El siglo del populismo





El populismo es un fenómeno sociopolítico global y su carácter emocional y debilitante de la democracia liberal es uno de sus rasgos característicos. En todo el mundo, los líderes personalistas han tratado de debilitar las instituciones de la contramayoría para ejercer el poder político sin obstáculos. ¿El siglo XXI estará marcado por el auge constante de gobiernos populistas o tendrán algún tipo de límite?





La reciente publicación de Pierre Rosanvallon, “El siglo del populismo” (Ediciones Manantial, 2020), nos ayuda a comprender las diferentes características de los líderes populistas, de izquierda y de derecha, en el siglo XXI a nivel mundial.

Esto, a través del abordaje de una anatomía de la cultura política populista con la identificación de los cinco elementos que la constituyen: concepción del pueblo, teoría de la democracia, modalidad de representación, política y filosofía de la economía y un régimen de pasiones y emociones.

En el caso de Estados Unidos, el comportamiento político y la recurrencia discursiva de Donald Trump encarnó algunos de estos elementos y, aunque ya no está en el cargo, ha dejado una huella en la historia del país que será difícil de borrar.

La emotividad plasmada en los discursos políticos de Trump, estructurada en la lógica «nosotros» contra «ellos», y el torpedo permanente de las instituciones democráticas, ha sido una constante que alcanzó su punto álgido el 6 de enero.

Según Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, “el objetivo de los seguidores del presidente era acabar con nuestra democracia”, luego de que enviara un mensaje político a sus seguidores con una frase fulminante que dice mucho de su filosofía de vida: “ luchar como el infierno ”.

Esta es una estrategia discursiva que tuvo como terreno fértil las noticias falsas, las teorías de la conspiración y el “estado profundo”, una supuesta red de funcionarios públicos que actúan en secreto, como el poder de facto que está fuera del ojo público, controlando los hilos. y manipulando cosas.





Un cóctel perfecto para mantener vivo un régimen de pasiones y emociones, principal connotación de la cultura política populista en la que, como dice Rosanvallon, «los objetos se magnifican en medio de la oscuridad. A la sombra, todo parece hostil y gigantesco».

Este problema solo ha aumentado en un mundo donde la desinformación, las revelaciones y los escándalos surgen en todo momento, mientras las sospechas contra los poderosos se renuevan constantemente y la confianza en las instituciones se derrumba.

Otro elemento destacable del universo populista es la polarización y destrucción del centro político, el lugar donde es posible deliberar, consensuar y respetar las reglas del juego. En Bolivia, Evo Morales se postuló por cuarta vez consecutiva a la presidencia en 2019, a pesar de haber perdido un referéndum constitucional con el que intentaba renovar su candidatura.

Esto debilitó la institucionalidad democrática del estado, generó malestar ciudadano, polarización social y una rebelión ciudadana que llevó a la renuncia del expresidente. Según Carlos de la Torre, “aunque los populismos latinoamericanos desde Perón hasta Chávez incluían a los pobres y los desamparados, sus prácticas en el poder han sido autoritarias”.

De hecho, el Tribunal Constitucional actuó como un títere del Poder Ejecutivo administrado por Evo en beneficio de su postulación, pero en detrimento del voto popular y el resultado legal y legítimo de un referéndum constitucional que le fue adverso. Desde el punto de vista de la democracia política y en contraste con la cultura política populista, el Tribunal Constitucional implica restricciones a las autoridades independientes y una reducción de su área de intervención.

Las consecuencias de este hecho político han sido el debilitamiento paulatino de las instituciones contra mayoritarias. Según el célebre politólogo Adam Przeworski, «la función de los tribunales constitucionales es proteger los derechos contra los caprichos de las mayorías temporales». Pero en Bolivia sucedió lo contrario: la Corte Constitucional cedió al capricho de un líder de mayorías temporales que perdió bajo las reglas de la democracia.

En perspectiva, este fue un evento que perjudicó la democracia política del país. Pero, más que eso, hizo que la ciudadanía desconfiara de las instituciones públicas y convirtió la constante violación de las normas de convivencia social y política en un comportamiento habitual y casi natural.

Sin duda, Pierre Rosanvallon nos permite tener una comprensión más amplia y profunda del populismo como fenómeno político. Con sus herramientas conceptuales, es posible distinguir e interpretar ciertos eventos políticos liderados por líderes políticos que rompen las reglas del juego al identificar un enemigo para atacar y destruir, considerándose como la encarnación única de los intereses colectivos.

Sin embargo, el avance de la cultura política populista parece no tener límites en el siglo 21. Los seguidores de líderes mesiánicos continúan en aumento y se ubican en diferentes espacios del espectro ideológico. Sus argumentos políticos son polarizantes y se basan en noticias falsas. Peor aún, diluyen la cordura del centro político, donde las instituciones democráticas deben servir como reguladoras de pasiones y emociones.

* Traducción de Maria Isabel Santos Lima

www.latinoamerica21.com, un medio pluralista comprometido con la difusión de información crítica y veraz sobre América Latina.

Nacho Vega

Nacho Vega. Nací en Cuba pero resido en España desde muy pequeñito. Tras cursar estudios de Historia en la Universidad Complutense de Madrid, muy pronto me interesé por el periodismo y la información digital, campos a los que me he dedicado íntegramente durante los últimos 7 años. Encargado de información política y de sociedad. Colaborador habitual en cobertura de noticias internacionales y de sucesos de actualidad. Soy un apasionado incansable de la naturaleza y la cultura. Perfil en Facebookhttps://www.facebook.com/nacho.vega.nacho Email de contacto: nacho.vega@noticiasrtv.com

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