El PSD tiene que apuntar a la portería y poner el balón
¿Cuál es la mayor amenaza a la que se enfrenta la democracia portuguesa en este momento? ¿El crecimiento de los extremos? ¿La creciente intolerancia en el discurso político? ¿La incapacidad de establecer consenso con quienes piensan diferente? ¿El moralismo insoportable de los mismos que hace 30 años decían que estaba “prohibido prohibir” y que hoy quieren prohibir todo y cualquier otra cosa? ¿Los espías del Kremlin en ciertos ayuntamientos, el poder opaco de unos bufetes de abogados que hacen leyes aquí y en África, las sociedades secretas con extraños apretones de manos o los partidos estalinistas que echan de menos al Tío Zé?
Mucho podría decirse sobre todo esto, pero no, querido lector, la mayor amenaza a la que se enfrenta la democracia portuguesa en este año de Gracia 2022 es la irrelevancia política del mayor partido de la oposición, que sigue esperando, como si el país tuviera todas las tiempo en el mundo, que el presidente que fue derrotado en las elecciones de hace casi cinco meses da paso a alguien que trae una nueva dinámica de victoria.
Sin un PSD fuerte, la democracia portuguesa corre peligro de mexicanizarse. O, peor aún, presenciar el crecimiento de los extremos y partidos que se alimentan de todo lo malo de la naturaleza humana, el miedo al Otro, el egoísmo y la indiferencia hacia los menos afortunados en la vida.
Sin embargo, por extraño que parezca, el tiempos Los desconocidos de Rui Rio no son, en este momento, el gran problema del PSD.
El gran problema del PSD es saber qué quiere para Portugal, un país donde gran parte de la población está exenta de impuestos sobre la renta y depende en gran medida de la acción social del Estado.
Durante décadas, el PSD fue un partido reformista, con fuerte apoyo entre las clases medias, profesionales, jubilados y funcionarios. La etiqueta de ser más troikista que la troika alejó al partido de gran parte de ese electorado y, desde entonces, el PSD no ha logrado salir del acantonamiento en el que se encontraba.
Para colmo, en la derecha están surgiendo nuevos proyectos que le roban electorado al partido de Sá Carneiro, invocando en ocasiones incluso la figura del fundador. ¿Cómo puede el PSD ganar elecciones en esta coyuntura?
Es una pregunta que tendrán que responder tanto Luís Montenegro como Jorge Moreira da Silva si tienen la difícil misión de liderar el partido. Quizás la solución no sea ir tras las utopías, intentando inventar un país que no existe, como si todos fuéramos escandinavos, alemanes o anglosajones, sino tener sentido común, humildad y capacidad para buscar soluciones adecuadas a los problemas. que afectan a nuestro país, sin desconocer las desigualdades sociales y las asimetrías regionales que existen desde hace muchos siglos y que explican en gran medida nuestros problemas económicos y sociales.
Al fin y al cabo, no hay gran ciencia, la táctica es la misma que usó Eusébio en el Mundial del 66: apuntar al gol y meter el balón. El PSD, que aún cuenta con excelentes cuadros, debe aportar soluciones concretas a los problemas que preocupan a los portugueses, demostrando que esas soluciones son alternativas creíbles a las presentadas por el Gobierno. En democracia, eso es lo que se necesita.