En defensa de la dignidad humana





En Portugal existe un prejuicio contra los trabajadores. Las populares y siempre deseadas reformas laborales, tan queridas por algunos directivos, políticos profesionales y comentaristas sin grosor intelectual, tienen subyacente la creencia mágica e infantil en el poder salvador de tales reformas. Esto va de la mano de un desconocimiento absoluto del mercado laboral.





Los costes laborales en Portugal son una parte menor de los costes de la empresa, en general. Los costos del contexto, los gerentes corruptos y desprevenidos o las deudas incobrables son mucho más relevantes.

En el pasado reciente, la casi quiebra de la República Portuguesa trajo la troika. Sospechosos e inconscientes del sistema de justicia portugués y su lentitud, pronto los representantes de nuestros acreedores internacionales intentaron impulsar reformas laborales.

¿Cuándo pensaríamos que sería esta vez que los gerentes y trabajadores estarían capacitados, que los delitos de cuello blanco serían castigados a su debido tiempo, que se estimularían las fusiones empresariales para ganar masa crítica a nivel internacional, o que los costos energéticos convergerían? para el promedio de la comunidad, solo tuvimos despidos más baratos; reducción del valor de las horas extraordinarias; aumento de horas trabajadas y limitación de los derechos de los trabajadores a exigir justicia en los conflictos laborales.

Este último punto merece ser enfatizado, ya que ha eludido el escrutinio de los ciudadanos. Esto se debe a que para impugnar un despido improcedente el trabajador tiene que renunciar a la indemnización legal (la que siempre tendrá derecho) siempre que la decisión judicial no sea firme. En otras palabras, está bajo el fantasma de que las prestaciones por desempleo duren menos de la mitad del tiempo que llevará el proceso judicial.

Esto es lo mismo que condenar de antemano a los trabajadores a una difícil elección: defender la justicia y correr el riesgo de la pobreza extrema y la indigencia, por la falta de medios para mantenerse en los largos años que durará el litigio; o resignarse a aceptar los términos de cualquier rescisión de mutuo acuerdo.

El estado de derecho, la dignidad de la persona humana, la centralidad del trabajo en la vida de los ciudadanos, todo esto fue borrado por los acreedores internacionales, ciertamente creyentes de que la justicia se abría paso en unos meses, y por los portugueses sus discípulos insensatos.





Por todo ello, continuaremos esforzándonos por revertir la obligación de no aceptar indemnizaciones legales en caso de apelación ante los tribunales laborales. Que esta devolución, o no aceptación, no es condición previa para cualquier acción legal que los trabajadores quieran emprender.

La dignidad de las personas no es ni puede ser un tema de izquierda o derecha. Aquí no se llama ideología. La dignidad humana es lo que nos separa de la barbarie.

El autor escribe según la ortografía antigua.

Ana Gomez

Ana Gómez. Nació en Asturias pero vive en Madrid desde hace ya varios años. Me gusta de todo lo relacionado con los negocios, la empresa y los especialmente los deportes, estando especializada en deporte femenino y polideportivo. También me considero una Geek, amante de la tecnología los gadgets. Ana es la reportera encargada de cubrir competiciones deportivas de distinta naturaleza puesto que se trata de una editora con gran experiencia tanto en medios deportivos como en diarios generalistas online. Mi Perfil en Facebookhttps://www.facebook.com/ana.gomez.029   Email de contacto: ana.gomez@noticiasrtv.com

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