El país de la "bébé milagro"

María de Lourdes de los Santos Alves estuvo casi a no dejar de ser María de Lourdes dos Santos. Todo a causa de una "revolución".

Los 7 de febrero de 1927, casi cuatro meses después de nacido María de Lourdes, cientos de marineros, la GNR soldados y civiles de Lisboa se unió a la revuelta contra la "dictadura militar" que cuatro días antes había roto en Porto y tenía adherencias un poco por todo el país. Por esa época, la revuelta ya estaba casi suprimida, y por mucho que pudieran haber intentado, los lisboetas no invertirían el rumbo de las cosas.

En ese día, el "Carvalho Araújo" o la "Ibo", en algún lugar del Tajo, comenzaron a disparar sobre el Cuartel General del Palacio de las Necesidades, cerca del edificio donde vivían Luis y Laura dos Santos, padres de María de Lourdes. Laura, tal vez con miedo de que algo grave pudiera suceder, resolvió sacar al niño de la cuna y acostarse en su cama. De repente, la débil puntería de los "sediciosos" les hizo acertar en el tejado del edificio de la familia de los santos, que se derrumbó sobre la habitación donde dormía la recién nacida.

Sin ver nada, su padre caminó a las palomitas por la habitación, y al sentir algo caliente en la mano, tomó lo que juzgó ser sólo la pierna de María de Lourdes, que aparentemente juzgaba ya muerta y descuartizada. Al salir de la nube de humo y polvo, Luís se dio cuenta de que la hija "venía toda". Unos días después, un periódico (no quedó memoria del nombre) noticiaba el episodio y la "bébé milagro" que le había sobrevivido. Los revoltosos, esos, acabarían fusilados unos días más tarde.

Presumiblemente, el pronunciamiento del "28 de mayo", que ayer hizo 93 años, se había hecho para poner fin a tribulaciones de éstas. "La República," Vieja "o" Nueva ", fuera una sucesión de gobiernos, golpes," terror ", violencia y persecuciones, que victimizaron no sólo a los" monárquicos "que había sacado del poder, sino también al" buen pueblo "que buscaba" "liberar", por no hablar de algunos de sus héroes (Luis, que trabajaba en el Arsenal de la Marina, si no participó, seguramente habrá visto o sabido de voz cercana lo que allí se había hecho a Machado dos Santos, el "héroe de la Rotonda" Octubre de 1910, en la "noche sangrienta" de 19 de octubre de 1921).

No era de sorprender que, en 1926, gran parte del país deseara el fin del "desorden". Pero la violencia no paró después del 28 de mayo. En los años siguientes, se sucedieron los pronunciamientos, las revueltas y las luchas por el control del nuevo régimen. Y cuando Salazar llegó al poder y lo consolidó, la violencia apenas cambió de naturaleza: con la policía política y la subordinación de las Fuerzas Armadas al poder político personal del Presidente del Consejo, se institucionalizó y se convirtió en represor.

Lo que a su vez implicó que no pudiera ser capaz de producir el "orden" que Salazar tanto decía desear: no sólo forzaba la inevitable oposición política, una vez fuera del orden institucional, actuar de forma "desorientada", como el carácter dictatorial del régimen lo hacía esencialmente arbitrario, sólo distinguiendo de la República en los blancos que elegía.

El fracaso del "Que 28", y luego el régimen de Salazar construyó y Marcello heredado, como resultado de la naturaleza de la sociedad portuguesa de la época, y un problema que lo aquejaba desde los "liberales" habían tratado de "dar a la Nación" un régimen representativo de "ciudadanos libres".

El país estaba dividido entre una población urbana, radical, anticlerical y más o menos letrada, y otra franja rural, conservadora, profundamente católica, numerosa pero esencialmente analfabeta, y tanto la clase política como los "radicales" que querían "democratizar" país desconfiaban de ese vasto número de personas que podían ser fácilmente manipuladas por el "cacique" o por el sacerdote de la tierra.

El problema se fue agravando a medida que el peso de la población urbana fue creciendo frente al de las regiones rurales, y el régimen abandonó el viejo estratagema de la restricción del universo electoral (con que negaba el voto a la plebe) y lo amplió: que el voto "arrebatado" de las "ovejas" de la "provincia" podía "ahogar" el voto urbano más radical, "cocinando" todas las elecciones, pero tenía la desventaja de dejar el "pueblo" letrado cada vez más incómodo con el " el peso de las "carneros" y la forma en que su voto permitía que una clase política cada vez más desacreditada se perpetuara en el poder. Fue una desventaja que costó la supervivencia del régimen.

La República buscó otra solución para la incompatibilidad política entre esos dos "Portugais": una dictadura terrorista del "radicalismo" urbano sobre el resto del país. El resultado no fue mejor que el obtenido por el "liberalismo": el régimen no tenía como sobrevivir a largo plazo, pues si los "liberales" habían descubierto que era imposible gobernar el país sin el favor de la población armada y radicalizada de la capital, los republicanos descubrieron que esa población tampoco podría gobernar sin la tolerancia del resto del país.

Sólo había una alternativa, que Salazar comenzaría a poner en marcha en 1928: una dictadura de Portugal conservadora y católica en la franja más urbana y la población radical. Pero su adopción sólo mostraba algo que el "liberalismo" y la República ya habían revelado: la manifiesta imposibilidad de una parte del país de reconocer la legitimidad de la otra para participar en la vida política, y cómo esa imposibilidad hacía inevitable la violencia política.

En la década de 1970, por primera vez, el problema pudo ser superado: no sólo el país se tornó acentuadamente más urbano, como la "opinión" de las ciudades y de la "provincia" se compatibilizaba: es verdad que las elecciones de 1975 mostraron un país "dividido entre un" norte "más católico y conservador y un" sur "más" revolucionario "y comunista, pero casi el 72% de los votantes depositó su voto en los tres partidos democráticos (PS, PPD y CDS), mostrando que veían en el voto periódico y no en las rifles el medio de resolución de las divergencias políticas.

El país que vino después, aquel en que María de Lourdes, mi abuela, hoy vive, ya no es lo mismo en que casi murió en 1927. En 1974, la implosión del "Estado Nuevo" puso a desnudo ese cambio. Es verdad que en los años que siguieron, todavía hubo unos espasmos de violencia "revolucionaria", promovidos aquí y allá por grupos políticos con poco entusiasmo por la democracia. Pero, a diferencia de lo que había sucedido hasta entonces, cualquier dictadura tendría que enfrentar al menos tres cuartos del país en una guerra civil, que inevitablemente perdería y nadie quería.

Por lo tanto, Portugal ya no tendrá que recurrir a la violencia como un sustituto de la representación política, pero fue entregado a otro problema antiguo que lo atormenta desde al menos 1834: estar entre la espada de la necesidad de utilizar el estado de acortar la brecha entre los deseos populares de una vida mejor y la pared de los límites de los recursos a disposición de ese Estado, poniéndolo así entre otra espada (la necesidad de tener "déficit" presupuestario y de endeudarse "allá afuera") y otra pared (la necesidad de que ese déficit y esa deuda no son demasiado elevados hasta el punto de que ya nadie está dispuesto a alimentarlos). Un problema que tan pronto no desaparecerá.

El autor escribe de acuerdo con la antigua ortografía.

Ana Gomez

Ana Gómez. Nació en Asturias pero vive en Madrid desde hace ya varios años. Me gusta de todo lo relacionado con los negocios, la empresa y los especialmente los deportes, estando especializada en deporte femenino y polideportivo. También me considero una Geek, amante de la tecnología los gadgets. Ana es la reportera encargada de cubrir competiciones deportivas de distinta naturaleza puesto que se trata de una editora con gran experiencia tanto en medios deportivos como en diarios generalistas online. Mi Perfil en Facebookhttps://www.facebook.com/ana.gomez.029   Email de contacto: ana.gomez@noticiasrtv.com

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