Cuando la salud mental se convierte en un problema para la educación
LA Pandemia de COVID-19 comienza a dar una tregua a la sociedad, pero los problemas generados en el campo de la educación están lejos de ser resueltos. Como si la alta tasa de ausentismola ampliación de la brecha entre los sistemas educativos público y privado y el retraso en los aprendizajes esperados, el sector enfrenta el compromiso de la salud mental de los comunidades escolares.
Obviamente, este trastorno es el reflejo de un problema de salud más amplio, que afecta a toda la sociedad a nivel económico, político, social y humanitario. Sin embargo, tiene una connotación especialmente grave en la escuela, porque afecta a la formación de los jóvenes. Compromete no sólo los procesos de enseñanza y aprendizaje, sino también la convivencia social indispensable al proceso educativo.
La propia problema de medicion es difícil y corre el riesgo de ser subestimada ante la pluralidad de síntomas de depresión y ansiedad que, con distintos énfasis y grados de evidencia, afloran en el cotidiano escolar: alteraciones del sueño, dificultad para respirar, apatía, agotamiento , irritabilidad, dificultad para concentrarse, trastornos alimentarios, transgresión de límites y fragilidad de habilidades socioemocionales son parte de la lista.
telegrama
Desde la perspectiva de los estudiantes, la baja autoestima y la disminución de la confianza en sí mismos parecen comprometer el enfoque, la determinación para estudiar y la eficacia organizacional.
Los maestros, a su vez, están bajo presión. Por un lado, la urgencia de retomar el aprendizaje, recuperar las pérdidas de la educación a distancia y demostrar resultados. Por otro lado, el hallazgo de condiciones laborales difíciles, marcadas principalmente por la pérdida del vínculo de los alumnos con la escuela e incluso por hechos de intolerancia, indisciplina, agresión y violencia. A ello se suma la permanencia de riesgos para la salud, aún inminentes, que condicionan la discontinuidad del trabajo escolar.
+ Lea también: La dermatitis atópica empeora el rendimiento escolar de los niños, según estudio
Para revertir esto escenario, ante todo, es necesario resignificar la escuela y, en particular, el aula. Más que espacios de aprendizaje, merecen –sobre todo en este momento– constituirse en ambientes de socialización, afecto y maduración de habilidades psicosociales.
En segundo lugar, debemos delinear planes de intervención objetivos y proyectos de trabajo significativos a partir de un mapeo de las dificultades de cada institución. Cada caso es diferente y es imposible instituir recetas genéricas.
Aun así, vale la pena mencionar algunas pautas:
- Valorando los logros
- Fortalecer los proyectos de vida y respetar los tiempos de aprendizaje
- Negociar dificultades específicas
- La dinámica para hacer frente a la heterogeneidad de las clases, incluidos los diferentes grados de aprendizaje.
- La mediación en las modalidades de organización de los estudios y de la convivencia social
- El rescate de los vínculos de los estudiantes con la escuela, el restablecimiento de las relaciones afectivas con los compañeros y la profundización de las estrategias de acogida
Todo ello sin olvidar la necesidad de que los poderes públicos presten atención a la salud mental de los estudiantes. Si la escuela es un espacio de problemas, también puede serlo de superación.
*Silvia Gasparian Colello es docente, investigadora en el campo de la Psicología Educativa, Profesora Titular del Programa de Posgrado de la Facultad de Educación de la USP y autora de los libros La escuela que no enseña a escribir y Alfabetización: qué, por qué y cómo (Editorial Summus – click para comprar).