Cuando Trump gana y el mundo pierde





Así de la nada, los Estados Unidos de América declaran su retirada de Oriente Medio por razones de victoria contra el Estado Islámico. Poco después, el Secretario de Defensa (SoD), el general James Mattis, hace pública su dimisión por incompatibilidad con el Comandante en Jefe. O bien me equivoco, o estos dos acontecimientos están ligados, no sólo por la proximidad temporal, sino porque demuestran que el Pentágono, el último bastión de la oposición interna a las políticas del presidente Trump (salvo el Congreso), cayó. Mattis no estaría dispuesto a entregar Oriente Medio a Rusia ya los kurdos a Turquía.





Vamos por partes. Como se dijo en los últimos dos años, Donald Trump es un presidente en permanente campaña. La retirada de un conjunto significativo de militares de teatros de guerra – 7000 de Afganistán y 2000 de Oriente Medio (en esta fase) – acompañado de un anuncio de victoria contra el terrorismo, asunto que sigue teniendo un peso fundamental en Estados Unidos, buena acogida en su base de apoyo, que prefiere una América defensiva y segura a una América llena de soldados fuera de las puertas. Y, de paso, da forma cuando la opinión pública se enfrenta a la prisión de Michael Cohen y el destino incierto de Michael Flynn.

Pero las consecuencias de estas noticias tienen repercusiones mucho más importantes a nivel internacional. Donald Trump, con los avances y retrocesos propios de la política corriente, todo ha hecho para llevar a cabo un acercamiento a Vladimir Putin. El presidente estadounidense considera esencial la creación de una cuasi-alianza con Rusia, por considerar que es la forma más eficaz de contener a China.

En vísperas de Navidad, Trump extiende más una zanahoria al homólogo ruso: retira de Oriente Medio, dejando a Rusia como el único poder internacional con influencia en la región. En el zapato de Erdogan, que se encuentra con el camino libre para enfrentar a los kurdos, e incluso irónicamente, en el de Irán, que ve a Estados Unidos más alejados del territorio donde aún no desistieron de ser la potencia regional hegemónica (aunque contenidas en Arabia Saudita, Israel y Egipto, proxies Americanos).

Fosse Putin o Moscú un aliado natural de EEUU y no tuviera a Rusia ambiciones expansionistas, la estrategia podría cosechar en Washington. En el Oriente Medio una región estable sin peligro de conflicto o de carrera al armamento nuclear, la estrategia podía tener más partidarios. Pero no es. Los norteamericanos, encabezados por su elite, tienen una profunda desconfianza hacia estas medidas. Y con razón. Las guerras (incluso las frías) permanecen en la memoria de quien las enfrentó y no hay garantías que Putin desempeñe el papel que Trump le destinó, ni hay forma de estar seguro de que la disputa entre Irán y Arabia Saudita no se advierte por vacío de poder. Esta medida puede ser aplaudida por la opinión pública a corto plazo, pero tiene todo para traer muchos disgustos en el futuro.

James Mattis fue el último de un linaje de decisores políticos liberales conservadores que dejó su cargo. En la carta de dimisión, aunque no mencionó el Oriente Medio directamente, dejó claro que ésta había sido la gota de agua. En un vaso lleno por la forma negligente con que Trump ha tratado a los aliados fundamentales, en particular los de la OTAN, que, según Mattis, constituyen una de las mayores fuentes del poder (y yo añado, de legitimidad) norteamericanas. Un vaso lleno por la forma ambigua como el presidente se dirige a rivales "autoritarios" que deberían ocupar el lugar inequívoco de estados cuyos intereses (y valores, da Mattis a subentender) no son compatibles con los de los norteamericanos. El antiguo SoD lamenta que Estados Unidos haya dejado caer uno de sus papeles más importantes: no el de "policía del mundo" (a que Mattis se oponía), sino el de "potencia ordenadora", es decir, de estado definidor de las reglas de relación entre los estados.

Las nuevas inestabilidades de Oriente Medio, así como la dimisión de James Mattis, corresponden al fin (definitivo o temporal, está por ver) de una era. La necesidad de que el Secretario de Defensa no sea connivente con ciertas decisiones habló más alto que el intento que muchos hicieron -y unos cuantos ya quedaron por el camino- de contener a Donald Trump en sus arriesgadas políticas de todo-o-nada. Se cierra el año sin saber lo que nos espera. Pero una cosa es cierta: la estabilidad en Oriente Medio y la contención de Rusia, que continuará su paciente trabajo de dividir y astillar Europa, si ha habido, se quedó en 2018. Y eso no son buenas noticias.





Nacho Vega

Nacho Vega. Nací en Cuba pero resido en España desde muy pequeñito. Tras cursar estudios de Historia en la Universidad Complutense de Madrid, muy pronto me interesé por el periodismo y la información digital, campos a los que me he dedicado íntegramente durante los últimos 7 años. Encargado de información política y de sociedad. Colaborador habitual en cobertura de noticias internacionales y de sucesos de actualidad. Soy un apasionado incansable de la naturaleza y la cultura. Perfil en Facebookhttps://www.facebook.com/nacho.vega.nacho Email de contacto: nacho.vega@noticiasrtv.com

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