Es incuestionable que el & # 039; Jornal Nacional & # 039; contribuido a la lucha contra el coronavirus
Elaborado en la década de 1990 por Cebrap (Centro Brasileño de Análisis y Planificación), el proyecto sobre el impacto de las telenovelas en el comportamiento reproductivo, organizado por Elza Berquó y Vilmar Faria, ganó repercusión internacional y marcó una era al establecer la relación entre la evolución de la tasa de fertilidad y producción televisiva.
Junto con otros factores convergentes, los brasileños adoptaron el pequeño modelo familiar viendo telenovelas Globo.
El caos creado por el coronavirus reafirma el papel de la televisión como organizador del comportamiento de la sociedad. Parece incuestionable que el «Jornal Nacional», con su dramática campaña de información, contribuyó a la movilización popular en la lucha contra Covid-19.
Los cuidadores alucinantes son irrelevantes junto con comunidades enteras que han tomado iniciativas independientes frente a la deambulación del Ejecutivo.
En Brasil y en todo el mundo, la pandemia ha revivido la televisión. En los Estados Unidos, la audiencia televisiva aumentó un 42% en comparación con el mismo período del año pasado. CNN, relegado al extraño estado de una plataforma de izquierda en la era de Donald Trump, se ha convertido una vez más en el estándar de oro de las noticias internacionales, como en los días de la Guerra de Irak.
La programación de la BBC, transformada para cubrir el coronavirus, recuerda los días de Blitz, cuando marcó el ritmo de la vida de los británicos en la Segunda Guerra Mundial. No está mal para un medio supuestamente condenado a una muerte lenta en las redes sociales.
Rising Ibope es sinónimo de influencia política. CNN obligó a Donald Trump a salir de su zona de confort, y la BBC desacreditó la teoría de la inmunidad colectiva de Boris Johnson.
La semana pasada, Globo dictó al gobierno y al Congreso las medidas económicas a tomar.
La televisión fue una vez más la formadora de la opinión pública, y el gobierno de Bolsonaro, adicto a las redes sociales, perdió el control de la narrativa política.
El desempeño de la televisión en la crisis de salud será particularmente relevante en Brasil, el único país huérfano de un presidente de la República. No se trata solo de negación biológica y activismo contra las medidas preventivas. Es la ausencia total de empatía de Jair Bolsonaro por el sufrimiento de las víctimas directas e indirectas de una enfermedad cruel que sofoca, segrega y aísla.
En Noruega, la primera ministra Erna Solberg da entrevistas grupales a niños, ansiosos por saber cuándo regresarán a los brazos de sus abuelos.
En Israel, el presidente Reuven Rivlin lee cuentos infantiles en vivo por televisión. En Portugal, el Primer Ministro António Costa regularizó a todos los inmigrantes, jóvenes y viejos, incluidos miles de brasileños.
Mientras tanto, en Brasil, el presidente bromea sobre zambullirse en la alcantarilla.
El resurgimiento de las cifras tutelares de la nación, uno de los efectos esperados de esta gran crisis, proporciona la unión en torno a una institución. En el caso brasileño, dada la ausencia intelectual y moral del presidente, y las limitaciones institucionales de los gobernadores, este papel termina en manos de los presentadores del «Jornal Nacional».