¿Cómo convencí al joven salvaje a leer periódicos
Siendo un padre dictador e injusto, como todos los padres desde el primero, estoy siempre buscando una buena razón, siendo que todos lo son, para criticar al joven salvaje, que sin saber cómo tiene hoy 13 años, y dos centímetros más de altura que yo, lo que tampoco es particularmente difícil.
Siendo también un padre frío y calculista, como todos los padres desde el primero, pensé, elegí y dicté como castigo de verano conseguir que el joven salvaje comenzara a leer diariamente periódicos.
Siendo un padre poco razonable y embririo, como todos los padres desde el primero, jamás escribiré que el joven salvaje de modo alguno merece un castigo, y que poco argumentos tengo para el "mareado", como ahora se dice.
Es decir, siendo un padre autoritario y castrador, como todos los padres desde el primero, jamás escribiré también que el hecho de que el joven salvaje cree en los valores correctos, dedicarse a su trabajo, tomar muy en serio el compromiso con su deporte y con su equipo, estar ligeramente contento de verme por la mañana, y haber creado por iniciativa propia un tiempo diario limitado para jugar en el ordenador, le dan argumentos más que suficientes para que lo deje en paz.
Y jamás escribiré por fin que el joven salvaje lee la ficción todos los días, negando al padre autoritario un arma importante para la batalla que amaneció, la de que un texto lleva a territorios incalculables a la imaginación, la reflexión y el conocimiento.
Ignorando por maldad los milagros mencionados, como lo hacen todos los padres desde el primero, inicié el castigo con la más vieja táctica de Sun Tzu, la acción psicológica, intensa y exhaustiva, con monólogos pomposos bi-diarios orales, y no por WhatsApp.
Siendo terco como el padre, y aburrido como la madre, el joven salvaje reaccionó como el enemigo imperialista parental esperaba.
Se mostró irreductible ante la pertinencia y la importancia de la acción, esto es, defendió que no veía interés en leer periódicos, y contrapuso una hilera inagotable de argumentos para sostener su posición.
El enemigo imperialista parental había hecho su trabajo de casa.
Así, sabía de las fragilidades de la posición del joven salvaje, generadas por el modo en que consume información y conocimiento.
Así, la inteligencia recogida "in loco" en los últimos años a través de presencia física, y no por skype, por el enemigo imperialista parental, indicaba que el joven salvaje prefería ir diariamente al encuentro en plataformas virtuales de naturaleza híbrida y de nicho del escaso conjunto de temas que le interesan, en lugar de acceder a plataformas de naturaleza clásica periodística, que agrupan y comparten los temas que cada día el mundo genera.
El enemigo imperialista parental sabía también que el joven salvaje estaba únicamente interesado en el tema de la información, no entendiendo siquiera una clasificación por naturaleza o legitimidad de la plataforma, haciendo que para él sea igual un "enlace" colocado en sus grupos de WhatsApp cualquiera que sea su origen, una Insta Story o un canal de youtube de un influyente.
Con esta "inteligencia" bien presente, y toda la perversidad de su grupo sociológico, el enemigo imperialista parental atacó por estas brechas.
Reciclando la única arma que domina, el monólogo solemne y monocórdico, el enemigo imperialista parental comenzó por explorar la brecha más frágil.
Al encontrar al joven salvaje que es un joven ser humano fascinado por la vida y el mundo, no podría restringir sus intereses diarios a un conjunto muy limitado de temas.
Sintiendo una ligera inquietud en el joven salvaje, siempre muy bien disimulada, el enemigo imperialista parental avanzó de inmediato, con la previsible arma ya mencionada, para la segunda brecha.
Siendo el joven salvaje un joven ser humano que da valor al conocimiento, tendría que aceptar el desafío de que el texto es todavía el formato y el medio de comunicación y de conocimiento más profundo y sostenido.
Siendo un joven ser humano inteligente y sensato, a diferencia del padre, el joven salvaje no asumió el desafío ante el enemigo imperialista parental, pero lo asumió para sí.
En el siguiente día siguiente, con el adecuado aire jocoso e indiferente, el joven salvaje preguntó al enemigo imperialista parental "cuáles son, al fin, esos periódicos que debo leer".
El enemigo imperialista parental se colocó en sentido para mencionar de forma reverente los monstruos sagrados de la información, y el joven salvaje tomó nota de ellos en los "favoritos".
En los días siguientes, el enemigo imperialista parental, en flagrante crimen de invasión de privacidad, notó que el joven salvaje, entre el youtube, el ganda Insta y el bro youtube, echaba un vistazo a las moradas virtuales de los monstruos sagrados.
En ese momento, siempre castrador e intrusivo, el enemigo imperialista parental se dignó a conceder alguno de su tiempo al joven salvaje, le quitó los "auriculares" de juego de la secretaria, e impuso algún guiado.
Así, torturó al joven salvaje para que él accediera a compartir sus dudas y trató de eliminarlas.
Douto, sapiente, solemne y pomposo el enemigo imperialista parental explicó al joven salvaje el pasado de algunos venerables, como el Nueva York y la New Yorker, el carácter analítico del economista, las innovaciones del tutory el valor de los nacionales, como el público o el observador, entre otros.
De nuevo, docto, sapiente, solemne y pomposo, el enemigo imperialista parental sudó para esclarecer al joven salvaje, que creció en un paradigma de adquisición de conocimiento que está muy lejos de nuestro, sobre cómo los periódicos organizan la información, es decir el mundo, y que publican actualidad, pero almacenan pasado.
Después, en un momento de debilidad y generosidad, que no volverá a ser repetido, el enemigo imperialista parental autorizó al joven salvaje a volver a andar por esos monstruos sagrados, ya escoger lo que más le cautivaba.
Hace unos días, el enemigo imperialista parental supo que había ganado la sucia batalla que había comenzado, cuando el joven salvaje entró en su senda reservada, y, airado, le comunicó "está allí un mensaje de aquellos palerminhas que me indicaste, mi límite de artículos gratis. Los periódicos no sirven para ganar dinero, sirven para la verdad en la calle.
"Habrá que escribir esto a los accionistas de los periódicos", pensó el enemigo imperialista parental, con una lágrima en el ojo.
El joven salvaje escogió el El New York Times, y ahora va a recibir una firma, pagada por la madre, claro.
periodista