Fake news: poder de la mentira y mentiras del poder
Mentir es endémico a la vida de los individuos, de las sociedades, de los Estados. Hay varios tipos de mentira. Se miente por reacción al miedo (arma de defensa), por simpatia (salvar la vida de alguien), por codicia (realización de objetivos egoístas), por envidia (situaciones de rivalidad y competencia), por simple convivencia social (ser educado con alguien que se desprecia). Estas son formas de mentir condicional, más o menos espontáneas, y no se deja de ser honesto necesariamente por eso. Pero hay una forma de mentir laboriosa, casi 'científica', y que está al mismo tiempo en la antítesis de la ciencia. Se trata de la mentira social, afirmada como un deber. Se transita de un nivel casi pre-reflexivo hacia otro en que la mentira es conscientemente deliberada, organizada, estructurada, planificada. Y aquí, aquellos que buscan el poder no son los mismos de los que buscan la verdad, por la simple razón de que la vida pasa a ser encarada como simple extensión del propio poder. Se sujeta la verdad a un proyecto político de dominación. Más que Maquiavelo, fueron Nietzsche, Marx y Freud quien introdujo esa noción matricial en los debates del pensamiento político contemporáneo. Así escribe Nicolai Berdiaeff (1874-1948), uno de los grandes autores rusos.
Profundamente arraigados en la conciencia humana, los mitos se manifiestan por la expresión de esta mentira (por ejemplo, ideas de Nación, Estado, Iglesia, pueblo, partidos políticos, Institución Militar, etc.). Transportada desde las profundidades de la persona hacia los colectivos y en la dinámica de éstos hacia la historia, la mentira toma un aspecto 'sagrado' y se vuelve prontamente justificada y transformada en 'verdad'. Es una mentira dada, no por la conciencia personal, sino por la conciencia del Estado. Adquiere así un carácter dinámico-vital; cuanto mayor sea la predicación en nombre de una supuesta felicidad política, más intenso es el crecimiento del poder vital.
¿Significará esto, como defendía Lord Acton, que el poder es intrínsecamente mal y corruptor de quien lo ejerce? A la luz de la teoría política clásica la respuesta tendrá que ser enfáticamente negativa. Ni Aristóteles ni ninguno de los que se le siguieron se declarar rendidos a la aparente perversidad del poder. Resida él en la naturaleza humana o en Dios, el poder se justifica, no por causa de una maldad endémica, sino porque no todos los hombres son buenos, y dependiendo siempre de la práctica de la virtud.
En la Edad Media (siglo XIII) corrió mucho un texto ejemplar de todo esto. Se llama Secretum Secretorum (El secreto de los secretos), versión latina del original árabe Kitab Sirr Al-Asrar (s. X) Se presenta bajo forma epistolar en que supuestamente Aristóteles se dirige a Alejandro Magno, cuando éste se encontraba en campaña militar en Persia. Lo que está en juego es un ideal de praxis política en cuanto a cómo conquistar, mantener y ejercer el poder. Discute si el gobernante debe aparecer ante los gobernados muchas veces o de forma más comedida y condensada, si él debe o no debe hablar utilizando metáforas y otros 'ejemplos enigmáticos', si el poder se fortalece con el reconocimiento y adhesión de los gobernados, si el gobernante es mejor o peor según las virtudes y los vicios, si el gobierno debe ser deseado por sí o por causa de la gobernanza, si la fama y la gloria deben presidir el gobierno o si, por el contrario, deben adquirirse en función del gobierno, si el gobernante se debe mantener fiel a la palabra dada, si debe o no aconsejarse y cómo debe proceder en el momento de actuar. Concluye, nuclearmente, que una sociedad bien ordenada tendrá siempre de exigir virtud y, por lo tanto, verdad.
La angustia actual ante el discurso de la "post-verdad" (posterior a la verdad) y de las "noticias falsas" (fake newses signo de que la verdad no ha desaparecido, sino que sigue actuando, a pesar de todas las distorsiones. Por otras palavas, significa que el recurso a la mentira no ha distorsionado la naturaleza de la verdad. Por lo que el mal no es necesariamente orgánico ni al poder ni a la política. Volver a los clásicos, quizá la mejor forma de soltarnos de la dominación de la mentira.
Investigador, Filosofía