¡Están gastando nuestra herencia!
Entre la excitación de la Web Summit y los desvaríos de Donald Trump, la política nacional -especialmente el presupuesto y las pre-campañas electorales- va siendo divertida establecida entre la discusión de los casos de los ingresos de Ricardo Robles y de las faltas de José Silvano.
En medio de esto, es cierto, allí se va hablando de Tancos, de Europa y de la desertificación del interior, pero sólo en la medida en que los responsables políticos parezcan estar en contradicción, o desacuerdo, o en que buena parte del territorio esté en ese momento arder, es decir, no discutiendo, en la esfera pública, los asuntos por la importancia que de hecho tienen, o deberían tener, sino por el potencial novelesco o de entretenimiento que representan.
Lo mismo ocurre-o mejor dicho, con el «alejamiento» de la Fiscalía General de la República, que, al término del espectáculo proporcionado por la sorpresa de su «no prórroga» (la decisión del Presidente de la República y del Primer Ministro fue o no fue concertada y cuándo la concertaron, y es verdad que defendieron siempre el principio del mandato único y defendieron el principio del mandato único o el de la limitación de los mandatos y la Fiscalía se odió para continuar? , luego cayó en el olvido.
Pero no debería. Porque si es relativamente indiferente, o incluso útil, que la habilidad política logra eficazmente controlar el tiempo y el modo de lo que se discute en el espacio público, ya no es en absoluto indiferente -y mucho menos sano- que ella pueda decidir aquello de lo que se habla y de que no se habla. Por el contrario, siempre que políticamente se crea tal ambiente, o régimen, se confunde invariable el interés de la parte con el del todo -es decir, el interés del jefe con el del partido, el del partido con el del Estado, el del partido, Estado con el del país y el del país con el del mundo – y la historia nos muestra bien el fin de tales desventuras.
De otro modo: la mañana, o la astucia, o la habilidad negociadora, es sin duda una importante virtud política, como tal reconocida, además, desde el tiempo de los antiguos griegos, que justamente la atribuían al Rey Ulises, que apodullaban mil ardis ». Es bueno y útil, en ese sentido, que tal calidad se cuente entre aquellas que pueden observarse en la acción política de nuestro Primer Ministro, que así sabrá garantizar un mejor desenlace para las negociaciones que conduce en nuestro nombre. Es fundamental, sin embargo, que tal calidad sea por él puesta al servicio del todo, teniendo siempre bien presente lo que es esencial, de lo contrario puede llegar a perderse aquello en vista del cual se negociaba (en el caso de Ulises, de la unión y de la cooperación de los griegos). Hay cosas, en efecto, que no son negociables.
Ahora bien, el caso de la «sustitución» de la Fiscalía General de la República era esencial para nuestro país, porque durante el mandato de la anterior Procuradora General se abrieron procesos tan importantes que pueden poner en cuestión el régimen mismo, como son los relativos a José Sócrates, ex Primer Ministro de Portugal, y Ricardo Salgado, ex presidente del Banco Espírito Santo, por no hablar de otros, algunos de los cuales, por cierto, están o estarán relacionados con ellos.
Es evidente, por lo tanto, que la confianza o la desconfianza que podemos tener en nuestro régimen depende muchísimo de cómo se desarrollen estos procesos (mucho más que de sus propios resultados). En este sentido, será prudente que el poder ejecutivo no interfiera en los mismos, sino de forma absolutamente transparente y sólo en lo que sea estrictamente necesario. El nombramiento del Fiscal General de la República debería haber obedecido a tales criterios.
Desafortunadamente, sin embargo, no fue lo que sucedió. Contrariamente a lo que decía la prudencia, el Primer Ministro propuso un nuevo Fiscal General y el Presidente de la República lo nombró, con lo que obviamente interfirieron -más de lo que era deseable y necesario- en los procesos que están en este momento, que es tanto más grave que António Costa es Secretario General del Partido anteriormente liderado por José Sócrates y tiene en su Gobierno, además de sí mismo, varios miembros que participaron en los Gobiernos de aquel.
La decisión, de la misma manera, no fue transparente. La «reconducción» o «no prórroga» de la anterior Fiscalía General fue mantenida deliberadamente en la duda y en suspenso en la opinión pública, y el anuncio de su «sustitución» fue quirúrgicamente preparado para que no pudiera ser discutido y discutido públicamente. La justificación que se nos ha dado, además – la defensa del principio del mandato único, es al menos falaz, y no se aplica a este caso.
En nuestra ley, en efecto, nada dispone el mandato único del Procurador General de la República. Las cuestiones de principio, por otro lado, no expresan juicios categóricos, permitiendo así las excepciones que aseguran la equidad en la aplicación de la justicia a la realidad. En este caso, precisamente, mandaba la prudencia que se «reconduce» o «renombra» a la Fiscalía en funciones, para garantizar la confianza en el régimen y en el funcionamiento de la justicia. Pronto …
Por lo tanto, quedamos sin saber por qué fue «sustituida» la anterior Procuradora General, cosa que de ninguna manera debería haber ocurrido. Allí dice el dicho que a la mujer de César no basta ser seria: también tiene que parecerse, para inspirar la confianza que ha de haber gobernado. Ahora la sospechosa está instalada en el proceso (s) y el régimen ha sido por esta vía cuestionada. Sin confiar en el funcionamiento de la justicia no creemos en sus resultados, lo que es tanto más grave cuando quien está siendo juzgado son antiguos responsables del poder económico, ejecutivo y legislativo.
Muchos de nosotros juzgan saber lo que llevó a Costa de Costa a proponerlo. Pocos sabrán, de hecho, lo que llevó a Marcelo Rebelo de Sousa a aceptarlo. Pero nadie debe tener dudas sobre el mal que nos va a hacer. Porque, si es cierto que estos procesos se prolongarán por muchos años, la duda, desde hace un mes, los acompañará como una sombra. Con o sin razón, desde este punto de vista no interesa -hasta porque la gente no sabe, ni tiene que saber, los detalles procesales del derecho, se abatió ya sobre la elección del nuevo juez de uno de los procesos, ensombreciendo cada una de sus decisiones, tanto en éste como en otros casos.
Un día, cuando todo esto termine, ni Marcelo Rebelo de Sousa, ya sea que se reclame o no, será Presidente de la República, ni António Costa, con mayoría o sin ella, será Primer Ministro. Nadie sabe cuáles serán los números del déficit, o del desempleo, ni cuán crecerá en ese momento la economía. Pero será ciertamente mayor, entre nosotros, la desconfianza del pueblo en el poder del Estado, el alejamiento de los ciudadanos de la política, la creencia de que el poder político y el económico se concertan a escondidas para tomar decisiones que nos interesan, la convicción de que la justicia es desigual para los poderosos y para los ciudadanos comunes … Tendremos, por lo tanto, una peor democracia. Esta es una herencia que, desgraciadamente, nos ha sido ya dejada por los actuales Padres de la Patria.
James Macieirinha está enseñando la Escuela de Lisboa de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Portuguesa