Como la crisis en Argentina cambió la vida en la favela más antigua de Buenos Aires

En una tarde del sábado en junio, un grupo jugaba al fútbol en uno de los campamentos de fútbol de la Villa 31, la favela más antigua de Buenos Aires.

Distribuidos por las gradas recién construidas, muchos de los espectadores asisten a la salida agarrados a la botella térmica y con el mate en la mano. Los gritos de la hinchada rivalizan con el sonido alto de reggaeton que invade las calles estrechas que bordean el campo, contornadas de arriba por una maraña de hilos que unen de forma desordenada los postes, sellados con plaquitas que ofrecen servicio de internet banda ancha.

A primera vista, es un fin de semana como los otros en esta que es una de las mayores comunidades de la capital argentina, con más de 40 mil habitantes. Pero una cosa cambió: los carritos de barbacoa desaparecieron.

"Dos años atrás verías a un montón de gente comiendo parrillita en la calle a esa hora, pero nadie más aquí tiene dinero para comprar carne", explica Magdalena Bazan, que vive en la comunidad desde hace 36 años.

Aunque la producción de carne bovina en Argentina ha avanzado un 7,4% entre 2017 y 2018, el consumo interno disminuyó, aunque levemente (0,1%), de acuerdo con las estadísticas del Foreign Agricultural Service, vinculado al Ministerio de Agricultura de los Estados Unidos.

La proyección para 2019 es de un retroceso mucho más fuerte, del 4,7%.

Eso porque, de un año para acá, los precios de los alimentos en el país se dispararon. Desde mayo de 2018, el peso sufrió una fuerte desvalorización frente al dólar, con un impacto directo en la inflación, que llegó al 55% en el acumulado en 12 meses hasta abril.

La disparada en el índice de precios también refleja la retirada de subsidios que abarataban una serie de servicios esenciales, entre ellos gas, energía eléctrica y transporte público.

Todo quedó más caro en Argentina. Como los salarios no siguieron, la pobreza creció del 25,7% de la población en 2017 al 32% a finales del año pasado, un aumento de casi 3 millones de personas.

La Villa 31 es uno de esos lugares en los que las estadísticas tienen nombre y apellido.

La favela más simbólica de Buenos Aires

Al contrario de la mayoría de las favelas de Río, es plana. Al contrario de la mayoría de las favelas de São Paulo, está enclavada en el centro de la ciudad.

Más específicamente al lado de Puerto Madero, el puerto gentrificado de Buenos Aires, que reúne algunos de los restaurantes más caros de la ciudad.

A pesar de la proximidad, la comunidad es casi invisible para el peatón que camina por la región, "escondida" detrás de las líneas de tren que atravesan la estación Retiro Mitre, un edificio histórico de principios del siglo XX, guardado por un muro que se extiende por metros a perder de vista en la avenida del Libertador.

Ella se descortina, sin embargo, para quien entra o sale de la ciudad por la autopista Presidente Arturo Umberto Illia, que rasga la favela por la mitad. De lo alto se ven las varas con ropa extendida, las paredes de ladrillos sin revoque, las losas improvisadas y las calles sin calzado.

En los últimos años aparecieron camiones y hormigoneras, agentes de un proyecto controvertido de reurbanización que es más un capítulo de la historia de una favela se ha transformado muchas veces en las últimas décadas.

La comunidad surgió en los años 1940 sobre lo que quedaba de la Villa Desocupación, una favela de viviendas muy precarias erigida por inmigrantes europeos huyendo del hambre y de la Gran Depresión -que fue violentamente destruida por el poder público en 1935.

En ese primer momento, la Villa 31 reunió a extranjeros, especialmente italianos, y migrantes internos, desempleados de una Argentina rural en crisis ante una política económica que privilegiaba la construcción de la industria nacional, explica Valeria Snitcofsky, profesora del departamento de historia de la Universidad de Buenos Aires, que hace 15 años estudia las "villas" de la ciudad.

En los años de la dictadura, entre 1976 y 1983, casi se erradicó. La política higienista de los años de plomo redujo las poblaciones de favelas en la capital de 213,8 ​​mil en 1976 a sólo 12,6 mil en 1983, cuenta la historiadora.

La comunidad fue una de las pocas que resistió. Madgalena llegó a la 31 en el primer año de la redemocratización, cuando ella volvió a ser ocupada.

En esa época, las favelas de Buenos Aires todavía eran llamadas "villas miserias", terminología que cayó en desuso en las últimas décadas ante el proceso de urbanización -aunque desordenado y precario- de esos espacios.

No había agua potable. Los habitantes recurrían a una fuente y se abastecían con baldes. La energía venía de un gato ingenioso desarrollado por un grupo que traía cables de las líneas de tensión por debajo de la tierra.

"La gente tomaba cuidado para no ostentar. Dejaba la luz ligada pocas horas al día, cerraba las cortinas."

De la dictadura chilena a la Argentina

Magdalena tiene 57 años, pero parece al menos 15 años más joven. Baja estatura, magra, el rostro enmarcado por el cabello rizado harto, a la altura de los hombros.

En torno a la mesa en la pequeña cocina del sótano en la que vive, ella apunta hacia el fondo del pasillo: "Fue aquí que creé a mis siete hijos, en aquel cuartinho, con las camas en fila.

Chilena, se mudó a Argentina en 1975. La familia huía de la dictadura de Pinochet, que había secuestrado a su padre y el torturado por tres meses.

Este fue un período en que ella y madre sobrevivieron comiendo cáscaras de naranja que se encontraban en la basura mientras buscaban a su padre en toda la ciudad de Santiago.

"Él era técnico-electricista, no tenía sentido haber sido arrestado", cuenta.

Escapó con la ayuda de un militar que lo reconoció entre los detenidos.

"Él sintió una mano en el hombro y pensó que iban a llevarlo, que era el fin. El hombre habló: '¿Has hecho un servicio allá en casa, no recuerda, qué estás haciendo aquí?' "Mi padre siempre contaba esa historia y jugaba:" Yo no recordaba, pero debo haber hecho un trabajo decente, ¿verdad? ".

Al año siguiente a la llegada a Buenos Aires, el 24 de marzo de 1976, los militares dieron el golpe que inauguró uno de los regímenes más represores de la historia del país, con 30 mil muertos y desaparecidos.

"Mi madre no podía creer, ella lloraba todos los días."

Más drogas y más violencia

Magdalena vio la villa crecer y, en casi 30 años, sumar 40 mil habitantes -el dato oficial del censo de 2010, que ella dice estar subestimado.

"Hoy en día hay al menos 70 mil personas, en los últimos años aparecieron viviendas mucho más precarias, muy bolivianas, paraguayo, peruano.

Parte de esa expansión se dio en los entornos de San Martín, área más pobre de la favela, con una "entrada" propia y un flujo intenso de usuarios de droga desde fuera del barrio que, muchas veces, acaban durmiendo por las calles de la comunidad.

La droga que hoy se fuma a cielo abierto en prácticamente todas las favelas de Buenos Aires es el paco, parecida al crack.

El avance del paco en Argentina "no tiene 20 años", dice la historiadora Valeria Snitcofsky, y es un problema que tiende a empeorar en momentos de crisis como el actual, en que la pobreza aumenta y el horizonte de perspectivas para los jóvenes disminuye, , agrega Maria Cristina Cravino, antropóloga, investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) con sede en la Universidad Nacional de Río Negro.

"Antes los pibes (jóvenes) eran más respetuosos, acostumbraban fumar marihuana, pero no así, ese tipo de cosas y en medio de la calle", dice Angelica Regules, de 29 años, que nació y creció en la Villa 31.

Con el aumento del uso de drogas, también crecieron los robos, que eran raros entre los vecinos del barrio.

Los robos en la ciudad de Buenos Aires avanzaron un 13% entre 2015 y 2016, a 2.328,3 por 100 mil habitantes. En octubre de 2016, la inseguridad estaba entre las mayores preocupaciones de los argentinos (18,4%), casi empatada con la corrupción (18,9%) y la inflación (18,7%), de acuerdo con una encuesta realizada por la consultora Gestión y Fit, aún no actualizada.

La parte del alza fue devuelta en 2017, cuando el indicador cedió a 2.226,7 (-4,4%), pero ese retroceso aún no se percibe entre los vecinos del barrio.

El cotidiano de violencia no compite en números con las favelas de las grandes capitales brasileñas -la tasa de homicidios por 100 mil habitantes de la capital es de 4,8, contra 30,3 en la media de Brasil-, pero todo morador de la Villa 31 tiene alguna la historia reciente para contar -al igual de "aciertos de cuentas" del tráfico, casos macabros de feminicidio, como el de la paraguaya Liliana González, muerta a cuchilladas y descuartizada por su marido en marzo.

Ambulancias y coches de bomberos sólo entran en la comunidad con escolta policial.

Más hambre

Los usuarios de drogas que andan errantes por el barrio a veces llegan a golpear en la puerta de Magdalena para pedir comida -la casa de ella es una de las "merenderas" del barrio.

Las "merenderas" y los "comedores comunitarios" son una "experiencia muy arraigada" en las villas de la capital, explica la antropóloga Maria Cristina Cravino.

Ellas surgieron en la época de la crisis de hiperinflación de 89 en Argentina, reuniendo voluntarios dispuestos a cocinar para los vecinos que, ante los aumentos sucesivos de precios, ya no podían hacer todas las comidas.

En los últimos cuatro años, Magdalena y otros miembros de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) en la comunidad abrieron cuatro comedores. La idea inicial era atender a niños – de hecho, hoy sirven dos comidas al día para 250 "pibes" del barrio.

En los últimos meses, sin embargo, cada vez más adultos han pedido a las voluntarias para ser atendidas.

"La gente llega diciendo que tienen hambre y me preguntan si tengo algo, ¿qué voy a hacer?"

El gobierno envía los alimentos y paga por parte de la infraestructura. Cuando los recursos no son suficientes, los residentes a menudo se colocan del propio bolsillo.

Magdalena y otras decenas de voluntarios reciben por el trabajo en el comedor el llamado "salario social complementario".

El beneficio fue creado en 2017 después de la realización de marchas en todo el país pidiendo la aprobación de una "ley de emergencia alimentaria" y se paga a todos aquellos involucrados en la "economía popular" – "toda actividad asociada a la mejora de los medios de vida de actores de alta vulnerabilidad social ", de acuerdo con la Resolución E 201/2017.

Esta es una particularidad de las favelas de la capital porteña: los residentes a menudo se organizan en cooperativas para prestar los servicios que en teoría son función del Estado, prácticamente ausente en esas regiones. En el caso de la Villa 31, además de los comedores, la recolección de basura y limpieza del barrio son hechas por los vecinos.

La remuneración pagada por el gobierno equivale a cerca de la mitad de un salario mínimo argentino, R $ 450. En los últimos meses, ante el avance del desempleo y de la crisis, lo que era "complementario" se convirtió en la única fuente de ingresos de muchas familias.

Magdalena consigue sacar un extra vendiendo ropa donada en la feria que toma la entrada de la favela, un enorme comercio a cielo abierto.

Angelica, por su parte, cuenta con lo que gana como "merendera" y con el beneficio recibido marido, que trabaja en la cooperativa de recolección de basura.

"Sai a 'parrilla', entra el 'puchero'

La crisis con inflación alta como la que la Argentina vive hoy tiene un impacto negativo sobre prácticamente todas las clases sociales, pero es más perversa entre los más pobres.

Esto es porque los transportes y los alimentos son elementos que tienen un peso grande en la cesta de bienes y servicios consumidos por las familias de bajos ingresos, dice Maria Mercedes Di Virgilio, investigadora del Conicet con sede en el Instituto de Investigaciones Gino Germani.

Ellos ya ocupan la mayor parte del presupuesto doméstico cuando la economía va bien. Sobra poco para gastar con placer, por ejemplo, o con bienes de consumo duraderos. Cuando llega la crisis, como no hay donde cortar, esas familias pierden acceso incluso a géneros básicos.

"La pérdida de poder adquisitivo disminuye la capacidad de las familias de consumir en el propio barrio -las carpas de choripán, las ferias, los comercios", añade la científica social.

"La carne es un alimento muy importante entre las familias de las clases populares en Argentina y fue uno de los ítems que registró mayor alza de precios", concluye.

En la casa de César Luciano Sanabria, habitante de la Villa 31 prácticamente desde que nació, hace cerca de 33 años, la parrilla fue sustituida por platos como "puchero" y "guiso" de arroz, de fideo (un macarrón (finito) o de papas (patatas).

Estudiante de arquitectura, él comanda una de las cooperativas de construcción del barrio. Comenzó a trabajar aún chico, acompañando a su padre, que también era albañil, en obras por la ciudad. Hoy acumula funciones para sostener a la esposa ya la hija de tres años.

"La carne es muy cara, para no cortar completamente la gente mezcla con otras cosas, hace rendir más."

La crisis dificultó la vida en las favelas de Buenos Aires. Más que eso, sin embargo, forjó un ejército de excluidos que hoy duermen por las calles de la capital, dice la antropóloga Maria Cristina Cravino.

"Es una diferencia en relación a otras crisis en Argentina, las cifras oficiales aún no han salido, pero para cualquier persona que ande por la calle es evidente, son familias enteras, niños, personas que no consiguen más pagar alquiler, ni siquiera en las favelas. "

Magdalena, que hace casi 40 años engrosa las filas de las protestas que hicieron la fama de los argentinos en el continente – "somos miles en las calles", dice, orgullosos, resume la sensación de impotencia de una vida dedicada a buscar condiciones mínimas de supervivencia:

"¿Por qué siempre hay que pelear por el pán?"

Nacho Vega

Nacho Vega. Nací en Cuba pero resido en España desde muy pequeñito. Tras cursar estudios de Historia en la Universidad Complutense de Madrid, muy pronto me interesé por el periodismo y la información digital, campos a los que me he dedicado íntegramente durante los últimos 7 años. Encargado de información política y de sociedad. Colaborador habitual en cobertura de noticias internacionales y de sucesos de actualidad. Soy un apasionado incansable de la naturaleza y la cultura. Perfil en Facebookhttps://www.facebook.com/nacho.vega.nacho Email de contacto: nacho.vega@noticiasrtv.com

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