El mundo debe seguir siendo consciente del enorme riesgo nuclear en medio de la guerra de Ucrania
La llamada «operación militar especial» lanzada por Rusia contra Ucrania ha durado ocho meses, sin señales de negociaciones serias entre las partes involucradas. La agresión armada está claramente prohibida en el artículo 2 de la Carta de las Naciones Unidas, pero el derecho de veto impide que el Consejo de Seguridad actúe en ausencia de cualquiera de sus cinco miembros permanentes, uno de los cuales es Rusia.
Las declaraciones del presidente ruso, Vladimir Putin, y del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, han aumentado la preocupación internacional de que se utilicen armas nucleares en el conflicto.
Sin embargo, aunque las doctrinas de defensa rusa y estadounidense, así como la de la OTAN, contemplan el uso bajo ciertas condiciones, no parece que dadas las circunstancias extremas en las que estaría previsto el uso de estas armas por parte de los beligerantes. En la versión guerra, Moscú acusa a Ucrania -con poca credibilidad- de pretender detonar una bomba convencional «sucia» con alto poder de radiación en su propio territorio, cuyo uso Kiev culparía a Rusia.
En Occidente existe el temor de que, para revertir los fracasos militares, Rusia utilice armas nucleares de baja potencia, conocidas como no estratégicas o tácticas, destinadas a acciones de alcance limitado. Otras hipótesis, consideradas más remotas, serían una detonación de «demostración» en una zona deshabitada, una operación de «contrafuerza» en el campo de batalla o incluso un ataque contra un centro habitado.
En tales casos, indudablemente existiría el riesgo de una respuesta nuclear capaz de conducir a una escalada y una conflagración más amplia, ciertamente catastrófica para ambos lados, así como para el resto del planeta. Además, no se puede excluir la ocurrencia de errores en la evaluación o interpretación de los datos transmitidos por los sistemas de alerta de un lado o del otro, ni la de accidentes.
Debe tenerse en cuenta, sin embargo, la existencia de una poderosa norma moral no escrita, comúnmente llamada «tabú nuclear», que, en caso de violación por parte de cualquier país, traería el reproche de la comunidad internacional.
El uso de armas nucleares por parte de Rusia podría llevar a la participación de otros países en el apoyo a Ucrania y aumentar el aislamiento de Moscú. Las ventajas militares se verían limitadas en relación con el inmenso riesgo inherente al uso de tales armas y muy probablemente se reforzaría la determinación de Ucrania de resistir y la decisión de la OTAN de mantener su esfuerzo.
La razón y el sentido común no siempre rigen las acciones de los individuos, incluidos los líderes y dirigentes políticos. Es importante que el mundo siga siendo consciente de los enormes riesgos nucleares actuales y redoble esfuerzos a favor de un diálogo urgente entre los contendientes en busca de un alto el fuego seguido de negociaciones de paz.
Además, toda la comunidad internacional debe exigir con vehemencia el cumplimiento de los compromisos de seguridad y desarme contenidos en los instrumentos multilaterales existentes, así como su perfeccionamiento.
La opinión pública juega un papel clave en este esfuerzo. La humanidad no puede permanecer perpetuamente rehén del equilibrio inestable e impredecible en las relaciones entre las potencias con armas nucleares. La única garantía contra el uso de armas nucleares es su completa eliminación.