El mundo ya pasó página Bolsonaro, ahora solo falta Brasil





Aquellos que intentaron derrocar la democracia brasileña recurriendo a las artimañas delincuentes del trumpismo subestimaron las diferencias fundamentales entre los reclamos estadounidense y brasileño.





En los EE.UU., la elección está dominada por la carrera presidencial, en Brasil, la columna vertebral de la República se elige en el Congreso y en los estados. La negación de los resultados por parte de Bolsonaro sería contestada por 28.000 candidatos a diputado, senador y gobernador, que dedicaron su vida a la campaña.

Como ya ha señalado Marcus André Melo en su columna, la incertidumbre de las elecciones estadounidenses tiene su origen en el sistema hiperdescentralizado, por no decir caótico, de conteo de votos. Las tensas imágenes de oficiales que intentan descifrar los boletines no se repiten en Brasil, donde el anuncio inmediato de los resultados reduce el tiempo de difusión de mentiras y limita el margen de acción de los oportunistas.

Finalmente, el bolsonarismo es un movimiento sin partido, no por elección, sino por incompetencia. Sin el Partido Republicano, Trump sería incapaz de arrastrar a la clase política a una aventura clandestina.

Un cuarto y decisivo argumento confirma que la analogía del Capitolio, obsesión en el debate nacional en los últimos meses, está llena de agujeros: el reconocimiento internacional. Uno de los elementos desestabilizadores del levantamiento de Washington es la constatación de que el derecho internacional no está equipado para proteger el sistema político de su principal garante geopolítico.

Nada de esto se aplica a Brasil, donde la legitimidad electoral y el reconocimiento internacional son inseparables. El mensaje público del encargado de negocios de la Embajada de Estados Unidos en Brasilia a las puertas de la primera vuelta fue solo la señal internacional más visible en defensa de la democracia brasileña y contra los proyectos golpistas de Jair Bolsonaro.





Con una agenda desmoronada, el viaje a Londres para el funeral de la reina Isabel II y el viaje a las Naciones Unidas estuvieron marcados por el aislamiento y la vergüenza. Los viajes debían servir para reforzar su autoridad presidencial, pero terminaron dando la imagen de un candidato agonizante que ha perdido todas las condiciones para gobernar su país.

Los diplomáticos europeos establecen paralelismos entre las elecciones brasileñas y las de países como Portugal y Francia. En ambos casos, elecciones que se anunciaron competitivas terminaron generando cómodas mayorías.

La explicación es siempre la misma. La multiplicidad de crisis sistémicas, la guerra, la pandemia y el clima han rehabilitado el papel del estado del bienestar y, por extensión, de los partidos más asociados a la socialdemocracia.

Ante la incertidumbre provocada por la radicalización de la derecha, el votante pragmático se movilizó en torno a candidatos de centro y centroizquierda. La excepción es Italia, donde, como deberían dejar claro las elecciones del domingo, el colapso de los partidos ha dejado al sistema político como rehén de populistas y extremistas.

A juicio de la comunidad internacional, una eventual segunda vuelta en Brasil sería sólo un amargo y fugaz aperitivo de un segundo mandato imposible: sanciones, boicots y violencia.

El mundo ya pasó la página Bolsonaro. Sólo falta Brasil.


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Nacho Vega

Nacho Vega. Nací en Cuba pero resido en España desde muy pequeñito. Tras cursar estudios de Historia en la Universidad Complutense de Madrid, muy pronto me interesé por el periodismo y la información digital, campos a los que me he dedicado íntegramente durante los últimos 7 años. Encargado de información política y de sociedad. Colaborador habitual en cobertura de noticias internacionales y de sucesos de actualidad. Soy un apasionado incansable de la naturaleza y la cultura. Perfil en Facebookhttps://www.facebook.com/nacho.vega.nacho Email de contacto: nacho.vega@noticiasrtv.com

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