¿Estamos en el camino correcto en la lucha contra el VIH?
Es cierto que ya no estamos en el peor momento de epidemia de VIH. Una enfermedad que alguna vez fue letal ahora puede controlarse muy bien. Y, de hecho, en general hemos avanzado en la lucha contra el virus; prueba de ello es la 25% de reducción de mortalidad por SIDA en Brasil en los últimos diez años.
Hay tres pilares fundamentales para combatir esta enfermedad: pruebas exhaustivas con serología (que permiten un diagnóstico precoz), un tratamiento eficaz y de fácil acceso y métodos preventivos eficientes, que incluyen Deberes destaca en los últimos años.
Aun así, estamos hablando de cifras preocupantes: hay más de 10.000 muertes por sida al año en Brasil, mientras se estima que 1 millón de personas viven con el virus en el país.
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La ONU define cómo apuntar a ese 95% de los infectados sean diagnosticados, que el 95% de ellos reciba tratamiento y que, de los tratados, el 95% tenga el virus indetectable. Es el famoso 95-95-95.
Si se logran estos objetivos, la tendencia es que se logre el control poblacional de la enfermedad. En Brasil, nuestros números han mejorado constantemente desde 2014.
Sin embargo, las diferencias de género son una barrera para obtener mejores resultados: se estima que el 92% de los hombres son diagnosticados, frente al 86% de las mujeres. En cuanto al tratamiento, el 82% de los hombres frente al 79% de las mujeres infectadas acceden a la medicación, lo que revela un área que necesita mejorar.
Vale recordar que, contrariamente a las creencias que vinculan el VIH sólo con los hombres, en Brasil prácticamente un tercio de los infectados son mujeres.
Otra desigualdad poblacional presenta un desafío aún mayor: la racial. Desde el último boletín, hemos tenido una caída en los casos nuevos entre los blancos, pero un aumento de los casos nuevos entre los morenos y negros.
Y esta no es información puntual. Hasta 2015, los nuevos diagnósticos eran más comunes entre los blancos, pero desde entonces esto ha cambiado: los nuevos casos entre los negros se han vuelto mayoritarios y esta diferencia ha ido creciendo año tras año.
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Esta desigualdad también se observa en la mortalidad por la enfermedad: el 61% de las muertes ocurren entre personas negras, frente al 35% entre personas blancas. Naturalmente, la diferencia se explica por la dificultad para acceder a las políticas: la proporción de blancos que acceden a tratamientos y estrategias de prevención, como la PrEP, es mayor que la misma tasa entre los negros.
Asimismo, las desigualdades se repiten cuando analizamos los años de escolaridad: cuanto menos estudio formal, menores posibilidades de acceder a tratamiento y prevención.
De hecho, tenemos algunos motivos para celebrar en relación con los avances en la lucha contra el VIH. Pero, si queremos lograr el control poblacional del virus, debemos asegurarnos de que la información y los tratamientos lleguen a toda la población por igual.