando a su bebé recién nacido. Los niños que deberían estar en la escuela se tambalean millas para escapar de las explosiones.
Adultos y ancianos que tienen que cruzar un río, en un tramo de puente improvisado, y ya no les importa el futuro, solo quieren saltar sobre un lapso de tiempo, el infierno que les ha tocado.
Una guerra, disfrazada de “operación militar especial”, impulsada por una narrativa falsa, difamatoria y cruel. La invasión de un Estado soberano e independiente, que pretendió cimentar su democracia, y que viola todos los principios que guían la convivencia pacífica entre los Estados y las naciones.
Una grave violación del derecho internacional, la Carta de las Naciones Unidas, la Constitución de Ucrania y la propia Constitución rusa.
La agresión y los bárbaros bombardeos han vuelto a Europa para satisfacer la ambición de un hombre aislado, que siembra el miedo a su alrededor y es la encarnación del Mal. Pero ante el avance de la maquinaria de guerra rusa, Europa, Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, Japón y Australia y todo el mundo libre dieron una respuesta concertada.
La Comisión Europea ha presentado paquetes de sanciones históricamente sin precedentes. Y si la pandemia ya ha puesto de rodillas a la economía, la guerra de Ucrania derretirá aún más el poder adquisitivo de las familias, a lo que se suma la inflación y el aumento de los tipos de interés, la energía y los alimentos.
Desde la crisis del petróleo de la década de 1970, la Unión ha descuidado la seguridad del suministro. Y recién en 2030 se liberarán todos los combustibles fósiles de Rusia por lo que, en teoría, financiaremos otros siete años y medio de la maquinaria de guerra rusa, con la compra de gas.
Si la pandemia nos mostró la fragilidad industrial de la Unión Europea frente a China, esta guerra expone la dependencia de Europa de las exportaciones de combustible ruso.
Rusia no sólo atacó a Ucrania, sino que también se atacó a sí misma y, sobre todo, al mundo occidental de valores humanistas, pero la peor señal es cuando la noticia del conflicto se torna trivial.
Finalmente, mi homenaje al pueblo ucraniano, al presidente Volodymyr Zelensky, al pueblo ruso, que no debe confundirse con su élite política, y a todos aquellos que luchan no solo por ideales, ¡sino sobre todo por nuestro futuro!