El apartheid sanitario que tiene lugar en África no es un accidente
La perspectiva de una mejora regional de la pandemia, con algunos países latinoamericanos cada vez más cerca de vacunar a más de la mitad de su población para fin de año, abre una cruda realidad: África simplemente quedó fuera de la mayor campaña de inmunización. de historia.
Creado para garantizar una distribución equilibrada de las inmunizaciones en todo el mundo, el programa Covax ni siquiera ha alcanzado el objetivo mínimo del 20% de cobertura de inmunización en los países africanos. Los informes de los negociadores de la Unión Africana dejan en claro que los gobiernos locales estaban jugando a las cartas marcadas: a finales de 2020, las potencias occidentales ya habían reservado todas las reservas de vacunas disponibles para los próximos doce meses.
Los resultados de la diplomacia de las vacunas en el Sur global también están muy lejos de las pomposas campañas de propaganda. Países como Egipto y Marruecos compraron solo 33 millones de los más de 700 millones de vacunas comercializadas por los chinos en todo el mundo. Contrariamente a las promesas de Moscú, el Sputnik V solo llegó en pequeñas cantidades a Argelia, Angola y Túnez.
Los intentos de explicar la segregación de las vacunas en el continente africano se refieren a suposiciones sobre la pandemia que fueron refutadas con el tiempo. Con una de las pirámides de edad más bajas del planeta (la edad promedio en Angola, 17 años, es casi la mitad que la de Brasil), la mayoría de los países africanos comenzaron por reportar menos muertes que otras regiones del mundo. El supuesto aislamiento geográfico y la intensa circulación de otras patologías también ayudaron a consolidar la idea de que África estaba “naturalmente protegida”.
El mito del excepcionalismo, que ha caracterizado las relaciones entre África y el mundo desde la época colonial, tuvo dos consecuencias dramáticas: dejó a los países africanos vulnerables a la erupción de nuevas variantes más agresivas como la delta, que está en el origen de la violencia tercera. olas en Uganda, Namibia y Sudáfrica, donde el número de infecciones se ha multiplicado por diez en el último mes.
Luego, la falta de cobertura de vacunación fortaleció las barreras migratorias. El lanzamiento del certificado digital europeo confirma que las restricciones sanitarias jugarán un papel central en la movilidad internacional. Si nada cambia, los ciudadanos de los países africanos seguirán excluidos de los circuitos económicos de forma indefinida.
La salida pasa por la industrialización. Sudáfrica dio un paso importante en esta dirección el mes pasado al firmar el primer acuerdo para la producción de inmunizaciones en suelo africano con China y Francia. Una iniciativa que podría haberse lanzado hace meses si aliados como Brasil hubieran apoyado a Pretoria en sus numerosos intentos diplomáticos de democratizar el acceso a las vacunas.
El apartheid sanitario que se está arraigando en África no es un accidente logístico provocado por las circunstancias excepcionales de la pandemia ni un fenómeno atribuible al subdesarrollo de sus países. Es el resultado de la economía política de la exclusión, de la que los países del Sur, como los del Norte, son directamente responsables.
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