Colombia vive injerencia de las Fuerzas Armadas en las elecciones





El enfrentamiento verbal entre el comandante del Ejército, general Eduardo Zapateiro, y el candidato de izquierda y líder en las encuestas Gustavo Petro, de 62 años, viene mostrando una insólita intromisión de las Fuerzas Armadas en las elecciones presidenciales de Colombia, cuya primera vuelta se realiza el próximo domingo. (29).





A una crítica de Petro, del Ejército, afirmando que había corrupción en la institución y que el sistema de ascensos se basaba en «políticas internas y sobornos de los narcos», Zapateiro respondió a través de las redes sociales: «Nunca he visto a ningún general recibiendo dinero indebidamente como ya ha sido acusado».

Zapateiro mencionó un video que circuló en 2005 y que mostraba a Petro, en ese momento congresista, recibiendo una subvención con dinero. El caso llegó a los tribunales, pero Petro finalmente fue absuelto. La Fiscalía colombiana abrió una investigación para evaluar si Zapateiro se excedió en sus límites de acción constitucional.

Otro que mostró descontento por parte de las Fuerzas Armadas con la candidatura del ex guerrillero M-19 fue José Marulanda, presidente de la Asociación Colombiana de Oficiales en Retiro. «Sentimos que hay un resentimiento muy claro de Petro contra los militares y la policía, porque ellos fueron los que pelearon y mataron a muchos de sus compañeros guerrilleros».

El M-19 fue una guerrilla urbana nacionalista que operó desde 1974 hasta 1990, cuando firmó un acuerdo de paz con el estado colombiano. En virtud de este acuerdo, sus integrantes formaron la Alianza Democrática, partido político que participó en la redacción de la Constitución de 1991, actualmente vigente en el país. Varios de sus exintegrantes continuaron en la política, como el exsenador Antonio Navarro Wolff y el propio Petro, quien fue alcalde de Bogotá entre 2012 y 2015.

Para el coronel retirado Carlos Alfonso Velázquez, “entre los militares hay quienes creen haber ganado la guerra en el campo de batalla, pero la están perdiendo en el campo político”. “Consideran que la clase política que siempre gobernó y los apoyó esta vez está perdiendo, y eso trae inseguridad para muchos”. Algo que quedó más claro cuando el actual presidente, Iván Duque, ante la polémica entre Petro y Zapateiro, salió a la luz pública en defensa del general.

Los oficiales en servicio activo también criticaron a Petro, pero sin revelar sus nombres, en un reportaje de la revista Semana. La publicación escuchó a miembros de diferentes rangos y mostró que hay quienes se sienten incómodos con la posible llegada de un exguerrillero al poder y quienes entienden que su lugar en la sociedad no es opinar ni interferir en el debate político, como establecido por la Constitución.





La encuesta electoral más reciente, divulgada el martes pasado (10), muestra a Gustavo Petro a la cabeza, con el 40% de las intenciones de voto, frente al 21% del derechista Federico «Fico» Gutiérrez, exalcalde de Medellín. Ambos disputarían así una segunda vuelta, el 19 de junio. En esta elección, según la encuesta, Petro ganaría por un 47%, frente al 34% de Fico.

Una posible llegada de Petro al poder sería una transformación inmensa en el país, acostumbrado a cierta rotación de un pequeño grupo de familias de élite. En las últimas décadas, Colombia se ha desviado demasiado hacia la derecha. Y los más de 60 años de enfrentamientos entre guerrillas de izquierda contra el ejército han hecho que las fuerzas políticas democráticas de izquierda sean impopulares entre la sociedad.

Tras el acuerdo de paz entre el Estado y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia en 2016, los disidentes de esta guerrilla continuaron actuando al margen de la ley, trayendo inseguridad, especialmente al sector rural, y alimentando el rechazo a la izquierda. El balance de enfrentamientos desde 1964 (cuando surgieron las FARC) hasta 2016 es de 220.000 muertos. Entre los métodos de la guerrilla estaban la extorsión, el reclutamiento de menores y los ataques a objetivos militares y civiles.

Si Petro llega al poder, será la primera vez que un exguerrillero de izquierda comandará el segundo ejército más grande de América Latina (después del brasileño), con 228.000 soldados y 172.000 policías.

Los métodos encontrados por la derecha para combatir la guerrilla tampoco son populares hoy en día, sobre todo cuando ha salido a la luz la verdad sobre el escándalo de los «falsos positivos». Según el trabajo de la Justicia Especial para la Paz (conocida como JEP), cada vez más oficiales admiten que hubo objetivos, para soldados, de guerrilleros a los que había que matar cada mes. Cuando no los golpeaban, vestían a los civiles de guerrilleros, los asesinaban y montaban supuestos escenarios de combate, diciendo que los asesinatos habían sido en combates con guerrilleros como las FARC o el ELN (Ejército de Liberación Nacional).

La más reciente confesión colectiva sobre los «falsos positivos» tuvo lugar en Ocaña, en la conflictiva región del Catatumbo, los días 26 y 27 de abril, cuando en un juzgado de la JEP, 10 militares contaron en detalle, y frente a los familiares de las víctimas. , cómo 120 personas de ese pueblo habían sido asesinadas durante el conflicto, y que no tenían relación con ninguna guerrilla. Según el acuerdo de paz, la JEP no impone penas de prisión, sino penas de reparación, que pueden ir desde trabajos comunitarios o pedidos de perdón colectivo.

El caso de los «falsos positivos» involucra también al expresidente Álvaro Uribe (2002-2010), señalado por la JEP como autor intelectual de la diligencia. En total, se documentan 6.402 víctimas de este tipo de delitos en todo el país.

El procedimiento no ha dejado de utilizarse hasta hoy, cuando el país lo gobierna un patrón de Uribe, Iván Duque. El actual presidente está siendo acusado por la oposición de haber autorizado un ataque del ejército a un pueblo del Putumayo donde supuestamente había grupos delictivos (las Bacrim, una mezcla de exguerrilleros y delincuentes comunes).

El ataque mató a 11 civiles, incluido un menor. Hubo presión por la renuncia del ministro de Defensa, Diego Molano. Ante la negativa de Duque de destituir al funcionario, la oposición pidió a la Fiscalía que abra una investigación y envió una carta a la ONU, afirmando que los asesinatos siguieron el patrón de “falsos positivos”.

El sector de la derecha de la política, que apoya a los militares, representado por los expresidentes Uribe y Andrés Pastrana, dice que la JEP está tomando un tono revanchista, y que el tribunal solo debe servir para juzgar a la guerrilla, con eventuales abusos de los militares destinados a tribunales militares.

Esta hipótesis quedó fuera del acuerdo, que rige desde 2016 y no puede ser cambiado por un solo representante, porque estaba integrado en la Constitución. El actual presidente, Iván Duque, intentó cambiar aspectos del funcionamiento de la JEP, para quitarle el foco a los militares, pero no consiguió apoyo en el Congreso y en las cortes para seguir adelante.

El malestar de los militares con la candidatura de Petro, que defiende una aplicación intensa de todos los puntos del acuerdo de paz, que fue a cámara lenta con Duque, también quedó demostrado con la renuncia del mayor Carlos Guillermo Ospina Galvis a la Comisión de la Verdad.

El organismo, también creado por el acuerdo de paz de 2016, tiene como objetivo crear un documento integral que arroje luz sobre tantos abusos como sea posible por parte de las organizaciones guerrilleras y paramilitares, así como del ejército. Su estatuto establece que debe estar integrado por miembros de los diferentes sectores de la sociedad que hayan participado de alguna manera en el conflicto y las víctimas. Ospina era el representante de las Fuerzas Armadas.

Dejó el cargo la semana pasada, ocho semanas antes de finalizar la redacción del documento, criticando su funcionamiento y las conclusiones a las que llegaba el informe. “No estoy de acuerdo con los capítulos que se están presentando, no estoy de acuerdo con que se presente a los militares, a los empresarios y al Estado más como villanos que a la propia guerrilla. Mis comentarios y observaciones al respecto no fueron tomados en cuenta. No hubo otra opción, y me fui».

También afirmó que la Comisión de la Verdad estaba recibiendo injerencia política de la izquierda, “llevando la narrativa a la idea de que el origen del conflicto tuvo varios factores y culpables, y no que fue la guerrilla la que inició la violencia”.

Nacho Vega

Nacho Vega. Nací en Cuba pero resido en España desde muy pequeñito. Tras cursar estudios de Historia en la Universidad Complutense de Madrid, muy pronto me interesé por el periodismo y la información digital, campos a los que me he dedicado íntegramente durante los últimos 7 años. Encargado de información política y de sociedad. Colaborador habitual en cobertura de noticias internacionales y de sucesos de actualidad. Soy un apasionado incansable de la naturaleza y la cultura. Perfil en Facebookhttps://www.facebook.com/nacho.vega.nacho Email de contacto: nacho.vega@noticiasrtv.com

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