El mayor defecto





Al quincuagésimo sexto minuto del primer debate televisivo entre cinco de los seis candidatos al liderazgo del Partido Conservador (Boris Johnson no se dignó a aparecer), un miembro de la audiencia preguntó a los aspirantes a primer ministro del Reino Unido que creían ser su mayor defecto .





Michael Gove, con una indiscutible sonrisa de incontrolable autosuficiente, dijo que era su "impaciencia" para "cambiar el país para mejor". Dominic Raab dijo que era su "alma inquieta" por "querer hacer las cosas mejores". Jeremy Hunt, por su parte, mencionó que era "terco", pero que eso era lo que será necesario para lograr resolver el problema del Brexit.

En otras palabras, Gove, Raab y Hunt dijeron que su mayor defecto es ser excesivamente virtuosos. Tal vez la falla sea mía, pero sólo veo dos posibles explicaciones para esta postura. Una, es la de Gove, Raab y Hunt ser genuinamente incapaces de mirar hacia sí y ver otra cosa que no una perfección tal que su mayor defecto es ser demasiado extraordinarios.

Si este es el caso, es una pésima señal, porque no pasar de una especie de Trump o Sócrates, auténticos sociópatas en el poder, de tal forma obsesionados consigo mismos que se convencen que la realidad es igual a su delirante imaginación, aislándose del mismo, mundo real e incapaces de encarar los problemas que éste les pone.

Sin embargo, no me parece que sea esa la razón que explica sus respuestas. La segunda hipótesis me parece mucho más probable: cómo estaban en campaña y no querían "pasar" una "imagen" de debilidad o dar a los adversarios algo con que los atacar, Gove, Raab y Hunt se sintieron forzados a retornar a dar la vuelta al problema, eligiendo un "defecto" que en realidad se presenta como una alabada virtud.

Y así, al optar por responder de esta forma, Hunt, Raab y Gove pusieron a desnudo el mayor defecto de la política contemporánea: la casi total imposibilidad de mirarse a la realidad y ser honesto con los votantes, y la consiguiente dificultad en confrontar los problemas que afectan a nuestras sociedades.

En realidad, el truco retórico de Gove, Raab y Hunt no fue un caso aislado, una estrategia específica para confrontar una sencilla cuestión en particular. Fue, sin embargo, un ejemplo circunstancial pero representativo de la forma en que cualquier candidato a cualquier cargo político se siente obligado a actuar para poder ganar votos, y con ellos el poder que ambiciona tener.





Por naturaleza, casi todos los problemas enfrentados por una comunidad política y sus gobernantes son problemas complicados, que implican soluciones difíciles que a su vez crean otros problemas, y que por eso no serán muy atractivas para el electorado. Como los gobernantes y candidatos a gobernantes necesitan atraer al electorado para conquistar el derecho a gobernar, sienten la necesidad de ocultar la naturaleza de esos problemas y las dificultades inherentes a lo que prometen.

Inevitablemente, cuando el electorado se enfrenta a una realidad diferente de la que se les ha prometido, queda descontenta, aumentando cada ciclo electoral su desconfianza de la clase política en general. Muchas veces, los gobernantes ni siquiera arriesgan adoptar políticas que reconozcan la existencia de problemas, dejando en el cajón las reformas que serían necesarias para resolverlas, lo que sólo hace que estos problemas sean más graves y más escasa la voluntad política de enfrentarlos.

En cualquier caso, el único resultado es lo que por ahí se ve: el creciente desgaste del poder político ante la insatisfacción popular con las consecuencias statu quo que los gobiernos mantienen por miedo a la revuelta electoral contra un cambio. A la salida de este ciclo vicioso ella sólo podrá pasar por la honesta presentación al electorado de la naturaleza de los problemas que los afectan, y por la no menos honesta discusión de las dificultades inherentes a las diferentes hipotéticas soluciones propuestas. Honestamente, no estoy seguro de que sea suficiente.

Cuando llegó su turno de responder a la pregunta del espectador acerca de su mayor defecto, uno de los candidatos, Rory Stewart, afirmó que "hay muchas cosas que no sé" y "no entiendo", y que como primer ministro habría de reconocer que las personas que diariamente tratan con los asuntos que él tendría que tratar saben más sobre estos que él. A continuación, Sajid Javid dijo que era "demasiado terco", pero a diferencia de Hunt, no lo presentó como una virtud: su terquedad, admitió, lo haría correr el riesgo de no prestar la debida atención a los argumentos de que pudiera tener una mejor opinión sobre cualquier problema.

En otras palabras, Stewart y Javid fueron los únicos capaces de responder con un mínimo de honestidad a la cuestión que se les había planteado, en vez de evitarla con una falsa humildad que en la práctica no pasaría de un síntoma de su incapacidad de discutir francamente realidad con el electorado. Sólo por eso, y por muchos problemas que se pudieran encontrar en sus candidaturas y propuestas, Stewart y Javid eran los únicos candidatos presentes en aquel debate que merecían ser encarados seriamente por el electorado. Sin sorpresa, Stewart fue eliminado en la tercera ronda de la elección, y Javid en la cuarta.

El autor escribe de acuerdo con la antigua ortografía.

Ana Gomez

Ana Gómez. Nació en Asturias pero vive en Madrid desde hace ya varios años. Me gusta de todo lo relacionado con los negocios, la empresa y los especialmente los deportes, estando especializada en deporte femenino y polideportivo. También me considero una Geek, amante de la tecnología los gadgets. Ana es la reportera encargada de cubrir competiciones deportivas de distinta naturaleza puesto que se trata de una editora con gran experiencia tanto en medios deportivos como en diarios generalistas online. Mi Perfil en Facebookhttps://www.facebook.com/ana.gomez.029   Email de contacto: ana.gomez@noticiasrtv.com

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