El riesgo en el ADN de la banca
Los escándalos bancarios de los últimos años dieron lugar a que se popularizara la idea de que todos los créditos malparados se explican con mala gestión o incluso actos criminales. Esta idea, que produce titulares fáciles, es engañosa. Sí, todo indica que existieron créditos de favor y los daños en varios bancos podrían resultar de ello. Pero es ilusorio – y hasta peligroso – esperar que la banca y sus clientes no corran riesgos.
El negocio de una empresa implica necesariamente algún grado de riesgo. La coyuntura económica puede cambiar, los clientes dejan de pagar, los desastres naturales provocan estragos y los políticos cambian las reglas del juego. En cualquier negocio, las variables son innumerables. Y el riesgo es la razón de ser del negocio de quien presta dinero. Si en la concesión de crédito no existiera riesgo, es decir, si el dinero estuviese más seguro en manos de los clientes que en las arcas de los bancos, éstos tendrían que pagar a los primeros para poder prestarles dinero – y no al revés.
Por eso, cuando leemos que el cliente A falló y se debió millones al banco X, debemos tener en cuenta las circunstancias en que el crédito fue concedido. Y aquí no podemos ignorar que, además de la persona que solicita el crédito y de la que lo aprueba, existen supervisores, órganos de fiscalización, auditores y, en el caso de la CGD, el accionista Estado, representado por los Gobiernos. La responsabilidad no será sólo de uno o dos chivos expiatorios convenientemente crucificados en la plaza pública, pero antes de todas aquellas entidades, en la exacta proporción de sus competencias.